Creo que es la mejor frase y la más sincera que le he escuchado al Presidente Enrique Peña Nieto desde que rindió protesta en 2012, y la pronunció ayer en un discurso: “Mi único propósito es que a México le vaya bien, y estoy seguro de que los anteriores presidentes también no han tenido otra misión más que esa, que a México le vaya bien, nadie despierta, un Presidente no creo que se levante, ni creo que se haya levantado, pensando, y perdón que lo diga, cómo joder a México, siempre pensando en cómo hacer las cosas bien para México”.
Desde que me dedico a la política hace poco más de veinte años, siempre me pregunté el por qué un Presidente de la República no pronunciaba esa frase. En mi cabeza, y creo que en la de casi todos los mexicanos, difícilmente podríamos imaginar que un Presidente de la República se levante pensando en cómo joder a un país. Bien o mal, todos creo que lo comparten. Incluso debe ser el mayor orgullo lograr ser Presidente, y sólo pocos lo alcanzan. También debe ser muy complicado tomar las riendas de una nación, y tomar decisiones que a muchos no nos pueden gustar.
Apenas hace un par de semanas le preguntaba a Margarita Zavala en una conferencia, sobre qué creía que les podía suceder a los presidentes de la República cuando se sientan en la silla presidencial. A veces pareciera como si les creciera un cápsula alrededor, y los aislara del mundo para no escuchar. También pareciera como si el metro cuadrado de influencia sobre el Presidente, de parte de sus asesores, o de la gente que lo rodea, fuera más caro que un metro cuadrado en la Quinta Avenida de Nueva York. Por ejemplo, en el sexenio de Felipe Calderón, la guerra contra el narco fue la mayor crítica. En este sexenio quizá el que se hayan centralizado tanto en la aprobación de las famosas reformas estructurales, que seguramente veremos sus beneficios a largo plazo, y que hayan descuidado los temas de transparencia y combate a la corrupción, hoy convertidos en un talones de Aquiles.
Zavala me contestó que para no perder el piso y encapsularse en la silla presidencial, se requiere de valores, de la familia y de los amigos. Mencionó que “hay quienes se marean en un ladrillo, y hay quienes se marean, incluso, hasta en una corcholata”. Y me acordé de varios amigos que les ha pasado eso en este gobierno, incluso con puestos menores. Y creo que Margarita tiene razón, hay que regresar al origen para no perdernos.
Hay cifras en todos los gobiernos buenas y malas, hay aciertos y errores. Y sí, poco se habla de lo bueno que sucede, porque a veces la malas noticias son tan escandalosas que lo positivo se opaca en el discurso. Y también siempre me he preguntado, el por qué nuestro Presidente no habla o puntualiza más en sus discursos sobre todo lo virtuoso que ha hecho en su gobierno. Quizá exista un área de oportunidad para quien le escribe sus discursos, se enfoque más en ello.
Y a mi mente llegan los nombres de dos ex Presidentes que alcanzaron la cumbre del poder, los niveles más altos de aceptación en sus países, y sobre todo, de popularidad. Me refiero al ex Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, y al ex Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. El primero de derecha, el segundo de izquierda. Ambos lograron poner a sus países en el centro de atención de todo el mundo. Tanto los mexicanos, como los brasileños, vivimos un sueño durante sus gobiernos. ¿Quién no recuerda el exitoso programa de “Solidaridad” del Presidente Salinas?, ¿O el programa “Hambre Cero” o “Bolsa de Familia” de Lula?. Ambos contribuyeron a sacar a millones de personas de la pobreza. Adicional a que tuvieron un rol sumamente participativo en el ámbito internacional de promoción de sus países.
Pero uno se pregunta, ¿Cómo lo lograron?, aunque en el caso mexicano al final del sexenio del Presidente Salinas las cosas no hayan terminado tan también, ni para Brasil, que hoy vive una de sus mayores crisis políticas y económicas de su historia. Creo que la respuesta de sus éxitos está en una pequeña frase: cambiaron la percepción que tenía la población sobre su gobierno. Ahí me parece que estuvo la clave.
Celebro que el Presidente Peña nos hable a los mexicanos con frases más directas, más realistas. Valdría, incluso, que pusiera en contexto las cosas buenas que suceden en México, con respecto a otros países en el mundo que se hayan inmersos en una crisis, incluso de inestabilidad.
