Alejandro Toral. Los medios de comunicación siempre han jugado un papel muy importante en la imagen que proyecta el gobierno a la sociedad, a través de estos el oficialismo puede ser ampliamente criticado o alabado por líderes de opinión que la gente ve y sigue durante décadas, al sentarse a desayunar, comer o cenar. Dentro de los medios de comunicación, las televisoras son las que representan la carta más fuerte en la publicidad o difamación gubernamental, debido a que estas son las que llegan a más televidentes; a diferencia de los radios y periódicos.

En México, durante la etapa del PRI vivimos censura mediática desde un “teléfono rojo” que se operaba desde SEGOB, desde donde se palomeaba las noticias que saldrían en la televisión. De esta manera, la gente se quedaba solo con la opinión del Presidente y la cúpula de poder; desinformándose del otro lado de la moneda para contrastar y analizar información libremente. Esto, afortunadamente para la ciudadanía acabó con los gobiernos del PAN, sin embargo fue lamentable para el sexenio principalmente de Felipe Calderón, donde los medios pintaban una situación de caos y desastre nacional bajo la Guerra contra el Narcotráfico; ayudando en gran medida a una psicosis colectiva de violencia.

No obstante el PRI regresó y volvemos a ver esa censura mediática en las televisoras principalmente. Ejemplo son como el PRI utiliza a la prensa para difamar la inseguridad en los Estados gobernados por la oposición, como Morelos, Tabasco, Guerrero, Guanajuato, Sinaloa y DF; a pesar que Estados gobernados por su partido son los más violentos en las estadísticas oficiales: Chihuahua, Estado de México y Jalisco. Utilizando a la televisora más grande de México que ayudó a ganar a Peña Nieto, el PRI difama manipulando a la gente para que crea que ellos son la única opción viable.

Cabe destacar, que en otros países latinoamericanos se viven situaciones similares, como la Ley de Medios en Argentina o el afán del ecuatoriano Correa en cerrar definitivamente los periódicos; pero el que más sobresale es el caso venezolano, el cual ha golpeado y debilitado a la cadena local más grande de la oposición: Globovisión, mediante multas, deportaciones, censura y ataques desde el Palacio de Miraflores.

El gobierno de dedazo constituido por Nicolás Maduro dio la estocada final a Globovisión en abril, cuando empresarios cercanos al Presidente de la Asamblea Legislativa adquirieron la empresa, bajo amenazas de quitarle la concesión. De esta manera, 7 periodistas renunciaron, además que 3 programas más exitosos del país salieron del aire por razones inexplicables; cabe mencionar que estos 3 programas transmitían denuncias ciudadanas o mostraban lo que el “Socialismo del Siglo XXI” no había podido resolver.

De esta manera, Nicolás Maduro ha conseguido el sueño más grande de Hugo Chávez: Monopolizar el poder en Venezuela, donde la “única verdad absoluta” que se diga en los medios, todos manejados por el oficialismo, sea la del Gobierno. Desde estos días, la población no se enterará ya en Globovisión como acostumbraba de la crisis con empresas precarias, cortes de suministro eléctrico, desabasto de productos alimenticios, estancamiento económico y una alta tasa de inflación elevada; entre otros tantos problemas que padecen.

A pesar de que el artículo 66 de la Constitución venezolana establece que ningún sujeto puede ser censurado por sus opiniones, como siempre el Presidente de Venezuela tiene el poder de pasar por alto la ley. Hoy en día, el Ejecutivo no respeta opositores y ahora tiene control sobre el Legislativo, Judicial, Electoral y Mediático, convirtiéndose en una dictadura cada vez más difícil de poder tirar. En comparación con México, el Jefe de Estado tiene el mismo poder sobre la vida política de nuestro país, solo nos falta la crisis económica venezolana, pero no se preocupen, que para allá vamos. Las buenas noticias solo se dirán en la tele, porque las malas van a callarlas.  

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