La riña que se traen el jefe y ex jefe capitalinos desde hace tiempo, se revive. Muchos se quiebran la cabeza intentando adivinar si el pleito es político o responde a una mera búsqueda de la verdad y la justicia. Pero es que todo cuenta.

Es imposible creer que Mancera no vea en Ebrard a un serio contrincante por la candidatura a la presidencia de la república en 2018 y por ello no escatima en hacer todo lo posible por sacarle los trapos al sol; sin embargo, también ha quedado comprobado la irresponsabilidad de los involucrados en la construcción de la línea “dorada”, por lo que sería estúpido regatearle una sola sanción y las que vienen al actual jefe de gobierno.

Por parte de Ebrard, también es obvio que salga a defender a los suyos, pero sobre todo, a sí mismo. Sus aspiraciones son bien conocidas y no permitirá que esta vez el desprestigio sea el que lo baje del sueño de ser presidente. En tono amenazante ha declarado que las mentiras de Mancera se le revertirán y que la verdad saldrá a flote, veamos qué esconde en la chistera, no lo dé por muerto.

Son políticos. Al mismo tiempo que Ebrard acusa a la actual autoridad de estar politizando el tema, lo politiza. En el instante en que Mancera encontró las evidencias suficientes como para procurar justicia, pero con una gran carga política a su favor, la usó. Le digo, son políticos.

Si el escenario hubiera sido al revés, Ebrard hubiera hecho lo mismo o ¿cree que le hubiera tenido piedad al más cercano contrincante?

Pero si en esta ocasión, los mismos descubrimientos hubieran afectado la imagen de Mancera en su periodo de gobierno, pues calladito, calladito (tonto no es).

Usted no se distraiga de lo verdaderamente importante: que todos los responsables paguen, que la línea “dorada” vuelva a brillar pronto y deje que los políticos se hagan bolas.

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