La notoriedad y presencia política de los candidatos independientes es del tamaño de la crisis de los partidos. Crisis que tiene su origen en el autoritarismo con el que actúan las cúpulas, y la distancia que han tomado con la sociedad. Justo esa realidad es lo que da vida política a la nueva institución. La figura corresponde al derecho de ser votado, un concepto jurídico, más que político, que ha venido a posicionarse en este ánimo social contra lo establecido, y a refrescar nuestra vida democrática.
Los aspirantes a candidatos independientes tienen el derecho de participar, pero enfrentan el reto de obtener la firma digitalizada de 1 por ciento de los ciudadanos en la lista nominal. En teoría, es una tarea sencilla; en la realidad, es más complicado de lo que pueda pensarse porque los candidatos carecen de una organización territorial que soporte un ejercicio de tal naturaleza. El INE hizo bien en definir un método de registro de adhesiones para evitar no solo el fraude, sino el desorden que se presenta en otros tipos de procesos similares, como el del registro de militancia o adherentes de partidos. Sin embargo, el utilizar una aplicación móvil no debió ser la única fuente de registro de firmas. También debió permitirse que los ciudadanos concurrieran a las oficinas distritales del INE para expresar su voluntad de que uno o varios de los prospectos aparezcan en la boleta.
Bien es sabido que, en la democracia, el tema central del sistema de representación no son los candidatos, sino los partidos. No hay democracia vigorosa sin partidos; precisamente el problema que se padece es porque los partidos no solo no han marchado a la par de la sociedad y de la apertura democrática, sino que se han aprovechado de su espacio decisorio y han despojado a los ciudadanos de sus derechos, entre otros, el de ser votado. Si en los partidos hubiera procesos democráticos y mecanismos de inclusión ciudadana, difícilmente habría candidatos independientes con el protagonismo e importancia que ahora tienen.
Para la sociedad actual, y esto es un problema que no solo atañe a nuestro país, los partidos políticos han perdido funcionalidad, precisamente porque han alterado la premisa básica del poder y de la representación. Los mandantes —los ciudadanos— han sido despojados de su poder por los partidos tradicionales. Por eso los proyectos disruptivos se vuelven exitosos, por el fastidio ciudadano frente a lo existente. Los partidos se empoderaron y utilizaron en su beneficio los espacios institucionales que genera el ejercicio de su mediación. La partidocracia es lo de ahora, y la rebelión ciudadana al momento electoral es lo que con frecuencia prevalece. En el caso mexicano hasta Morena es percibida ya como más de lo mismo.
El autoritarismo en los partidos para seleccionar candidatos, por ejemplo, explica que la mayoría de los candidatos independientes sean políticos profesionales que, al ver negado su derecho de competir, optan por la vía independiente. Existen casos de auténticos ciudadanos sin trayectoria partidaria en la disputa del cargo, pero entre los aspirantes presidenciales solo los casos del comunicador Pedro Ferriz y María de Jesús Patricio Martínez, vocera del Consejo Indígena de Gobierno, corresponden con fidelidad al sentido de la institución de candidato independiente.
Aún con eso, es deseable que todos los aspirantes estuvieran en la boleta; sus biografías los acreditan en su aspiración y su paso por partidos les dan ventajas competitivas, pues están claros de lo que la institucionalidad partidaria no ha hecho bien en su relación con la sociedad. Este tema de varios candidatos independientes preocupa a algunos partidos, en particular a aquellos que presuponen ventaja, como López Obrador y Morena. Es cierto que la fragmentación del voto modifica los términos de la contienda; pero no afecta a un partido o candidato en especial. Si López Obrador repitiera la proporción de votos obtenida en sus dos elecciones presidenciales, seguramente obtendría la mayoría.
Para muchos, el triunfo de un proyecto independiente que corrigiera a la partidocracia debió plantear una sola candidatura, como lo sugirió en su momento Jorge Castañeda. Esto pasaba por el acuerdo, no por la imposibilidad de los aspirantes a cumplir con los términos de ley respecto a las adhesiones ciudadanas. No ocurrió así y ahora la realidad plantea para todos ellos la dificultad de lograr la candidatura. Como se advierten las cosas, y sería lamentable, solo Margarita Zavala y Jaime Rodríguez podrían alcanzar el volumen de adhesiones exigidas por la ley.
No nos equivoquemos, el problema no es el aplicativo para el teléfono móvil. Es que el método definido por el INE requiere una estructura que simplemente no se tiene. Hay quien señala que, si se carece de eso, tampoco se tendrá capacidad para competir con dignidad al momento del periodo de campaña para la elección. En la aritmética de la estructura territorial, 500 activistas y 50 supervisores recogiendo cada uno en promedio 30 firmas sumaría 450 mil en un mes, más de 50 por ciento de la meta. El costo directo de todo esto para una empresa familiarizada en trabajo de campo es de poco más de 4 millones y medio de pesos.
