No es nuevo pero se viene agravando, es como una bola de nieve. Se decía que el segundo periodo de gobierno del estadounidense Barack Obama, sería el que lo lanzaría a la historia no sólo como el primer presidente negro de la historia de ese país, sino como una de los más grandes en términos de los beneficios que traería a millones de norteamericanos.

Y no ha sido así. Los problemas se han agudizado; en parte, gracias a la voluntad de los opositores que no dejarán bajo ninguna circunstancia que brille para poder aspirar a tener más posibilidades de arrebatarle la presidencia a los demócratas en las próximas elecciones; y a grupos de la sociedad civil que, esperanzados en la igualdad y aumento de oportunidades que Obama prometía en campaña, votaron por él. Qué decir de los racistas, que se cuentan por montones.

Parece que todo se le está juntando: conflictos en medio oriente, Europa del este, crisis económica, migración –a la que por cierto, le ha pagado con las mayores deportaciones de la historia–, derechos humanos y por si fuera poco, un problema al que tiene que hacerle frente sin saber cómo: los conflictos de la muerte de al menos dos afroamericanos en Missouri.

Es que no es sencillo irse sobre quienes han abusado de la fuerza que el estado les confiere, pero tampoco lo es ignorar a los de su raza, que tienen el deseo de cobrar la factura histórica al pueblo que durante muchos años los esclavizó, humilló, vejó. Y ¿dónde está Obama? se preguntan esos afros que lo llevaron a la presidencia.

Así pues, creo que Obama no terminará bien librado. Es que en estos tiempos los problemas para los gobernantes provienen de 2 fuentes: las inevitables y las creadas de manera artificial, quizá la última, la más peligrosa de todas.

Políticamente se empieza a quedar sólo y públicamente, aislado. Quizá lo que le haga falta para no terminar en la ignominia, sea el surgimiento de una de esas crisis internacionales (que bien saben provocar los norteamericanos) para poder reunir en torno de su persona, apoyo, respeto y probablemente, un lugar en la historia con un poco más de brillo que el de haber sido únicamente distinto al resto de los presidentes de Estados Unidos, por su color de piel.

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