Liébano Sáenz. El país, la sociedad, el gobierno y los medios, los ciudadanos todos estamos a prueba. La explosión en la torre de Pemex con trágico saldo conmueve a la nación e, inevitablemente, hace despertar serias inquietudes. Frente a la incertidumbre sobre las causas del incidente, las autoridades han pedido lo más difícil: tiempo y evitar la especulación hasta tener elementos concluyentes al respecto. Los noticiarios y los diarios del viernes dan cuenta de la prudencia sin perder sentido crítico y de libertad. La sociedad está expectante a que sus autoridades le informen sobre lo acontecido, y éstas cumplen conforme se consolidan los datos. La prioridad, como debe ser, son las personas, los heridos y aquellos que desafortunadamente perdieron la vida.

El presidente Peña actuó con reflejos rápidos y con responsabilidad de Estado. Muchos mexicanos que la noche del jueves estaban conociendo lo ocurrido veían, al mismo tiempo, al Presidente en un recorrido por la zona siniestrada y, con respeto, visitando a los heridos. Instruyó a su gabinete y al procurador general de la República dar prioridad a las personas y, sin prejuicio alguno y con transparencia, indagar sobre las causas del accidente. También autoridades cuyas responsabilidades confluyen en la zona, incluyendo las del DF, se movilizaron con visión de Estado, sin protagonismos, con rapidez y de manera coordinada; una cultura política diferenciadora en la que los ciudadanos están por encima de los colores partidarios.

Es natural que los medios quisieran conocer mucho más de lo que las autoridades informaban, la impaciencia es propia del oficio en estas circunstancias, es su responsabilidad cuestionar, pero también las autoridades deben cuidar con rigor lo que dicen y hacen. Es también positivo que los gobiernos no cedan ante la presión de los medios, lo más importante es la verdad y ésta no debe regatearse, mas tampoco precipitarse. Siempre es mejor dar información oportuna y evitar así que los vacíos se ocupen por la especulación. Por eso ha sido un acierto la comparecencia de los funcionarios ante los medios de comunicación.

El viernes por la noche, a horas del siniestro, el secretario Osorio Chong, acompañado de los secretarios de la Defensa, Marina, Energía y del procurador general de la República, presentó un informe sobre los trágicos hechos y solicitó evitar la especulación sobre las causas hasta que se cuente con elementos de convicción concluyentes. La presencia de los funcionarios y las palabras del coordinador del gabinete dejan en en claro no solamente la capacidad de respuesta e investigación del Estado, sino de estar alerta frente a cualquier situación.

Lo más fácil para las autoridades —común en muchos casos— sería tratar de tranquilizar a la población con información sesgada o parcial. Aunque la presión del momento es mayor, es preferible lo que se hizo: no divulgar datos que no estén debidamente corroborados y más que dar indicios o pistas, se presente públicamente un informe rigurosamente fundado; para ello se requiere tiempo y salvar la presión mediática.

Como sociedad y como observadores de los hechos nos corresponde actuar en consecuencia, esto es, esperar y no anticipar hipótesis alguna. El día de ayer se ofreció más información y de esta manera se ha entendido mejor, aunque todavía hay por conocer la información de peritos y especialistas, cuyos informes darán claridad sobre lo acontecido.

El procurador Jesús Murillo Karam compareció ayer ante los medios de comunicación. De manera convincente y didáctica explicó las dificultades para el trabajo de los peritos, toda vez que el esfuerzo de las primeras horas se ha concentrado en indagar si todavía hay víctimas entre los escombros. Es encomiable la instrucción del presidente Peña Nieto, expresada por el procurador, de que con transparencia, sin prisas pero con rigor técnico y científico, se trabaje sobre las causas de la explosión sin descartar hipótesis alguna. Es momento de que todos esperen lo que las autoridades habrán de informar con la certeza de que el trabajo técnico se realiza con cuidado y con profesionales confiables.

En toda comunidad la opinión sobre este tipo de eventos corre de manera independiente a los elementos de prueba presentados por las autoridades. A nadie debe sorprender las interpretaciones más disparatadas o extremas, cultivadas y recreadas a través del rumor y en muchos casos por la imaginación o percepciones personales. Lo importante es lo que hagan y digan las autoridades y que el escrutinio profesional de los medios de comunicación, a través de su diversidad y libertad, sedimente una opinión responsable, informada y objetiva sobre los hechos.

Cualquiera que sea la causa, la magnitud de la tragedia llama a la unidad nacional. Las elecciones del 2012 y el inicio de gobierno nos han dado una muestra de que es mucho más lo que nos une y compromete que lo que nos divide. La unidad en lo fundamental se ha vuelto un activo importante del país, la cual nos ha sorprendido gratamente a todos y que nos ofrece un futuro promisorio. La unidad ocurre porque hay voluntad de los más para andar juntos el camino, sin comprometer nuestros distintos puntos de vista y diferencias sobre muchos temas de la vida nacional.

Las reformas deberán proseguir por el sinuoso camino del acuerdo plural. El gobierno del presidente Peña Nieto debe persistir, como lo ha hecho desde el inicio, en la capacidad para que los acuerdos sean trascendentes y atiendan los problemas nacionales a profundidad. Insisto, las diferencias son propias y necesarias en la democracia; la libertad siempre será un activo por salvaguardar y honrar con el respeto, pero también es necesario reivindicar la capacidad de llegar a acuerdos para mejorar al país.

Una explosión trágica en el corazón del país es un llamado de atención para reafirmarnos en nuestros objetivos como nación. A pesar de todos los problemas que se padecen, México hoy es más libre y democrático. La energía de sus jóvenes, la riqueza de nuestros recursos naturales, la vastedad de nuestra geografía nos dan para repensarnos en el progreso y la justicia, pero para ello es imprescindible la unidad de los mexicanos en lo fundamental. Es momento de todos.

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