Ha llegado el momento de aprovechar lo que la temporada ofrece. Los partidos que habrán de integrar el Frente Ciudadano por México —PAN, MC y PRD— han aprobado, respectivamente, los convenios necesarios para que la coalición electoral siga avanzando. “Ahora vamos a una tercera etapa de convenio, métodos y candidatos”, declaró la presidenta del PRD. Buena suerte.
Buena suerte, pero también buenos oficios: ambos serán necesarios para explicar a los perredistas los términos en que se negociará una candidatura presidencial a la que, a final de cuentas, la militancia jamás ha tenido acceso. No lo tuvo con Cárdenas, no lo tuvo con López Obrador, no lo tendrá con el Frente Ciudadano. Los perredistas se han tenido que resignar, desde 1994 (desde el 87), a que sus aspiraciones nunca podrán llegar más allá de la dirigencia del partido: hoy, además, podrían estar entregando esa candidatura a quienes fueron sus principales adversarios en los sexenios de la alternancia. “En el tema de las candidaturas estamos trabajando para que se ponga al frente a la persona que esté mejor capacitada para ello”, declaró también Alejandra Barrales. Perredistas agitando banderines de Ricardo Anaya: ¿es posible imaginarlo?
O, ¿es posible imaginar a los perredistas agitando los banderines de quien se supone que debería de ser su propio candidato? En este escenario, los perredistas terminarían entregando la siempre inasible candidatura presidencial a un político poco popular, que fue electo al amparo de sus siglas, pero que jamás ha querido ser identificado con ellos. Un político que llegó sin que nadie lo esperara, que los dejó de lado, que no ha logrado crecer de acuerdo con sus propios planes y cuya relevancia —y popularidad— se ha diluido entre medidas de color de rosa.
Convenio, método y candidatos. Las negociaciones serán complicadas, en un juego de poder en el que cada uno de los participantes anticipa el valor de sus piezas en el 2018: de ahí las amenazas de algunas corrientes perredistas en el sentido de que podrían irse por la libre —o sumarse a las huestes de Andrés Manuel. Amenazas que han sido conjuradas, pero que han sido formuladas y son, en realidad, un llamado a propuestas por parte del Mesías Tropical. Un llamado a negociaciones.
Ha llegado el momento de aprovechar las ofertas, como decíamos en un principio: en tanto suceda la elección, el Frente Ciudadano se convertirá en un escaparate de grupos de poder que, para lograr sus propios fines, estarán dispuestos a irse con quien ofrezca más por las clientelas que representan. Hacia un lado y hacia el otro, a la izquierda y la derecha: comienza la subasta de votos y apoyos entre los todavía perredistas y Andrés Manuel, entre los todavía panistas y Margarita, entre los emecés y cualquiera que les llegue al precio.La fiesta de la democracia.
No deja de ser extraño el destino de los perredistas: quienes fueron a la cárcel por sus ideas, hoy apoyan a los que los denunciaron; quienes tomaron las calles para protestar contra el mal gobierno, hoy apoyan a quienes los miraron con desprecio; quienes dieron su sangre por la democracia, hoy están dispuestos a entronar a quienes —siempre— han señalado como los perversos representantes del capital. A final de cuentas, quienes quisieron cambiar el mundo hoy entregan, de nuevo, la candidatura presidencial con la que quizás lo podrían haber logrado.
No es cualquier cosa: algo muy grande les debe de haber prometido Alejandra Barrales a quienes han puesto los muertos y los detenidos, a quienes han marchado en las calles y hecho el trabajo en el territorio. Algo tan grande como lo que deben de haber prometido los otros dos partidos a sus propios seguidores, aunque no tanto como lo que les ofrecerá el Mesías Tropical. No deja de ser irónico que todo esto suceda, precisamente, en el Buen Fin. El Buen Fin de la democracia: aproveche las ofertas.
Buena suerte, pero también buenos oficios: ambos serán necesarios para explicar a los perredistas los términos en que se negociará una candidatura presidencial a la que, a final de cuentas, la militancia jamás ha tenido acceso. No lo tuvo con Cárdenas, no lo tuvo con López Obrador, no lo tendrá con el Frente Ciudadano. Los perredistas se han tenido que resignar, desde 1994 (desde el 87), a que sus aspiraciones nunca podrán llegar más allá de la dirigencia del partido: hoy, además, podrían estar entregando esa candidatura a quienes fueron sus principales adversarios en los sexenios de la alternancia. “En el tema de las candidaturas estamos trabajando para que se ponga al frente a la persona que esté mejor capacitada para ello”, declaró también Alejandra Barrales. Perredistas agitando banderines de Ricardo Anaya: ¿es posible imaginarlo?
O, ¿es posible imaginar a los perredistas agitando los banderines de quien se supone que debería de ser su propio candidato? En este escenario, los perredistas terminarían entregando la siempre inasible candidatura presidencial a un político poco popular, que fue electo al amparo de sus siglas, pero que jamás ha querido ser identificado con ellos. Un político que llegó sin que nadie lo esperara, que los dejó de lado, que no ha logrado crecer de acuerdo con sus propios planes y cuya relevancia —y popularidad— se ha diluido entre medidas de color de rosa.
Convenio, método y candidatos. Las negociaciones serán complicadas, en un juego de poder en el que cada uno de los participantes anticipa el valor de sus piezas en el 2018: de ahí las amenazas de algunas corrientes perredistas en el sentido de que podrían irse por la libre —o sumarse a las huestes de Andrés Manuel. Amenazas que han sido conjuradas, pero que han sido formuladas y son, en realidad, un llamado a propuestas por parte del Mesías Tropical. Un llamado a negociaciones.
Ha llegado el momento de aprovechar las ofertas, como decíamos en un principio: en tanto suceda la elección, el Frente Ciudadano se convertirá en un escaparate de grupos de poder que, para lograr sus propios fines, estarán dispuestos a irse con quien ofrezca más por las clientelas que representan. Hacia un lado y hacia el otro, a la izquierda y la derecha: comienza la subasta de votos y apoyos entre los todavía perredistas y Andrés Manuel, entre los todavía panistas y Margarita, entre los emecés y cualquiera que les llegue al precio.La fiesta de la democracia.
No deja de ser extraño el destino de los perredistas: quienes fueron a la cárcel por sus ideas, hoy apoyan a los que los denunciaron; quienes tomaron las calles para protestar contra el mal gobierno, hoy apoyan a quienes los miraron con desprecio; quienes dieron su sangre por la democracia, hoy están dispuestos a entronar a quienes —siempre— han señalado como los perversos representantes del capital. A final de cuentas, quienes quisieron cambiar el mundo hoy entregan, de nuevo, la candidatura presidencial con la que quizás lo podrían haber logrado.
No es cualquier cosa: algo muy grande les debe de haber prometido Alejandra Barrales a quienes han puesto los muertos y los detenidos, a quienes han marchado en las calles y hecho el trabajo en el territorio. Algo tan grande como lo que deben de haber prometido los otros dos partidos a sus propios seguidores, aunque no tanto como lo que les ofrecerá el Mesías Tropical. No deja de ser irónico que todo esto suceda, precisamente, en el Buen Fin. El Buen Fin de la democracia: aproveche las ofertas.