Jorge Diaz. ¿Recuerda a un tal Felipe Calderón, que se atrevió a ser presidente de México el sexenio pasado? No había espacio público en el que se presentara sin que se llevara más de un reclamo y rechiflas generalizadas. No se le dejó en paz, reclamándole por todos los medios que recapacitara y replanteara sus estrategias, principalmente, la que llevaba a cabo contra el crimen organizado.

Se dedicó a destruir las pocas esperanzas de los mexicanos en torno a su bienestar económico. Fue terco y sordo. ¿La respuesta de los ciudadanos? el desprecio.

Pues bien, ahí tiene la reedición de esta tristeza política con Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la capital de la república. Se presentó al informe de actividades de la perredista, Dolores Padierna, y el respetable lo recibió con una rechifla tan larga como lo que duró su discurso, unos treinta y tantos segundos.

¿Por qué? Por su insensibilidad ante los reclamos de los que lo llevaron a tomar las riendas del Distrito Federal: las corrientes políticas dentro del propio PRD y lo más importante, la ciudadanía en general.

Reflejo de lo que ha sido su paso por el gobierno, el desprecio del que ahora fue objeto es respuesta al desprecio con el que trata los bloqueos de las principales arterias capitalinas, las alzas a las tarifas del metro, la permisividad con la que consciente al transporte público, sus inexplicables ausencias en los momentos importantes, etc.

A diferencia de Felipe Calderón, Mancera tiene cinco años por delante para rectificar el rumbo.

No más estrangulamiento a la vida de los capitalinos y de quienes por razones de trabajo circulan por las avenidas del DF, no más alzas tarifarias en detrimento de los más necesitados, meter en cintura a las bestias del transporte público, demostrar interés en los asuntos que más aquejan a los defeños estando presente en todo momento en sus oficinas de gobierno para atenderlos.

De no querer entrarle a los problemas de la ciudad sin importar costos políticos, la ingobernabilidad será insostenible y las rechiflas aún mayores y lejos de un ambiente tan politizado como en el que esta se dio; es decir, en eventos de carácter ciudadano y en marcos alejados del interés político de sus participantes, lo que sería gravísimo. Si no le importa el mensaje implícito de la reprobación de la que fue objeto, entonces que se vaya a acostumbrando; y de una buena vez, que le pregunte a Calderón qué se siente ser el artífice de la derrota electoral de los suyos en las elecciones próximas, sólo por su terquedad y sordera.

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