Nadie es nacido esclavo.
Nadie busca sufrir injusticias, humillaciones y restricciones.
HELDER CÁMARA


El cultivo de la violencia y el día mundial de la alimentación 2014
En el contexto del Día Mundial de la Alimentación, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) con el fin de concientizar a la sociedad global sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza, recordemos un dialogo de la película Boogie el Aceitoso de Gustavo Cova:

Marcia: ¿Por qué eres tan violento? ¿Será la sociedad en que vivimos? Yo creo que la violencia es el personaje principal de nuestra época… ¿A qué se debe que un niño descuartice un insecto o maltrate un gato o golpee a otro niño? ¿Por qué tanta violencia religiosa? ¿Por qué tanta violencia en África? Po…

Boogie el Aceitoso: (irritado interrumpe con voz grave) Óyeme bien Marcia y que no se te olvide, la principal causa de la violencia es que algunas personas le quieren quitar la comida a otras.

Ahora bien, dialoguemos:

La sociedad salió a la calle cuando la violencia tocó a su puerta, pero la violencia no surgió con los “levantones”, el cobro de piso, las extorsiones, los decapitados y demás escenas sangrientas tan comunes por los pasillos de la red. No al menos al grado que conocemos hoy. La violencia es un fenómeno complejo que floreció al calor del individualismo atroz de la historia occidental.

Es común escuchar los legítimos reclamos de diversos grupos sociales exigiendo justicia, en especial a esta hora de terribles convulsiones políticas y económicas. Dichos reclamos suelen orientarse a la demanda y reclamo de la tranquilidad de los días en que “podías salir a la calle y al parque con tus hijos” o “podías emprender tu negocio con tranquilidad”, como si el tiempo de antaño tuviese cierta aureola de romanticismo y perfección o la imagen de la familia feliz al estilo de un spot de Coca-Cola. No obstante es menester, considerar que la violencia suele ser una respuesta a otros tipos de violencia y es la expresión más evidente de la transgresión y la injusticia. Por otro lado, es poco frecuente escuchar los reclamos por la explotación laboral, los salarios miserables, las jornadas laborales que esclavizan, los sistemas de salud deficientes y la denigración de la persona humana en los paupérrimos y amplios contextos de la mexicanidad.

Es decir, existe una amplia preocupación por los efectos de la violencia (levantones, asesinatos, enfrentamientos, extorsiones), mientras que la preocupación por algunas de las causas de dicha violencia nos siguen siendo ajenas. Tal es el caso de la pobreza y sus implicaciones más dolorosas como el hambre, la desnutrición y la desigualdad. El absurdo #LadyChiles Case´s es un peligroso ejemplo de una racionalidad colectiva en uso: “me preocupa enseñar valores a la gente, mas no alimentarla; como buen ciudadano me esmero en educar a los pobres, no en darles de comer, porque no me compete”.

Los científicos sociales coinciden en asociar el fenómeno de la pobreza al de la violencia, de tal forma que si asumimos que en México cuatro de cada diez mexicanos no tienen para comer (como lo revela OCDE en Society at a Glance 2014) no es difícil vislumbrar que México es tierra fértil para el cultivo de la violencia. Por tanto es preciso valorar la importancia de la acción ciudadana en redes de solidaridad y descubrir en la integración de las relaciones sociales (postclasistas) el espacio propicio para la construcción de una sociedad mejor.

Hace años, tuve la oportunidad de conocer al Padre Solalinde; durante la conversación, expuso algunas amenazas de los Zetas a los migrantes a lo largo del país, más tarde, el sacerdote activista Pedro Pantoja describió en la CNDH la forma en que éstos, habían asesinado a algunos indocumentados en Tamaulipas. Escenas terriblemente violentas. Paradójicamente, meses antes de este encuentro el Padre Solalinde había pedido “perdón a Los Zetas, a todos los delincuentes y a todos los hermanos que les hemos fallado, que son víctimas de una sociedad enferma que no supo darles apoyo, que no supo darles valores”. Éste razonamiento tiene de raíz una lógica muy simple que implica comprender que no sólo la globalización y la corrupción institucional tienen responsabilidad en los procesos de violencia, sino también la sociedad que guarda silencio e incluso prefiere no ver la marginación y la exclusión social. Una sociedad narcisista, que prefiere el confort del consumo a extender el brazo más allá del Teletón. Con individuos que prefieren matarse trabajando, ahorrar y gastar en lujos antes que solidarizarse con los sectores sociales excluidos.

El Día mundial de la Alimentación celebrado recientemente, es un espacio propicio para integrar el tema de lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza a la reflexión y al diálogo por una sociedad mejor. Dialoguemos…
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