—Claro, un perro, la diferencia entre un perverso y un simple solitario. —Comenta irónica la joven a la vez que acaricia suavemente la nuca de la golden retriever.

—Se llama Cádiz. — Aclara el viejo mientras cuelga su saco en el perchero situado a la zurda inmediata del marco de la puerta principal. —Esta noche dormirás en la habitación, ya luego habrá tiempo para organizarnos.

— ¿”La” habitación?, ¿sólo hay una? —Pregunta extrañada la chica sin dejar de consentir a la canina— Hace un momento me dijo que en este departamento, además de la sala de estar, la cocina y el baño había dos cuart…

—De los cuales uno uso como estudio. — Interrumpe el veterano. — Anda, que es hora de descansar. Levántate que en ese sofá pasaré la noche. Por cierto, no aparentas más de diecisiete años, así que mañana, que es viernes, te toca colegio, supongo.

—Quince, de hecho. —Apunta la fémina. — Curso primer año de bachiller. Por ahora este está lejos de ser mi mejor ciclo escolar, tanto en lo académico como en… lo demás. —Cuenta la adolescente al tiempo que agacha la cabeza, fija la mirada en el suelo y recarga sus descubiertos brazos en las rodillas. — No tengo más que lo que visto, ¿a qué iría mañana?

—Tal vez a tus exámenes. — Dice el anciano sentándose a la izquierda de la muchacha e intentando establecer contacto visual.

— ¿Cómo sabe?— Cuestiona sorprendida al mismo tiempo que busca los ojos del hombre.

—Es Octubre, faltan dos semanas para la entrega de notas. Es ahora cuando los profesores aplican sus pruebas. Lo sé porque soy académico en la Universidad, cuyo calendario escolar es muy parecido al de las escuelas de educación media superior... Si vas al menos tendrás una idea de lo que preguntarán en las recuperaciones de Abril, eso, y podrías no sentirse como un parásito en mi casa. —Sentencia el anciano sin perder las pupilas color castaña de la adolescente.

—Cuánta amabilidad— Afirma sarcástica antes de levantarse. — Tú ganas, pero antes de dormir me daré una ducha, si no te molesta.

El viejo asiente con la cabeza y hace lo propio para encaminarse al cuarto de descanso y sacar su pijama. Cádiz, entretanto, reposa su cráneo en el alfombrado suelo y oculta sus ojos tras los párpados… El sonido del agua chocando contra las losetas del baño reina en el lugar ya que el vejestorio termina de adaptar el sofá a una cama y acuesta su cuerpo sobre esta, dispuesto a reposar. Mirando el techo, se torna melancólico pensando en lo que pudo ser de su vida. Sus fracasos yacen imborrables en su memoria, pero, al menos por esa noche, su existencia cobra sentido…
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