Lo confieso, la fiebre de uno de los juegos para dispositivos móviles más exitosos de la historia me conquistó. Ya sé que en México no está disponible, siempre nos dejan para el último y espérese a que Donald Trump gane la presidencia de los Estados Unidos, va a ser peor. Pero el punto es que con las artimañas en las que los mexicanos somos expertos, aunque se enojen con Peña Nieto cuando dice que la corrupción es cultural, me di a la tarea de tenerlo en mi teléfono.
Y ¡tómala barbón! Que atrapo a mi primer Pokémon y que me sigo con otro y otro. Visité cada lugar, ciudad, país y continente para hacerme con todos esos monstruos de bolsillo. Al final sólo me faltaba uno, el más codiciado, el más temido también.
En los textos que aparecen en el juego comenzaron a darme pistas: el último de los Pokémones que necesitaba para ser el mejor de los atrapadores era… ¡el Pejémon!
El más antiguo de todos y, por tanto, el más feroz. Dice la semblanza en el juego que es parte de la prehistoria, muy escurridizo y capaz de arruinar el dispositivo móvil con el que lo intentes atrapar.
Lo mejor del caso: se encuentra en las selvas tropicales del sureste mexicano, me quedaba cerca. Y como son vacaciones… pues.
Y que me arranco en chinga a Tabasco. Lo busqué en las cantinas, los consultorios de cardiología, le pregunté a los perros callejeros (a esos a los que llaman ‘solovinos’) y nada. Pero alguien que me pidió el anonimato me dio la pista con la que lo iba a encontrar: ‘búscalo en una plaza, donde haya mucho ruido y se escuchen consignas contra el estado represor y la mafia del poder’, me dijo.
Y ¡zas culebra! Luego de la visita a algunas plazas ahí estaba ¡el Pejémon! Tenía la cara desencajada, se le veía enojado y muy cansado, pasado de peso y con muchas canas; exactamente la descripción que se ofrece en PokémonGo. El brillo en los ojos no lo había perdido, eran de fuego, decían.
Me armé de valor y me acercqué, tomé el MasterBall (o Pokebola, para los chairos que no tengan idea de lo que significa) y empezó a sentirse la energía, la bola temblaba y la adrenalina corría por mis venas.
Mi cuerpo empezó a sufrir cambios que en ese momento no podía entender: mi pelo se caía rápidamente hasta quedarme calvo, me crecían las orejas, me hacía más chaparrito y delgadito. Lo que me temía: me estaba convirtiendo en ¡Salinas de Gortari!
Pero no me importó, apunté el Masterball, lo lancé y…………… ¡¡¡lo atrapé!!!
Ahora necesito que alguien me ayude a desbloquear mi teléfono, cuando lo prendo solo aparece una leyenda que reza: ‘el teléfono está bloqueado debido a una manifestación, utilice vías de comunicación alternas’.
¿Qué onda?
email: jorgediaz@live.co.uk
Twitter: @adejorge
Facebook: http://goo.gl/Q4w6D2
Google+: http://gplus.to/JorgeDiazElizondo
Sitio web: http://goo.gl/KSWHW
Blog: http://www.lasanadistancia.com/
Y ¡tómala barbón! Que atrapo a mi primer Pokémon y que me sigo con otro y otro. Visité cada lugar, ciudad, país y continente para hacerme con todos esos monstruos de bolsillo. Al final sólo me faltaba uno, el más codiciado, el más temido también.
En los textos que aparecen en el juego comenzaron a darme pistas: el último de los Pokémones que necesitaba para ser el mejor de los atrapadores era… ¡el Pejémon!
El más antiguo de todos y, por tanto, el más feroz. Dice la semblanza en el juego que es parte de la prehistoria, muy escurridizo y capaz de arruinar el dispositivo móvil con el que lo intentes atrapar.
Lo mejor del caso: se encuentra en las selvas tropicales del sureste mexicano, me quedaba cerca. Y como son vacaciones… pues.
Y que me arranco en chinga a Tabasco. Lo busqué en las cantinas, los consultorios de cardiología, le pregunté a los perros callejeros (a esos a los que llaman ‘solovinos’) y nada. Pero alguien que me pidió el anonimato me dio la pista con la que lo iba a encontrar: ‘búscalo en una plaza, donde haya mucho ruido y se escuchen consignas contra el estado represor y la mafia del poder’, me dijo.
Y ¡zas culebra! Luego de la visita a algunas plazas ahí estaba ¡el Pejémon! Tenía la cara desencajada, se le veía enojado y muy cansado, pasado de peso y con muchas canas; exactamente la descripción que se ofrece en PokémonGo. El brillo en los ojos no lo había perdido, eran de fuego, decían.
Me armé de valor y me acercqué, tomé el MasterBall (o Pokebola, para los chairos que no tengan idea de lo que significa) y empezó a sentirse la energía, la bola temblaba y la adrenalina corría por mis venas.
Mi cuerpo empezó a sufrir cambios que en ese momento no podía entender: mi pelo se caía rápidamente hasta quedarme calvo, me crecían las orejas, me hacía más chaparrito y delgadito. Lo que me temía: me estaba convirtiendo en ¡Salinas de Gortari!
Pero no me importó, apunté el Masterball, lo lancé y…………… ¡¡¡lo atrapé!!!
Ahora necesito que alguien me ayude a desbloquear mi teléfono, cuando lo prendo solo aparece una leyenda que reza: ‘el teléfono está bloqueado debido a una manifestación, utilice vías de comunicación alternas’.
¿Qué onda?
email: jorgediaz@live.co.uk
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