Habría que enfocarse en cambiar la percepción que existe sobre la corrupción y la impunidad. Tienen en bandeja de oro dos casos para predicar con el ejemplo, el de los ex gobernadores Javier Duarte y el de Guillermo Padrés. Ojalá pronto lo alcance la justicia.
Desde que me dedico a la política hace poco más de veinte años, siempre me pregunté el por qué un Presidente de la República no pronunciaba esa frase. En mi cabeza, y creo que en la de casi todos los mexicanos, difícilmente podríamos imaginar que un Presidente de la República se levante pensando en cómo joder a un país. Bien o mal, todos creo que lo comparten. Incluso debe ser el mayor orgullo lograr ser Presidente, y sólo pocos lo alcanzan. También debe ser muy complicado tomar las riendas de una nación, y tomar decisiones que a muchos no nos pueden gustar.
Apenas hace un par de semanas le preguntaba a Margarita Zavala en una conferencia, sobre qué creía que les podía suceder a los presidentes de la República cuando se sientan en la silla presidencial. A veces pareciera como si les creciera un cápsula alrededor, y los aislara del mundo para no escuchar. También pareciera como si el metro cuadrado de influencia sobre el Presidente, de parte de sus asesores, o de la gente que lo rodea, fuera más caro que un metro cuadrado en la Quinta Avenida de Nueva York. Por ejemplo, en el sexenio de Felipe Calderón, la guerra contra el narco fue la mayor crítica. En este sexenio quizá el que se hayan centralizado tanto en la aprobación de las famosas reformas estructurales, que seguramente veremos sus beneficios a largo plazo, y que hayan descuidado los temas de transparencia y combate a la corrupción, hoy convertidos en un talones de Aquiles.
Zavala me contestó que para no perder el piso y encapsularse en la silla presidencial, se requiere de valores, de la familia y de los amigos. Mencionó que “hay quienes se marean en un ladrillo, y hay quienes se marean, incluso, hasta en una corcholata”. Y me acordé de varios amigos que les ha pasado eso en este gobierno, incluso con puestos menores. Y creo que Margarita tiene razón, hay que regresar al origen para no perdernos.
Hay cifras en todos los gobiernos buenas y malas, hay aciertos y errores. Y sí, poco se habla de lo bueno que sucede, porque a veces la malas noticias son tan escandalosas que lo positivo se opaca en el discurso. Y también siempre me he preguntado, el por qué nuestro Presidente no habla o puntualiza más en sus discursos sobre todo lo virtuoso que ha hecho en su gobierno. Quizá exista un área de oportunidad para quien le escribe sus discursos, se enfoque más en ello.
Y a mi mente llegan los nombres de dos ex Presidentes que alcanzaron la cumbre del poder, los niveles más altos de aceptación en sus países, y sobre todo, de popularidad. Me refiero al ex Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, y al ex Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. El primero de derecha, el segundo de izquierda. Ambos lograron poner a sus países en el centro de atención de todo el mundo. Tanto los mexicanos, como los brasileños, vivimos un sueño durante sus gobiernos. ¿Quién no recuerda el exitoso programa de “Solidaridad” del Presidente Salinas?, ¿O el programa “Hambre Cero” o “Bolsa de Familia” de Lula?. Ambos contribuyeron a sacar a millones de personas de la pobreza. Adicional a que tuvieron un rol sumamente participativo en el ámbito internacional de promoción de sus países.
Pero uno se pregunta, ¿Cómo lo lograron?, aunque en el caso mexicano al final del sexenio del Presidente Salinas las cosas no hayan terminado tan también, ni para Brasil, que hoy vive una de sus mayores crisis políticas y económicas de su historia. Creo que la respuesta de sus éxitos está en una pequeña frase: cambiaron la percepción que tenía la población sobre su gobierno. Ahí me parece que estuvo la clave.
Celebro que el Presidente Peña nos hable a los mexicanos con frases más directas, más realistas. Valdría, incluso, que pusiera en contexto las cosas buenas que suceden en México, con respecto a otros países en el mundo que se hayan inmersos en una crisis, incluso de inestabilidad.
Habría que enfocarse en cambiar la percepción que existe sobre la corrupción y la impunidad. Tienen en bandeja de oro dos casos para predicar con el ejemplo, el de los ex gobernadores Javier Duarte y el de Guillermo Padrés. Ojalá pronto lo alcance la justicia.