Jorge Diaz. En los últimos días, la consternación y molestia en muchos países del orbe es casi incontenible, los individuos están aún más enojados y con temores, ahora fundados. Lo dado a conocer por Edward Snowden (esa especie de nuevo Julian Assange), pone al descubierto el espionaje que los Estados Unidos y la Gran Bretaña practican con toda normalidad y hacia todas direcciones.
¿Es acaso esto nuevo? No a mi parecer. Todos hemos sido testigos en el pasado ya sea por filtraciones o bien, por la imaginación de escritores y cineastas, de las aventuras de profesionales del espionaje en estos países (debemos incluir a la Unión Soviética antes y durante la guerra fría). Sabíamos del riesgo que corrían sus vidas a cada instante, ante el esfuerzo que llevaban a cabo para sustraer información importante y llevarla a sus gobiernos para ser utilizada de la manera que mejor conviniera a sus intereses.
Entonces ¿en donde está la escandalosa novedad? Desde mi óptica, en las facilidades que ofrece la tecnología de la nueva era, la adicción de muchos de nosotros al uso de las mismas y a nuestra dependencia al teléfono, entre otros. ¿Qué hay con eso? Pues que dichas facilidades tecnológicas y hábitos de la población moderna, permiten que el espionaje trascienda la esfera de los gobiernos (los aliados y los considerados enemigos) para llegar al conocimiento de las conversaciones de los individuos comunes (conversaciones originadas en el pensamiento, luego entonces, al conocimiento de nuestros pensamientos). Imagínese lo barato y altamente rentable que es en la actualidad para el imperio, conocer lo que pensamos todos (personas, gobiernos y organizaciones de toda índole) desde la comodidad de un sillón ejecutivo bien acojinado, acompañado de café y donas. Y todo por las bondades de la fibra óptica.
Todos somos víctimas de la frustración, los sueños y los rencores derivados del abuso que a lo largo de la historia algunos pueblos infringen a otros, o de la situación por la que atraviesan nuestros países en la actualidad, nuestros comentarios (inocentes en muchas ocasiones) se ven influidos por las condiciones que imperan en el momento y lanzamos al aire un “pinches gringos” por ejemplo, pero lo hacemos público ya sea a través de twitter, Facebook, un correo electrónico o durante una conversación telefónica; al ser detectados por los servicios de inteligencia, bien podríamos tener una etiqueta de posibles terroristas (por el odio en el comentario).
Si nos quejamos de los impuestos en nuestras conversaciones privadas vía correo electrónico, nos podríamos hacer merecedores de la sospecha de querer evadir impuestos en el futuro. Y si expresamos nuestro deseo de soñar con emigrar a otra nación buscando el progreso personal y económico, quizá seamos ya, potenciales migrantes ilegales. Puede ser que los ejemplos antes citados parezcan muy ligeros, pero quise poner de manera muy simple, lo que en casos de expresiones más severas, pero en ningún momento reales, desde el punto de vista de quererlos llevar a cabo; es decir, simplemente sacar el fastidio fuera de uno mismo, podrían ser sujetos de hostigamiento por parte de gobiernos extranjeros.
De las conversaciones desde la oficialidad de los países, ni hablar, pasa de lo delicado a lo extremadamente peligroso.
¿Están libres de este “Big Brother” los ciudadanos norteamericanos y británicos? De ninguna manera, ellos también son víctimas. ¿Recuerda la polémica reciente acerca de la exigencia de muchos hacia los sistemas como google, Facebook y twitter, para el estricto respeto a la privacidad? Pues ahí está el caso que hicieron. No hace muchos años, la BBC advirtió en un reportaje, la intromisión del sistema de correos electrónicos de google con pretextos estadísticos y de publicidad, conocían cada palabra escrita en sus correos ¿se hizo algo al respecto? Nada. Algunos parches en su política de privacidad pero nada más, las cosas siguen igual.
Buen momento para reflexionar lo que comparte en internet, redes sociales y teléfonos celulares o de casa ¿no cree?
email: jorgediaz@live.co.uk
Twitter: @adejorge
Facebook: http://www.facebook.com/JorgeDiazElizondo
Google+: http://gplus.to/JorgeDiazElizondo
¿Es acaso esto nuevo? No a mi parecer. Todos hemos sido testigos en el pasado ya sea por filtraciones o bien, por la imaginación de escritores y cineastas, de las aventuras de profesionales del espionaje en estos países (debemos incluir a la Unión Soviética antes y durante la guerra fría). Sabíamos del riesgo que corrían sus vidas a cada instante, ante el esfuerzo que llevaban a cabo para sustraer información importante y llevarla a sus gobiernos para ser utilizada de la manera que mejor conviniera a sus intereses.
Entonces ¿en donde está la escandalosa novedad? Desde mi óptica, en las facilidades que ofrece la tecnología de la nueva era, la adicción de muchos de nosotros al uso de las mismas y a nuestra dependencia al teléfono, entre otros. ¿Qué hay con eso? Pues que dichas facilidades tecnológicas y hábitos de la población moderna, permiten que el espionaje trascienda la esfera de los gobiernos (los aliados y los considerados enemigos) para llegar al conocimiento de las conversaciones de los individuos comunes (conversaciones originadas en el pensamiento, luego entonces, al conocimiento de nuestros pensamientos). Imagínese lo barato y altamente rentable que es en la actualidad para el imperio, conocer lo que pensamos todos (personas, gobiernos y organizaciones de toda índole) desde la comodidad de un sillón ejecutivo bien acojinado, acompañado de café y donas. Y todo por las bondades de la fibra óptica.
Todos somos víctimas de la frustración, los sueños y los rencores derivados del abuso que a lo largo de la historia algunos pueblos infringen a otros, o de la situación por la que atraviesan nuestros países en la actualidad, nuestros comentarios (inocentes en muchas ocasiones) se ven influidos por las condiciones que imperan en el momento y lanzamos al aire un “pinches gringos” por ejemplo, pero lo hacemos público ya sea a través de twitter, Facebook, un correo electrónico o durante una conversación telefónica; al ser detectados por los servicios de inteligencia, bien podríamos tener una etiqueta de posibles terroristas (por el odio en el comentario).
Si nos quejamos de los impuestos en nuestras conversaciones privadas vía correo electrónico, nos podríamos hacer merecedores de la sospecha de querer evadir impuestos en el futuro. Y si expresamos nuestro deseo de soñar con emigrar a otra nación buscando el progreso personal y económico, quizá seamos ya, potenciales migrantes ilegales. Puede ser que los ejemplos antes citados parezcan muy ligeros, pero quise poner de manera muy simple, lo que en casos de expresiones más severas, pero en ningún momento reales, desde el punto de vista de quererlos llevar a cabo; es decir, simplemente sacar el fastidio fuera de uno mismo, podrían ser sujetos de hostigamiento por parte de gobiernos extranjeros.
De las conversaciones desde la oficialidad de los países, ni hablar, pasa de lo delicado a lo extremadamente peligroso.
¿Están libres de este “Big Brother” los ciudadanos norteamericanos y británicos? De ninguna manera, ellos también son víctimas. ¿Recuerda la polémica reciente acerca de la exigencia de muchos hacia los sistemas como google, Facebook y twitter, para el estricto respeto a la privacidad? Pues ahí está el caso que hicieron. No hace muchos años, la BBC advirtió en un reportaje, la intromisión del sistema de correos electrónicos de google con pretextos estadísticos y de publicidad, conocían cada palabra escrita en sus correos ¿se hizo algo al respecto? Nada. Algunos parches en su política de privacidad pero nada más, las cosas siguen igual.
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