Manuel Díaz. Sin duda alguna, el liderazgo en cualquier actividad, siempre debe mostrarse impecable, un líder siempre debe aspirar a ser ejemplo y sobre todo en la actividad política, sin embargo cuando se presentan situaciones contrarias a lo que debe ser, no son un contra peso son una oportunidad.

Es de más conocido el caso de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre quien el día de hoy es expresidente del PRI-DF, su destitución del cargo fue consecuencia del incidente que se hizo público, en el que se dio a conocer que Cuauhtémoc ofrecía a edecanes pasar la noche con él a cambio del doble del sueldo que recibían únicamente como edecanes.

Cuauhtémoc no únicamente presenta ese escándalo, es conocido en el PRI por sus continuos excesos y actos violentos como métodos para obtener cargos a nivel partido ejemplo de ello es el caso en el que Cuauhtémoc y sus seguidores agredieron a gente de María de los Ángeles Moreno en el auditorio de la FTSE.

Entonces cualquiera podría creer que el escándalo de Cuauhtémoc representa un golpe al partido al cual pertenece desde los 14 años, una nueva debilidad para el PRI pues sin lugar a dudas, sucesos como estos quitan credibilidad al PRI, no obstante Cuauhtémoc mas que representar un lado débil del partido, debe representar una nueva oportunidad para dar credibilidad al PRI, transparencia, honestidad y mano firme ante estos escándalos que no deben tomarse a la ligera.

Es aquí donde el PRI debe utilizar el arte de la capitulación, de convertir sus debilidades en sus fortalezas, ¿pero de qué manera?, las acciones del PRI contra Cuauhtémoc no deben terminar en su separación del cargo como presidente del PRI-DF, debe ser expulsado del partido, exponerlo el mismo PRI ante la ciudadanía, de tal modo que el partido recobre por medio del mismo mal, lo que requiere, credibilidad, y Cuauhtémoc es una nueva oportunidad para hacerlo. 

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