Sergio Aguayo. A la memoria de Mercedes Barquet, amiga y compañera de El Colegio de México.
Han bastado unos cuantos días para reconfirmar los objetivos de Enrique Peña Nieto y hacer los primeros bosquejos de su estilo personal de gobernar.

Si uno revisa sus informes como gobernador del Estado de México y sus principales discursos como candidato a la Presidencia, el concepto de eficacia es uno de los hilos que articulan su pensamiento. Una y otra vez insiste en "que el Estado [debe ser] eficaz" a la hora de resolver los problemas sociales. Y el requisito para lograrlo es restaurando al presidencialismo, lo cual depende, a su vez, de la capacidad que tenga como líder para armar consensos, hacer jugadas políticas y obtener resultados. En mayo de este año Carlos Puig publicó un muy buen análisis en Letras Libres ("Enrique Peña Nieto: La lógica pragmática"). Entrevistó al ahora Presidente, quien verbalizó de manera didáctica la razón tras sus éxitos.

EPN le pide a Carlos Puig que imagine estar en un "salón de clases" para luego describir el comportamiento de los tres grandes partidos: "El PAN es el chavo que llega muy peinadito, con su manzana para el maestro, se sienta hasta adelante, toma apuntes, pero algo pasa a la mera hora, que reprueba el examen. El PRD es el chavo desaliñado, que se sienta hasta atrás, avienta papeles, no le importa mucho reprobar porque allá atrás está en su zona de confort. -¿Y el PRI? [Pregunta Carlos Puig] -El PRI es el chavo que se sienta a la mitad del salón, normalón, bien vestido. Se acomoda para oír al maestro y poder copiar en caso de que sea necesario. Pone atención, se lleva bien con todos, y eso sí... siempre hace la tarea. Y se las arregla para siempre aprobar. Yo soy el que hace la tarea" (énfasis añadido). En otras palabras uno es el bien portado, otro el desmadroso y quien gana es el eficaz.

Si uno se olvida del origen de los recursos y de sus métodos, Peña Nieto hizo muy bien su tarea. Como gobernador impuso la disciplina al interior de su partido, promovió entre la militancia la idea de que él restauraría las glorias del tricolor, mientras construía su candidatura a la Presidencia aprovechándose de la división y desorganización del PAN y el PRD. Un ejercicio útil sería estimar el costo de la eficacia peñanietista.

Poco después de ganar la Presidencia y mucho antes de tomar posesión inició los contactos con los líderes del PAN y el PRD, y de manera muy discreta los convenció de sumarse al Pacto por México, un paquete de 95 propuestas que irradian el fulgor de las grandes transformaciones.

Sostengo como hipótesis que Peña Nieto eligió primero echar a andar la reforma a la educación porque Elba Esther Gordillo es una villana a la medida. Tiene una pésima imagen y encarna con estridencia los excesos del poder fáctico: ha sustituido al Estado en la definición de la educación y ha revolcado a dos presidentes panistas. Si la reforma educativa avanzó en tiempo récord fue por dos razones: la primera es que el sindicato la aceptó porque EPN dedicó cuatro horas del viernes 7 de diciembre a seducir y apaciguar a la maestra a la cual necesita de su lado para ganar algunas elecciones; la segunda es que si bien le quitaron porciones de poder y le dieron una regañada en público a la lideresa, también le dejaron el Fovissste, la Oficialía Mayor de la Sedesol y, sobre todo, el control del sindicato (la cereza en el pastel fue que la Secretaría del Trabajo aceptó las reformas en los estatutos sindicales que legalizan a perpetuidad el liderazgo de la maestra). En otras palabras, los cambios en el marco regulatorio de la educación muestran los límites de la reforma.

Es lógico que veamos en un futuro a corto plazo un patrón similar con las otras reformas. Si uno se mete en el razonamiento de Peña Nieto, el poder fáctico que debería seguir en la lista son las televisoras que también han retado al Estado y al Presidente, y doblegado a la clase política. Tanto que hasta se han dado el lujo de poner una telebancada en el Congreso. Es un ejemplo disruptivo porque imaginemos lo que sería si se imitara en otros grupos de poder.

Peña Nieto quiere un presidencialismo eficaz. No hay condiciones para que llegue a los niveles del pasado pero por ahora sus objetivos son más modestos: no quiere a nadie dictándole al Presidente lo que debe hacer. Él quiere decidir sobre las cuotas de poder que corresponden a cada actor y para lograrlo está haciendo su tarea. Con capacidades más limitadas el PAN y el PRD también están haciendo su tarea.

Los tres grandes partidos y el Presidente ya mostraron hasta dónde quieren y pueden llegar. Siendo justos el Pacto por México contiene propuestas atractivas. Es el mejor platillo del menú. Si la sociedad organizada quiere ir más allá, preservar los logros democráticos y salvar el mayor número posible de vidas también tiene que hacer su tarea para que el presidencialismo eficaz no lesione a las mayorías.

Colaboró Paulina Arriaga Carrasco.
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