Twitter
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Twitter es quizás la red social más de moda y con más uso, pero su actitud desde que comenzó a cambiar las condiciones de su API le puede salir cara, y ver cómo sus usuarios comienzan a migrar en cuanto aparezca una alternativa innovadora.

El 17 de agosto de 2012, Twitter anunció una serie de cambios en su API que nos pillaron desprevenidos a todos. Ya llevaban más de un año sugiriendo que las aplicaciones como clientes de Twitter elementales, que no aportan algo tan diferenciador como herramientas de analítica o de servicios para empresas, debían dejar de tener protagonismo en favor. Ese día puso obstáculos reales para ello, en un movimiento polémico sobre todo para los usuarios más avanzados o que requieren de clientes con características que los oficiales no ofrecen. Twitter comenzó un proceso de escupir hacia arriba, una serie de acciones que tarde o temprano pueden volverse en su contra.

Las pésimas nuevas condiciones


Naturalmente, Twitter tiene todo el derecho a ajustar sus condiciones como quiera, y monetizar el servicio que ofrece es una obligación. Pero hay distintas formas de hacerlo, y Twitter escogió el camino en el que daba la espalda a los usuarios que le han dado fama y nombre, y a los desarrolladores que pusieron más fácil su utilización que los terribles clientes oficiales. Clientes oficiales que el propio Twitter se ha cargado. El caso paradigmático es el de TweetDeck, cerrado recientemente tras haber pasado de rey de los clientes de Twitter a servicio pésimo que perdió funcionalidad. De hecho, una vez comprado por Twitter, comenzó a experimentar problemas de seguridad. En su papel antónimo al Rey Midas, también acabó con Posterous. Al final, todo se resume en que se quita de encima las aplicaciones de terceros que hacen sombra a las mediocres oficiales.

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El día de agosto en que conocimos las nuevas condiciones, supimos que habían aplicaciones que estaban condenadas a morir, y que otras, las más populares, iban a sufrir limitaciones y a aumentar su precio. Dos meses más tarde, llegó Tweetbot para Mac con un precio de 20 dólares. Los meses siguientes a esos cambios, las malas noticias no dejaron de sucederse. IFTTT, uno de los mejores servicios web que existen, también fue vetado por Twitter, con la cantidad de recetas interesantes que tenía para la red de microblogging. Instagram también fue víctima del pajarito azul y la posibilidad de encontrar sus usuarios mediante los following de Twitter desapareció. Como venganza, Instagram también vetó la visualización como cards de sus imágenes en los tweets. Como resultado, es que fuimos los usuarios quienes acabamos perdiendo, a pesar de ser quienes damos sentido a todas estas plataformas.

Problemas de seguridad


Otro de los problemas de seguridad de Twitter es los agujeros de seguridad que ha exhibido al mundo. En los últimos años se habla cada vez menos de los SMS, pero precisamente cuando el short message service acaparó titulares por su vigésimo aniversario, Twitter presentó una vulnerabilidad en el envío de tweets por SMS que permitía a terceros suplantar identidades. Pocos días después, se destapaba que Twitter rastrea las webs que visitan sus usuarios. Simplemente para ofrecer recomendaciones más personalizadas, pero era una nueva demostración de que cuando se usa un servicio gratuito, el usuario pasa a ser el producto. Si a eso le unimos problemas de seguridad, tanto los usuarios como la plataforma tenemos un serio problema.

Un problema mayor tuvieron hace unas semanas Jeep y Burger King, que vieron cómo pasaban a ser chascarrillo mundial debido a que alguien consiguió suplantar sus cuentas de Twitter y su credibilidad se transformaba en un chiste. Al margen de que las contraseñas fuesen débiles, Twitter compartía culpa al no ofrecer la posibilidad de la verificación en dos pasos, al menos en cuentas corporativas o con un gran número de seguidores. Asimismo, pasaron muchas horas hasta que tomó medidas, en lugar de actuar rápidamente ante la evidencia de que las cuentas, de renombre mundial, habían sido hackeadas.

Casos de censura en Twitter


Hace más de un año, Twitter ya anunció una censura selectiva de contenidos, mediante un comunicado en el que básicamente daba a entender que según en qué países iba a eliminar unos u otros contenidos de forma arbitraria, y que si no te gusta, te aguantas. Y de paso, tratar de disfrazar esta censura como una forma de ajustarse a la legalidad en cada país. Para verano, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Londres, nos dimos un baño de realidad con la suspensión de la cuenta de Guy Adams por haber criticado la cobertura del evento por parte de la NBC.

Wikileaks
Más grave fue el caso de Wikileaks, cuando a pesar de que en cualquier herramienta de medición se podía comprobar que tanto el propio nombre de su web como el de Julian Assange superaban por mucho en cuanto a menciones al resto de nombres destacados, no aparecían por alguna extraña razón en los Trending Topics de la red social. No parecía algo casual ni fruto de un error técnico.

Malas prácticas que Twitter no controla


Hace unos meses también hablábamos de las campañas y bombardeos por saturación que tienen lugar en esta red social, a las que Twitter no hace frente, y que empañan esta plataforma. Por ejemplo, cuando Vodafone instaló un bar donde para pagar una copa bastaba con mostrar un tweet con su hashtag promocional. O cuando el Partido Popular requirió las contraseñas de usuarios que simpatizaran con ellos para publicar en su nombre consignas de cara a las elecciones generales de 2011. Ya no hablemos de los casos de compras de followers, tanto por parte de usuarios anónimos que desean aumentar su presencia en la red a cualquier precio, como por parte de personas famosas. Incluso Mitt Romney sucumbió a esta práctica.

No hay éxito a largo plazo en internet


O al menos en cuanto a redes sociales y herramientas de comunicación y difusión de información. ¿Dónde están en 2013 Messenger o ICQ? ¿Terra, Fotolog? ¿MySpace, Second Life? ¿Hi5, Vox? Todos, servicios con un gran éxito en su momento que tarde o temprano acabaron sucumbiendo a nuevos servicios con mecánicas más actualizadas e innovadoras. Algunas, como el propio Twitter, incluso algo adelantados a su tiempo. Muchos dijeron con la presentación de los cambios en la API que Twitter se estaba pegando un tiro en el pie, seguramente por pensar que habían alcanzado un éxito que nada podría hacer temblar, cuando el historial de la red no deja ni un actor vivo a largo plazo.

Otras redes
Twitter es una herramienta potente y fantástica, pero no puede ser tan ombliguista y coger el camino fácil para monetizarse. ¿Qué tal un modelo freemium como Spotify? Internet ha demostrado que si se ofrecen buenos productos se pueden conseguir un buen retorno económico por parte de los usuarios. Flickr, Netflix, el propio Spotify, o las ingentes aplicaciones con compras in-app demuestran que no hace falta continuar con el gratis total para los usuarios (para no todos, al menos) mientras se empeora su experiencia, que es lo que ha hecho Twitter últimamente. En cualquier caso, todas estas posturas se le podrían volver en su contra tarde o temprano, y ver cómo sus usuarios empiezan a migrar en cuanto aparezca una plataforma novedosa que dé en el clavo. Y entonces, arrepentirse de haber escogido el camino alejado de sus usuarios. Y ser el enésimo juguete roto de internet.
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