Jorge Diaz. ¿Alguien en Los Pinos, la PGR, la Secretaría de Gobernación o la de Relaciones Exteriores, habrá visto el reporte sobre espionaje que desde 2007 los Estados Unidos llevan a cabo en nuestro territorio con la permisividad del gobierno de Felipe Calderón, publicado en el periódico Excélsior el miércoles 10 de julio del presente?

No es que ignore las últimas declaraciones hechas por el propio presidente y otros funcionarios, es el tipo de acciones que están tomando. No se trata de pedir explicaciones o comenzar a investigar, los elementos y evidencias ahí están y se debe actuar ya en contra de los responsables.

Que nadie se atreva a llamarme ingenuo sólo porque eso era un secreto a voces. Sin importar que así haya sido y que las prácticas que se explican en el reportaje del diario sean apenas unas pocas de las muchas que los estadounidenses realizan en México, el escándalo ya alcanzó niveles insostenibles, la opinión pública está más que molesta con la forma en que en nuestro país se le permite hacer lo que quiera a quien quiera.

Por partes. Por un lado tenemos la injerencia confirmada con documentos irrefutables, la soberanía ha sido vulnerada a grados de humillación. El pretexto expuesto por el gobierno extranjero, donde esgrimen razones de seguridad en el marco de la lucha contra el crimen organizado y la colaboración con México, más bien es una excusa para tener el control de la información de todo aquello que representa un interés para ellos. Desde asuntos bilaterales, hasta utilizar conversaciones privadas para destruir vidas de políticos incómodos, hombres de negocio que no jalan con ellos o “presuntos” incitadores y/o “terroristas” en las redes sociales sólo porque mientan la madre; en fin, cualquiera. En el sombrero del espionaje de un país hacia otro cabe todo. Iluso el que piense que entre sus motivos están el inmenso amor que sienten por la patria vecina del sur.

Más que oportuno el momento por el que atraviesan muchas naciones ofendidas por el mismo motivo, para crear un frente común y detener al abusivo imperio y sus prácticas. México debe dar la cara, alzar la voz y castigar a quien dentro del territorio está involucrado en esas prácticas.

Primera llamada para Peña Nieto: Es urgente por lo menos, desmantelar la red (que está ubicada) de espionaje que opera en el país y que controlan los Estados Unidos, tanto desde el punto de vista de la tecnología, como de las personas encargadas, e informarlo claramente a los mexicanos. No se trata de un extrañamiento, exhorto o un “pedir explicaciones”, se trata de acciones concretas para que esto pare y no vuelva a ocurrir.

En el otro lado del escándalo tenemos la vergüenza que lleva por nombre, Felipe Calderón. Qué terrible llamarle ex presidente de una patria tan entrañable como la nuestra. Si algo faltaba aquí está, no hay motivos legales para seguir haciéndonos de la vista gorda y no llamarlo a rendir cuentas. La seguridad nacional pasa por ojos, oídos y manos presidenciales, nadie puede decir que esto no fue de su conocimiento. Fueron muchos los daños que este señor le provocó a México y sus delitos siguen impunes.

Segunda llamada para Peña Nieto: Por el bien de la nación y con el propósito de sentar un precedente para sus sucesores; pero sobre todo, por elemental sentido de justicia, debe llamarse a cuentas a Felipe Calderón y sus más cercanos colaboradores cuanto antes.

Y ¿la tercera llamada? De seguir volteando para otro lado, mucho me temo que no se hará con palabras.

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