Cada vez que leo una noticia que encontraron una fosa clandestina con cientos de partes de seres humanos se me pone la piel chinita. La más reciente se dio apenas a conocer la semana pasada en el ejido de Patrocinio, municipio de Allende, Coahuila, donde se encontraron más de 4 mil fragmentos de restos humanos, “lo que la convierte en el cementerio clandestino más grande del país en los últimos años”, de acuerdo a la senadora del PAN por Tlaxcala, Adriana Dávila. Otros analistas, como la escritora Lydia Cacho, lo han catalogado como un verdadero “campo de exterminio”.
De las primeras versiones, se presume que muchas de esas personas encontradas fueron víctimas de trata, de trabajos forzados por parte de la delincuencia organizada. Son restos de niños, niñas y adultos.
Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Morelos, Sinaloa, Sonora, Nuevo León, Tamaulipas, entre otros estados, han reportado tener fosas clandestinas. Lo irónico es que dichos lugares, en su mayoría, no han sido descubiertos por la autoridad, por la policía que debiera hacer su trabajo, sino por los familiares de las personas desaparecidas que claman justicia, que lloran por su seres queridos, y por saber qué fue de ellos. Un ejemplo escalofriante es el del estado de Veracruz, donde en 4 años la Policía sólo ha encontrado 6 fosas clandestinas, mientras que los ciudadanos en tan sólo 5 meses han encontrado 90.
Pero no sólo el crimen organizado participa en la formación de fosas clandestinas, también lo hace la propia policía, como es el caso de la Fiscalía del Estado de Morelos que enterró ilegalmente en una fosa común en el panteón de Tetelcingo, en el municipio de Cuautla, Morelos, más de 117 restos de seres humanos, donde por lo menos, 84 cuerpos presentaba huellas de violencia, mutilaciones, disparos de arma de fuego, heridas punzo cortantes o están incompletos, según un informe realizado por la Universidad de Morelos.
Por su parte, el gobierno federal tiene un registro total de 27 mil 659 desaparecidos, desde 2007 hasta el 31 de diciembre de 2015. Tamaulipas y Veracruz encabezan la lista de reportados ante la PGR.
Ante los sucesos, las asociaciones civiles solicitan a la autoridad de algunos estados presentar ante sus congresos estatales una Ley de Exhumaciones e Identificaciones de Personas Desaparecidas.
Y vuelvo la mirada a las páginas de personas desaparecidas en nuestro país y sus historias. Reviso la página en Facebook “Alerta Amber Nacional” que no es oficial, y que incluso sus creadores han recibido amenazas para cerrarla. Leo los casos de diferentes mujeres, todas ellas con dos características similares: son jóvenes y atractivas. Los casos recientes de Vanessa Gaspar Gómez de 15 años de edad, quien desapareció en Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México; el perfil de Montserrat Yael Gutiérrez Robles de 17 años, desaparecida en Ciudad Azteca; destaca Nancy Ríos García de 32 años , desparecida en el Centro de la Ciudad de México.
De las primeras versiones, se presume que muchas de esas personas encontradas fueron víctimas de trata, de trabajos forzados por parte de la delincuencia organizada. Son restos de niños, niñas y adultos.
Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Morelos, Sinaloa, Sonora, Nuevo León, Tamaulipas, entre otros estados, han reportado tener fosas clandestinas. Lo irónico es que dichos lugares, en su mayoría, no han sido descubiertos por la autoridad, por la policía que debiera hacer su trabajo, sino por los familiares de las personas desaparecidas que claman justicia, que lloran por su seres queridos, y por saber qué fue de ellos. Un ejemplo escalofriante es el del estado de Veracruz, donde en 4 años la Policía sólo ha encontrado 6 fosas clandestinas, mientras que los ciudadanos en tan sólo 5 meses han encontrado 90.
Pero no sólo el crimen organizado participa en la formación de fosas clandestinas, también lo hace la propia policía, como es el caso de la Fiscalía del Estado de Morelos que enterró ilegalmente en una fosa común en el panteón de Tetelcingo, en el municipio de Cuautla, Morelos, más de 117 restos de seres humanos, donde por lo menos, 84 cuerpos presentaba huellas de violencia, mutilaciones, disparos de arma de fuego, heridas punzo cortantes o están incompletos, según un informe realizado por la Universidad de Morelos.
Por su parte, el gobierno federal tiene un registro total de 27 mil 659 desaparecidos, desde 2007 hasta el 31 de diciembre de 2015. Tamaulipas y Veracruz encabezan la lista de reportados ante la PGR.
Ante los sucesos, las asociaciones civiles solicitan a la autoridad de algunos estados presentar ante sus congresos estatales una Ley de Exhumaciones e Identificaciones de Personas Desaparecidas.
Y vuelvo la mirada a las páginas de personas desaparecidas en nuestro país y sus historias. Reviso la página en Facebook “Alerta Amber Nacional” que no es oficial, y que incluso sus creadores han recibido amenazas para cerrarla. Leo los casos de diferentes mujeres, todas ellas con dos características similares: son jóvenes y atractivas. Los casos recientes de Vanessa Gaspar Gómez de 15 años de edad, quien desapareció en Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México; el perfil de Montserrat Yael Gutiérrez Robles de 17 años, desaparecida en Ciudad Azteca; destaca Nancy Ríos García de 32 años , desparecida en el Centro de la Ciudad de México.
