Perder una propiedad es un fuerte golpe psicológico para cualquier ser humano.
Valencia, ESPAÑA
Escrito por XudZubieta






Ha terminado el 2012 y el balance de la situación socioeconómica en España deja un saldo sumamente negativo.

Se supone que la razón de la crisis, según algunos de nuestros gobernantes, es que hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. Esto suena a escusa barata y ―más que ayudar a la gente que está sufriendo en primera persona los estragos de la crisis económica, añade amargura y confusión a la diatriba.

En los últimos tiempos, estamos viviendo uno de los mayores dramas producidos en Europa: los desahucios. Según datos con los que contamos, se producen más de 500 desahucios al día en el territorio español. Esto, además de disparar las alarmas, está cambiando la realidad social del país.

Se trata de cursos intensivos de realidad para los ciudadanos de a pie, que hasta ahora vivían sintiéndose seguros y protegidos. Han tenido que aprender rápidamente lo que significa caer en la pobreza y, casi de la noche a la mañana, carecer de lo más básico y elemental: casa y cobijo.

Para las personas que han perdido su trabajo y luego sus ingresos regulares se ha presentado una situación desconocida: una gran cantidad de las cosas que durante casi toda una vida habían dado por sentadas han desaparecido más o menos súbitamente.

Casi ninguna de las personas que vive un desahucio está preparada psicológicamente para asimilar adecuadamente su realidad en ese momento. Para prácticamente toda la gente, perder el techo que les cobijaba es un fuerte golpe psicológico a su sentido de identidad y de seguridad. La sensación de desprotección lógicamente dispara el miedo y la ansiedad. Todo ello sin mencionar la humillación y la vergüenza que indudablemente llegan a sentir.

Pero quizás lo que más llama la atención es que a menudo el sentimiento más acuciante de todas estas personas es el de “culpa”: se sienten culpables de haber caído en la pobreza y de no poder generar los ingresos necesarios para vivir o mantener a su familia.

Es por ello que si además nuestros políticos salen diciendo que la culpa es de los ciudadanos por haber estado viviendo por encima de nuestras posibilidades, lo único que consiguen es alentar esos sentimientos de culpa. Los sentimientos de culpa suelen ir acompañados de impulsos autodestructivos. Esto puede explicar en parte el por qué algunas personas optan por el suicidio.

Ante las adversidades causadas por la crisis económica, no toda la gente reacciona de la misma manera, aunque el impacto es duro para todas. Hay casos en los que el shock es tan grande que la persona ―o grupo de personas― son incapaces de reaccionar y simplemente se hunden en su culpa y depresión. El problema de la “evasión” o de la “negación” de la realidad es que genera una pasividad con respecto al drama que se está viviendo y su situación se va complicando más.

Los niveles de ansiedad y de depresión en la población se han disparado claramente. Se respira una atmósfera de descontento, frustración y hasta impotencia. En algunos casos, está frustración se expresa agresivamente y en otros se canaliza a través de las manifestaciones ciudadanas contra el gobierno y los bancos, ya sea de forma real o virtual. La forma real la encontramos en las calles, y la virtual en las redes sociales.
Los continuos desahucios que se realizan en España, han motivado más manifestaciones en todo el país.
Los continuos desahucios que se realizan en España, han motivado más manifestaciones en todo el país.
 
En los casos menos severos, los grados de ansiedad experimentados por la persona le permiten seguir funcionando en el día a día. Sin embargo, su sensación de desesperanza supone una serie de riesgos, y el pronóstico para su salud psicológica es muy reservado.

Las personas, entre otras cosas, necesitamos tener esperanzas y sentir un mínimo grado de optimismo para mantener un estado psicológico equilibrado. Es muy duro para cualquiera tener y después perder.

Asimismo, es fundamental para el individuo en general el sentirse y saberse productivo, que es capaz de producir y participar en el abastecimiento propio, familiar y social. Cuando esto no ocurre, la inquietud que produce puede provocarle distintos desequilibrios y llevarle a la neurosis. 

Dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios y esto tiene bastante de cierto en algunos sentidos. Si un individuo que estaba acostumbrado a trabajar pierde esa posibilidad, sus preocupaciones se ven multiplicadas y su mente tiene mucho más espacio para darle vueltas. Si se combina tiempo libre con frustración los riesgos se disparan. De ahí que la terapia ocupacional pueda producir buenos resultados.

¿Qué efectos crees que ha tenido en ti la crisis? ¿La estás viviendo de cerca? ¿Cómo te afecta? ¿Has llegado a sentirte culpable al respecto? ¿Qué otras emociones te ha despertado? ¿Sabes gestionar todas esas emociones? 

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