¿AMLO podría ser otro Lázaro Cárdenas o un sustituto del PRI?
La única referencia que se tiene de Andrés Manuel López Obrador como gobernante fue su periodo de jefe de gobierno de la Ciudad de México. Si se hiciera un análisis sencillo, se podría decir que fueron más los escándalos que se creó él mismo con las confrontaciones personales con otros líderes políticos, que su manera de gobernar.

En este sentido, su imagen “mesiánica”, “egocentrista” o “conflictiva –adjetivos que se fue ganando con sus actitudes- sobrepasaron por mucho los logros reales de su gobierno, lo que generó que alrededor de él se concentraran dos fuerzas de choque opuestas: o lo seguías o lo odiabas.

Pero más allá de los escándalos de corrupción de algunos de sus colaboradores y la discrecionalidad con que manejó algunos temas de dinero y deudas generadas por obras como el famoso “segundo piso”, también implementó programas sociales como la ayuda a adultos mayores, que fueron la base para que el gobierno federal lo hiciera después a nivel federal.

En fin, que la percepción puede ser variada y con parámetros diversos de los resultados obtenidos durante su mandato, el hecho es que se ha encargado de crear una imagen propia que confronta, que discute, que desoye y que insulta a sus “enemigos” políticos, las instituciones y a la “mafia del poder”; además de que se le acusa de su “obsesión” y por llegar a la presidencia aunque esto destruya movimientos sociales, partidos y organizaciones.

Y a pesar de que AMLO ha tomado una bandera política y social que en su discurso defiende el petróleo para los mexicanos por ejemplo, algo cercano a Lázaro Cárdenas, la revista The Economista señaló que por todo lo antes señalado, el tabasqueño tiene muy pocas posibilidades de convertirse en un líder social como lo fue el “Tata”.

De ahí la confusión –supongo que creada a propósito por sus detractores- de acusarlo de ser populista y con propuestas que están fuera de la realidad, pero lo que sucede es que AMLO no es un gran líder en el amplio sentido de la palabra, sino un político astuto que sabe jugar diversos roles de acuerdo a las circunstancias, pero nunca fuera de un marco ideológico diferenciado de sus contrincantes.

En un texto publicado en la revista The Atlantic, titulado “El salvador populista de México puede ser demasiado bueno para ser cierto” -más allá del título que parece ser la interpretación común que se hace de AMLO-, se señala un hecho fundamental para que ahora mismo esté en la punta de las encuestas de candidatos y con probabilidades de ganar la presidencia de 2018.

Así, el líder de Morena “debe su popularidad, en gran parte, a los fracasos de los últimos tres presidentes de México, con un PRI empañado por varios escándalos de corrupción bajo el profundamente impopular Peña Nieto y un PAN que falló en la oportunidad de consolidar la alternancia y bajo Felipe Calderón, México descendió a una sangrienta guerra contra las drogas cuyas víctimas eran predominantemente las más pobres del país”.

En otro texto de The Economist de marzo pasado, señala que “AMLO, con más de 20 años en el terreno de la política mexicana, se ha presentado como el político que ha ido en contra de los privilegios, la corrupción y el establishment político”, pero también advirtió de la realidad que vive el país y que es un síntoma de que las cosas no funcionan.

“Los votantes están enfurecidos por la corrupción, el crimen, que está aumentando de nuevo y el débil crecimiento económico”, dice el texto, por lo que la popularidad de AMLO crece y los votantes hartos de todo esto usan la lógica de que hay “que darle una oportunidad” con la esperanza de haya un cambio real en su gobierno.

Desde mi punto de vista, hay una herencia ideológica que ha marcado la educación de los políticos de las últimas generaciones y ésta se basa –nos guste o no- en la dictadura del PRI y en donde se formaron casi todos los que ahora controlan el poder o quieren acceder a él.

Llámense como se llamen y tengan los colores que quieran, todos actúan prácticamente de la misma manera, todos en la búsqueda obsesionada del poder y bajo premisas mesiánicas y egocentristas de que son capaces de cambiar al país ellos solos.

Y el mejor ejemplo es ahora mismo la familia Calderón Zavala, que enemiga de AMLO ha utilizado sus mismos métodos para candidatear a Margarita y de paso golpear al PAN y a una posible coalición de oposición, así que de populistas a populistas, en México pocos políticos se salvan.


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