Está bien, todos hemos escuchado mil versiones en muy pocos días acerca de la hipótesis-intención-sueño de los violentos del país y activistas disfrazados de locutoras y analistas, de hacer renunciar a Enrique Peña Nieto antes del primero de diciembre para entonces convocar a nuevas elecciones presidenciales.
No se confunda, estas líneas no pretenden quitarle culpa alguna al actual presidente.
Va, otorguemos el beneficio de la duda. Entonces ocurre eso que ellos quisieran y se convoca a elecciones ¿los aspirantes a ocupar la silla vacía? No hay de otra, los que propongan los partidos políticos.
El PAN repetiría con Vázquez Mota, improbable ¿entonces quién? Gustavo Madero. Pronóstico: cifras que rondarían los números de Josefina; es decir, la derrota.
Supongamos que todos las “izquierdas” se unen a la figura del anciano político y perdedor sempiterno, López Obrador ¡ja! Pronóstico: el ridículo.
¿Sabe por qué le digo que AMLO haría el ridículo? Porque es bien sabido a estas alturas por una inmensa cantidad de mexicanos en edad de votar, que quien está detrás de todos estos demenciales propósitos, violentos y polarizadores, es el frustrado líder derrotado Andrés Manuel López Obrador.
Una votación en estos momentos donde el tabasqueño figure en la boleta, sería su entierro político. Los señalamientos bien fundados sobre su conocimiento del preso Abarca y su padrino político, los desplantes golpistas de las últimas semanas y lo que se ha acumulado durante los últimos dos sexenios, sería suficiente para aplicarle una de la que ya no le queden ganas.
Pero está bien, vamos a suponer que ganara y se convirtiera en presidente de México (por segunda ocasión, recuerde que hasta protesta tomó en el zócalo). Imagine su estilo de gobierno, tomando en cuenta las estrategias que los grupos que lo apoyan han tomado para “derrocar” al gobierno peñista.
Cualquier disidencia sería aplacada a chingadazos. Televisora que no se alinee se quema. Periódico que no publique lo que quiere, sería traidor a la patria y por tanto, sería intervenido por el gobierno de la honestidad valiente.
En una de esas, hasta le siembran pollitos, chivas y tarjetas soriana a uno que otro actor político incómodo. Eso sí, nunca le encontraríamos ninguna irregularidad por obras y licitaciones como a Peña Nieto, porque tendría a bien reservar la información como lo hizo con la de los segundos pisos del DF.
Las policías serían substituidas por miembros de la CNTE dada su experiencia en reventar todo, y así nos podríamos seguir hasta llegar a operadores políticos como Bejarano.
Lo que no han calculado los ilusos, es que su gobierno sería una minoría aún más pequeña que la de Peña Nieto, lo que supone un pandemónium para el tropical gobernante. A poco cree que ante un escenario así, derecha, centro y apartidistas no se unirían para hacerlo renunciar no en dos años, en dos días. Aunque los manifestantes en su contra no se salvarían del mote de “pirruris”.
Cierto, el gobierno actual está mal, muy mal, pero la solución no es la renuncia del presidente; menos, ante la posibilidad de tener como salvador a un personaje tan impresentable como AMLO:
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