Barack Obama
CNN.
Incluso antes de que tome posesión de su cargo por segunda vez, el presidente Barack Obama tiene una crisis en sus manos. En los primeros días de 2013, Estados Unidos salvó parcialmente el “abismo fiscal”. Sin embargo, otros problemas siguen sobre la mesa. Y no serán fáciles.

“Será difícil gobernar” con un Congreso que sigue dividido y con la mayoría republicana de la Cámara intacta, señaló el colaborador de política de CNN, David Gergen, quien instó al presidente a prestar atención a las palabras de Winston Churchill: "En la victoria, magnanimidad”.

Más allá de la agenda nacional, la desaceleración económica global amenaza la anémica recuperación estadounidense mientras que el programa nuclear de Irán y la guerra en Siria también demandarán mucha atención.

Los gobiernos extranjeros vieron la situación del abismo fiscal con inquietud. Sostener la recuperación de EU es vital para la salud de la economía global, dado que la mayor parte de Europa está en recesión y Japón enfrenta su propia versión del abismo fiscal, su deuda pública es el doble del tamaño de su economía de 5,000 billones de dólares, y la disminución del crecimiento en China, aunque a la mayoría de los países les encantaría tener su tasa de un 7% de crecimiento.

Dado que el comercio entre EU y la Unión Europea fue de 636,000 millones de dólares en 2011 y la inversión de EU en la UE fue de aproximadamente 150,000 millones de dólares, la salud económica de Europa es casi marginal para EU.

La Unión Europea ha evitado una crisis inminente dándole esteroides al Banco Central, permitiéndole utilizar su poderosa capacidad financiera para comprar los bonos de los miembros con problemas. Sin embargo, España aún no está preparada para aceptar los términos del rescate financiero, Grecia ya está con un abismo fiscal y varias de las principales economías de Europa están con o en el borde de la recesión.

Los dolores de cabeza de Obama en política exterior


El programa nuclear de Irán probablemente será el mayor dolor de cabeza del presidente más allá de las fronteras de EU. Obama ha dicho en repetidas ocasiones que no se le permitirá a Irán obtener o construir un arma nuclear. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tiene un plan diferente: que no se le puede permitir a Irán lograr la capacidad de construir una bomba. Mientras Irán sigue instalando centrifugadoras, ampliando sus instalaciones nucleares y agregando a sus reservas uranio enriquecido, el umbral está cada vez más cerca de alcanzarse.

Israel está en plena campaña electoral, con miras en las elecciones del 22 de enero. Cualquiera que tome posesión del cargo a finales de enero, Netanyahu es el favorito para ganar, el tema de Irán volverá a ocupar los primeros planos.

Cuando en una entrevista realizada el año pasado se le preguntó a Netanyahu si “hacía la promesa de que Irán no tendrá un programa nuclear” al final de su siguiente mandato, el actual primer ministro dijo, “sí”.

A pesar de la falta de entendimiento personal entre Obama y Netanyahu, Washington tratará de contener a Israel con la esperanza de que el daño provocado por las sanciones comerciales y económicas contra Irán provoque un cambio de actitud en Teherán.

Netanyahu ha dicho que nadie lo va a contener en caso de que la existencia de Israel se vea amenazada. “Cuando David Ben-Gurion declaró la fundación del Estado de Israel, ¿se hizo con la aprobación de Estados Unidos?”, preguntó.

Estados Unidos querrá demorar cualquier acción militar lo más posible, dadas las imprevisibles consecuencias de Medio Oriente, desgarrado por la revolución y el renacimiento islamista, y el temor de que atacar las instalaciones nucleares de Irán en realidad pudieran conseguir más apoyo para el régimen en lugar se socavarlo.

Las sanciones, el arma favorita de Estados Unidos y la Unión Europea, han frenado las exportaciones de petróleo iraní y otro tipo de comercio, provocando una dramática devaluación del rial (moneda) iraní. La alta inflación y las crecientes penurias finalmente obligarán a los líderes iraníes a sentarse a la mesa para sostener conversaciones productivas sobre su programa nuclear.

Numerosas rondas de negociaciones multilaterales celebradas el año pasado lograron muy pocos avances, dando cierta credibilidad a la mofa que meses atrás hizo Romney acerca de que Irán está cuatro años más cerca de tener un arma nuclear respecto a cuando Obama asumió el cargo en 2009. Pero ya con Obama concentrado en gobernar y no en la campaña, otro intento de diálogo es posible, sin exponer al presidente a las acusaciones de que él es suave con los ayatolás.

