Tiempo de antisistémicos
Para muchos es difícil entender la realidad y todavía más las razones o causas que la explican. No es una cuestión de izquierdas o derechas, tampoco es un fenómeno local o regional; la democracia occidental está experimentando una presencia creciente de los antisistémicos, esto es, propuestas de cambio radical que se montan en la ola de la insatisfacción con lo que existe.

Uno de los fenómenos más acabados fue el movimiento de los indignados en España y que daría lugar a dos formaciones políticas que habrían de desafiar al dominio que tenían el PSOE y PP en el parlamento. El partido Ciudadanos con inclinación más hacia la derecha y Podemos, más a la izquierda, fracturaron el equilibrio anterior con una representación parlamentaria suficiente para interrumpir los sucesivos gobiernos desde tiempos de la transición. España, precisamente por las expresiones de este nuevo pluralismo manifiesto en las elecciones de diciembre pasado, está obligada a nuevas elecciones el próximo mes, ya que ninguna de las dos fuerzas históricas pudo lograr formar una coalición gobernante.

El caso de Grecia con Syriza, coalición de izquierda radical, pudo lograr gobierno. Muy pronto su propia oferta probó ser imposible y llevaría al país y a la Unión Europea a una de sus mayores crisis. El gobierno tuvo que ceder ante las exigencias de orden financiero impuestas por los acreedores externos. Los votantes probaron que la voluntad popular tiene límites respecto a la economía. Como ocurrió en México en el pasado, Grecia tuvo que ceder a la realidad impuesta por un mundo global donde las reglas del juego exceden a las determinaciones de las naciones.

Estados Unidos, Inglaterra y Francia son otros de los varios ejemplos en los que surgen propuestas rupturistas con respaldo popular. Adquiere relieve lo que sucede en la disputa por la candidatura presidencial en el Partido Republicano con la incursión de Donald Trump, probable candidato, y de Bernie Sanders, quien ha sido más exitoso de lo previsto, no ganará la candidatura, pero sí ha representado un movilizador de una sorprendente y sorpresiva propuesta social con apoyo en un segmento importante del electorado.

La reflexión obligada es entender las razones por las que la propuesta radical y en muchos sentidos antisistémica de Donald Trump ha tenido éxito. Su base es la clase trabajadora y baja especialmente anglosajona que se siente desplazada en sus oportunidades y beneficios por la inmigración ilegal y, especialmente, por la percepción maniquea de que los gobiernos de Estados Unidos han sido muy complacientes frente a sus socios comerciales. Esta nueva forma de nacionalismo conservador tiene particularidades muy preocupantes para todos y especialmente para un país que ha sido expresión de integración cultural y étnica, libertades y democracia: intolerancia, racismo y prejuicio. Esto es, la negación del extraordinario conjunto social que es la unión americana.

En México hemos sido testigos en el pasado reciente del éxito arrollador del candidato independiente en la elección de gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, quien superó al acendrado bipartidismo en la entidad. El candidato con habilidad pudo montarse en dos olas: la de la indignación de las clases medias y altas, que después permearía a las clases populares y la ola digital. El mandato de la elección no fue un modelo de gobierno, ni siquiera una propuesta de cómo mejorar las cosas. Simplemente eligieron a un vengador de un sentimiento de rechazo a mucho de lo existente. El desenlace es significativo porque el gobierno del PRI en Nuevo León pudo lograr dos éxitos de la mayor trascendencia: tener el liderazgo en crecimiento económico e inversión y superar de manera contundente la inseguridad y violencia. Y no obstante esos dos logros palmarios, fue derrotado por la propuesta antisistémica.

Los candidatos independientes han cobrado singular impulso precisamente por el desgaste de los partidos políticos; en no pocas ocasiones ser independiente da mayor impulso que ser postulado por un partido menor. Las encuestas de inicio de campaña de las 12 elecciones de gobernador próximas revelan en muchos casos que los candidatos independientes podrán superar 5 por ciento de los votos y en más de la mitad 10%.

Otra de las expresiones de lo antisistémico es el surgimiento de Morena. En 2015 alcanzó la votación de 8.4% y en el DF de 24%. Como lo habían previsto varios estudios de Gabinete de Comunicación Estratégica, visto con incredulidad por experimentados observadores y encuestadores, Morena mantiene rangos de competitividad muy relevantes en muchos estados con elección, particularmente Zacatecas, donde la pifia del INE o del Tribunal Electoral —escoja usted— sirvió para impulsar la participación repuesta del candidato de Morena; Veracruz cuyo candidato ha recibido los votos que han abandonado al candidato de la alianza del PAN y PRD por el fragor de la contienda y Oaxaca, donde el candidato de Morena se beneficia de la escisión del PRD y del desencanto con el gobierno de dicha coalición. Mientras, en el norte, se abren paso los independientes.

Por las particularidades del humor social en el que una tercera parte de los mexicanos estaría clasificada en la categoría de los indignados, los tiempos actuales dan un piso electoral importante a los antisistémicos. Esa es la causa profunda del éxito de los independientes y de Morena. Incluso del PAN o del PRI cuando juegan esa condición y tienen un candidato afín y hay un ambiente propicio. No está por demás señalar que el impulso que mayor fuerza y arraigo ofrece a la indignación es la percepción de corrupción.

La funcionalidad política de los antisistémicos es que canalizan la indignación por medios democráticos y, especialmente, a través del voto. Pero lo mismo podría decirse de Hitler, quien llegó al poder a través del voto popular. Ahora bien, no es lo mismo competir que gobernar. La experiencia está a la vista. Los candidatos, todos, se ven obligados en mayor o menor grado a estirar la verdad y extender los compromisos y las expectativas de los votantes más allá de lo razonable. Así, a la hora de la verdad, que es gobernar, el voto de indignación de hoy bien podría ser el de una frustración acrecentada del mañana.
 
http://twitter.com/liebano
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.

Artículo Anterior Artículo Siguiente