![]() |
El término “campo de exterminio” se acuñó durante la Segunda Guerra Mundial en la época de la Alemania nazi. En estos “campos de la muerte” se exterminaban todo tipo de opositores al régimen, principalmente judíos, gitanos, homosexuales, negros, Testigos de Jehová, discapacitados, enemigos de la guerra, entre otros. En esa época existieron siete campos de exterminio, principalmente en Polonia, entre los que destacan Auschwitz-Birkenau y Treblinka. Ahí, las escuadras de defensa militar y policiaca conocidas como “SS”, lideradas por Adolfo Hitler, asesinaban de forma masiva a los prisioneros.
Entre los horribles métodos utilizados estaban los ahogamientos masivos, donde apilaban a diversos prisioneros y los amarraban con cuerdas y alambres, para posteriormente ser arrojados a un río o pantano. También se utilizaban las cámaras de gas donde cabían entre 500 y 700 prisioneros, la cámaras eléctricas cuyo suelo estaba electrificado, el ahorcamiento, el despeñamiento, el hacinamiento, los golpes con martillo en la cabeza, el uso de veneno, los fusilamientos masivos, la invitación al suicidio, la muerte en duchas de agua helada, por fuego o por bombas. En muchos casos, la muerte iba acompañada de tortura, abuso, y mutilación.
¿Algunos de estos métodos les suenan conocidos para México?. A pesar de que no son millones de personas las asesinadas brutalmente en nuestro país, como lo fue en su momento el Holocausto en Alemania, la guerra contra las drogas, la lucha entre los mismos cárteles, la trata de personas, la pornografía infantil, los secuestros, la prostitución, en conjunto, dejan en promedio 56 asesinatos diarios. Existen alrededor de 1,600 víctimas de homicidio doloso por año, según datos de diferentes años del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). Pero las cifras no oficiales refieren que pueden ser muchos más.
La aparición de fosas clandestinas a lo largo y ancho del país con cientos de cadáveres o sus partes; las noticias constantes de desapariciones de mujeres solas, de grupos de jóvenes, de estudiantes, y posterior hallazgo o no de sus cuerpos; los videos del narco ejecutando o mutilando gente, nos remontan al pasado, a los campos de exterminio que existieron, y que todavía persisten en algunos países como Siria con ISIS.
El gobierno de México debe de redoblar sus esfuerzos en materia de seguridad, de vigilancia, de procuración de justicia, pero sobre todo de investigación sobre las personas que a diario desaparecen. “¿Dónde están?” se preguntan padres y madres de los que no sabemos qué les ocurrió. Sólo el hecho de pensar que sus hijos, hermanos, o familiares pudieron ser víctimas de la delincuencia y posteriormente ejecutados en masa debe ser un foco rojo entre todas las autoridad, de todos los colores, de todos los partidos. Hoy fueron ellos, pero mañana podemos ser nosotros.
Entre los horribles métodos utilizados estaban los ahogamientos masivos, donde apilaban a diversos prisioneros y los amarraban con cuerdas y alambres, para posteriormente ser arrojados a un río o pantano. También se utilizaban las cámaras de gas donde cabían entre 500 y 700 prisioneros, la cámaras eléctricas cuyo suelo estaba electrificado, el ahorcamiento, el despeñamiento, el hacinamiento, los golpes con martillo en la cabeza, el uso de veneno, los fusilamientos masivos, la invitación al suicidio, la muerte en duchas de agua helada, por fuego o por bombas. En muchos casos, la muerte iba acompañada de tortura, abuso, y mutilación.
¿Algunos de estos métodos les suenan conocidos para México?. A pesar de que no son millones de personas las asesinadas brutalmente en nuestro país, como lo fue en su momento el Holocausto en Alemania, la guerra contra las drogas, la lucha entre los mismos cárteles, la trata de personas, la pornografía infantil, los secuestros, la prostitución, en conjunto, dejan en promedio 56 asesinatos diarios. Existen alrededor de 1,600 víctimas de homicidio doloso por año, según datos de diferentes años del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). Pero las cifras no oficiales refieren que pueden ser muchos más.
La aparición de fosas clandestinas a lo largo y ancho del país con cientos de cadáveres o sus partes; las noticias constantes de desapariciones de mujeres solas, de grupos de jóvenes, de estudiantes, y posterior hallazgo o no de sus cuerpos; los videos del narco ejecutando o mutilando gente, nos remontan al pasado, a los campos de exterminio que existieron, y que todavía persisten en algunos países como Siria con ISIS.
El gobierno de México debe de redoblar sus esfuerzos en materia de seguridad, de vigilancia, de procuración de justicia, pero sobre todo de investigación sobre las personas que a diario desaparecen. “¿Dónde están?” se preguntan padres y madres de los que no sabemos qué les ocurrió. Sólo el hecho de pensar que sus hijos, hermanos, o familiares pudieron ser víctimas de la delincuencia y posteriormente ejecutados en masa debe ser un foco rojo entre todas las autoridad, de todos los colores, de todos los partidos. Hoy fueron ellos, pero mañana podemos ser nosotros.