Con una Rusia que se opuso rotundamente a sanciones más duras por parte de las Naciones Unidas y con un nuevo liderazgo en China, será difícil la construcción de un consenso internacional sobre Irán.

El presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, está debilitado como fuerza política mientras su segundo y último mandato se aproxima a su fin. Cliff Kupchan, del Grupo Eurasia, dice que, a diferencia de 2009, cuando un posible acuerdo fue saboteado por las disputas del régimen, el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, “probablemente es lo suficientemente fuerte como para lograr un acuerdo si así lo quiere. Pero un recalcitrante y terco Ahmadinejad haría más difícil ese resultado”.

Para la Casa Blanca, un cuidadoso acto de equilibrio exigirá una lectura atenta de las intenciones de Irán e Israel. Pero Irán no es la única crisis en el extranjero que requiere atención urgente. Cada semana que pasa, la revuelta en Siria se vuelve más difícil de someterse a la influencia y con más probabilidades de extenderse a los estados vecinos.

Algunos analistas esperan un enfoque más potente por parte de EU ahora que la elección en ese país es cosa del pasado, enfoque que podría incluir la creación de una zona en el noroeste de Siria que esté más allá del alcance del gobierno del presidente Bachar a Asad. La hasta hoy secretaria de Estado de EU, Hillary Clinton, ya ha presagiado un cambio de enfoque, y dijo que Estados Unidos se comprometerá más con la oposición interna del país y menos con los exiliados sirios y con el en gran parte ineficaz Consejo Nacional Sirio (CNS), el cual es el órgano representante preferido por Turquía.

“Tiene que haber representación de aquellos que están en las líneas del frente, combatiendo y muriendo hoy para obtener su libertad”, dijo Clinton el 31 de octubre.

El reto en Afganistán


Gestionar la reducción del personal militar en Afganistán, algo de los que pocas veces se discutió en la campaña electoral presidencial, será otro desafío. Se han puesto de pie a las fuerzas de seguridad afganas; son más numerosas y más capaces que hace cuatro años.

A menos de dos años de la retirada prevista de las tropas de combate estadounidenses, el gobierno de Kabul parece frágil y los talibanes, impávidos. Los críticos han expresado su inquietud de que la fecha de retiro anunciada públicamente sólo permita a los talibanes saber cuánto tiempo tiene que resistir antes de que puedan hacer otro intento para su reaparición.

Los esfuerzos por sacar a los talibanes “buenos” del campo de batalla y llevarlos a la mesa de negociaciones hasta el momento no han dado frutos. Para Obama, cuya primera campaña destacó el triunfo en la guerra en Afganistán y salir de Iraq, el colapso de un gobierno apoyado por tantos miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses sería un revés humillante.

El mes pasado, el Grupo Crisis Internacional dijo que el panorama estaba lejos de tener certeza. “Demostrar por lo menos voluntad de garantizar elecciones limpias (en Afganistán en 2014) podría forjar un grado de consenso nacional y aumentar la confianza popular, pero los pasos hacia una transición estable deben comenzar ahora para impedir una caída precipitada hacia el colapso estatal. El tiempo se está agotando”, dijo el grupo.

Diferentes problemas, la misma solución


Ya sea Siria, Irán o las consecuencias a las medidas contra el abismo fiscal, Obama debe recurrir al diálogo, a las coincidencias, aprovechar las oportunidades y, en ocasiones, hacer uso de una amenaza bien calibrada.

Eso es lo que pasó en 1997, cuando el gobierno de Clinton llegó a un acuerdo con los líderes republicanos del Congreso para reducir el déficit federal y lograr un presupuesto equilibrado en cinco años. El acuerdo recortó el gasto, y redujo los impuestos por 91,000 millones de dólares en un periodo de cinco años, a la par de permitir que el techo de la deuda aumentara.

“Hemos llegado a un acuerdo que nos llevará a un menor gasto por parte de Washington, a menos impuestos para los trabajadores estadounidenses, a la seguridad de nuestros ciudadanos mayores, y a menos dependencia del gobierno, a más responsabilidad, y oportunidades para las personas, las comunidades y los estados”, dijo el exsenador Trent Lott, líder republicano del Senado en aquella época... CNN... 

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