Ya no sabes a quién creerle…
¿A quién creerle? ¿A la Fiscalía de la nación? Pues, miren ustedes, el recuento de los hechos de Iguala que hizo el antiguo procurador Murillo, más allá de lo desafortunada que fuera su frase de la "verdad histórica", me sigue pareciendo mucho más creíble, razonable, sensato y explicable que las abracadabrantes suposiciones de sus detractores. Pero, éste es sólo un suceso más en un desbordante torrente de oscuros acaecimientos. Lo de Tlatlaya, para mayores señas, ¿qué fue? ¿Un enfrentamiento entre militares y canallas? O, por el contrario, una atrocidad perpetrada por la envilecida soldadesca de un Ejército, el nuestro, que, ya lo sabemos, se dedica a incinerar cadáveres en las zonas militares, a torturar, a perseguir a los disidentes, a secuestrar y desaparecer a los luchadores sociales, a violar a mujeres ancianas (vaya torcida sexualidad, oigan, la de los jóvenes combatientes de las Fuerzas Armadas mexicanas; habrá que afinar las pruebas psicológicas de los exámenes de admisión para que no se infiltren individuos tan desviados y de tan depravadas tendencias) y a "reprimir", pura y simplemente, en todo tiempo y en todo lugar. Ahora bien, que alguien venga y me explique por qué, a pesar de todas estas inculpaciones, el Ejército Mexicano sigue siendo la institución más querida y respetada en este país.

Y ahí está todavía, de la misma manera, el tema del cardenal Posadas Ocampo. Una vez más, se crearon comisiones investigadoras, se realizaron exhaustivas indagaciones y se presentaron pruebas de que este príncipe de la Iglesia murió acribillado cuando los sicarios de una organización criminal creyeron que tenían enfrente al Chapo Guzmán, ni más ni menos. Pues, no. Fue un " crimen de Estado". De nuevo, ¿a quién creerle? ¿Jorge Carpizo, el señor procurador general de la República en aquel entonces, no era un hombre de una gran solvencia moral? Y, ¿por qué demonios hubiera deseado el supremo Gobierno asesinar al cardenal? Supongo que por las mismas razones por las que una vieja decrépita le resulta irresistiblemente atractiva a un joven soldado.

En fin, la lista es interminable: aparte de Ayotzinapa y Tlatlaya, están Colosio, Aguas Blancas, Atenco, Ruiz Massieu... ¡Uf!
 
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