"En el centro de cada diálogo sincero está, ante todo, el reconocimiento y el respeto por el otro. […] es el único [camino] que puede conducir a la paz y a la justicia." [Papa Francisco al Diálogo.]

El pasado jueves, primera vez tras una larga década de incomunicación directa, sectores de la oposición agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática y el gobierno se sentaron frente a frente y frente al país para discutir el futuro de Venezuela y encontrar soluciones a la grave crisis social y económica actual.

Cuarenta y un muertos y cientos de heridos de ambos bandos desde febrero, más miles de detenidos, crearon un “equilibrio catastrófico” que sólo el entendimiento o el desastre podrían solucionar. El inicio del diálogo fue la constatación —por gobierno y sectores opositores asistentes— que ambos se necesitaban y se debían entender si querían evitar el desastre, aceptando discutir —sin «negociaciones, ni pactos, lo único que estamos buscando es un modelo de coexistencia pacífica, de tolerancia mutua» remarcó el presidente Nicolás Maduro Moros, moderador del encuentro— los problemas que la oposición culpa al gobierno —crisis económica, escasez de productos básicos y violencia, entre otros— mientras el gobierno acusa a la oposición de caos y promover un golpe de Estado.

La paradoja para la oposición agrupada en la MUD era que si no asistía al encuentro —todos o parte de ella— negaba sus permanentes pedidos de debate —y su argumento de que éste era negado por el gobierno— pero si asistía desnudaba sus fracturas, crecientes después de las derrotas electorales regionales y municipales, y suicidaba su liderazgo; optó por intentar la conciliación democrática. Mientras que para el gobierno, la paradoja era o reconocer que el país estaba enfrentado o acelerar el desgaste; optó por la tesis de las dos Venezuelas. En ambos bandos, el desgaste se visibilizó sobre lo monolítico, más en la oposición.

Tres cancilleres de la UNASUR —Luiz Alberto Figueiredo Machado de Brasil, Ricardo Patiño Aroca de Ecuador y María Ángela Holguín Cuéllar de Colombia, países amigos— como facilitadores y el Vaticano —con el Nuncio Apostólico, Aldo Giordano— como testigo de buena fe acompañaron el encuentro —al que faltaron sectores opositores y ONGs pero, sobre todo, los estudiantes, centrales en las protestas. Pero los facilitadores fueron mudos testigos tras lograr reunir a los discordes y quien facilitó fue Giordano, leyendo sendas cartas de S.S. Francisco y el Secretario de Estado Pietro Parolin promoviendo su éxito.

No todo fue respetuoso ni cordial en la reunión pero dejó avizorar que, a pesar de muchas divergencias, podrían lograrse avances si hay voluntad. “No vamos a hacer milagros con esta reunión […] pero estamos construyendo”, dijo el opositor gobernador Liborio Guarulla Garrido.
Vale recordar al reciente fallecido Adolfo Suárez González: "en [el diálogo] hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar".
 

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