Esta fórmula de trabajo voluntario y profesional es lo que llevó al Partido Encuentro Social a obtener su registro, confianza que le permite ahora pensar no solo en un candidato presidencial propio, también en candidatos para todos los cargos de elección.
Pero el problema de los independientes no acaba con el registro. Hacia delante deben plantear una campaña imaginativa, de contraste, con una estrategia de comunicación que atraiga la atención con la generación de noticia y con sinergia entre comunicación tradicional, digital y personalizada. Hacer campaña será un reto mayor. Diferenciación de proyecto y la embestida contra el sistema de partidos son los dos supuestos básicos para un buen resultado, justo como en su momento lo manejó el joven y visionario político independiente de Jalisco y ahora candidato a senador Pedro Kumamoto.
Si bien los independientes llegan a refrescar nuestra vida democrática, la realidad es que los protagonistas centrales del proceso democrático son y seguirán siendo los partidos. Ha llegado el momento de que éstos entiendan su circunstancia para actuar en consecuencia en su propia transformación y supervivencia.
http://twitter.com/liebano
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Los aspirantes a candidatos independientes tienen el derecho de participar, pero enfrentan el reto de obtener la firma digitalizada de 1 por ciento de los ciudadanos en la lista nominal. En teoría, es una tarea sencilla; en la realidad, es más complicado de lo que pueda pensarse porque los candidatos carecen de una organización territorial que soporte un ejercicio de tal naturaleza. El INE hizo bien en definir un método de registro de adhesiones para evitar no solo el fraude, sino el desorden que se presenta en otros tipos de procesos similares, como el del registro de militancia o adherentes de partidos. Sin embargo, el utilizar una aplicación móvil no debió ser la única fuente de registro de firmas. También debió permitirse que los ciudadanos concurrieran a las oficinas distritales del INE para expresar su voluntad de que uno o varios de los prospectos aparezcan en la boleta.
Bien es sabido que, en la democracia, el tema central del sistema de representación no son los candidatos, sino los partidos. No hay democracia vigorosa sin partidos; precisamente el problema que se padece es porque los partidos no solo no han marchado a la par de la sociedad y de la apertura democrática, sino que se han aprovechado de su espacio decisorio y han despojado a los ciudadanos de sus derechos, entre otros, el de ser votado. Si en los partidos hubiera procesos democráticos y mecanismos de inclusión ciudadana, difícilmente habría candidatos independientes con el protagonismo e importancia que ahora tienen.
Para la sociedad actual, y esto es un problema que no solo atañe a nuestro país, los partidos políticos han perdido funcionalidad, precisamente porque han alterado la premisa básica del poder y de la representación. Los mandantes —los ciudadanos— han sido despojados de su poder por los partidos tradicionales. Por eso los proyectos disruptivos se vuelven exitosos, por el fastidio ciudadano frente a lo existente. Los partidos se empoderaron y utilizaron en su beneficio los espacios institucionales que genera el ejercicio de su mediación. La partidocracia es lo de ahora, y la rebelión ciudadana al momento electoral es lo que con frecuencia prevalece. En el caso mexicano hasta Morena es percibida ya como más de lo mismo.
El autoritarismo en los partidos para seleccionar candidatos, por ejemplo, explica que la mayoría de los candidatos independientes sean políticos profesionales que, al ver negado su derecho de competir, optan por la vía independiente. Existen casos de auténticos ciudadanos sin trayectoria partidaria en la disputa del cargo, pero entre los aspirantes presidenciales solo los casos del comunicador Pedro Ferriz y María de Jesús Patricio Martínez, vocera del Consejo Indígena de Gobierno, corresponden con fidelidad al sentido de la institución de candidato independiente.
Aún con eso, es deseable que todos los aspirantes estuvieran en la boleta; sus biografías los acreditan en su aspiración y su paso por partidos les dan ventajas competitivas, pues están claros de lo que la institucionalidad partidaria no ha hecho bien en su relación con la sociedad. Este tema de varios candidatos independientes preocupa a algunos partidos, en particular a aquellos que presuponen ventaja, como López Obrador y Morena. Es cierto que la fragmentación del voto modifica los términos de la contienda; pero no afecta a un partido o candidato en especial. Si López Obrador repitiera la proporción de votos obtenida en sus dos elecciones presidenciales, seguramente obtendría la mayoría.
Para muchos, el triunfo de un proyecto independiente que corrigiera a la partidocracia debió plantear una sola candidatura, como lo sugirió en su momento Jorge Castañeda. Esto pasaba por el acuerdo, no por la imposibilidad de los aspirantes a cumplir con los términos de ley respecto a las adhesiones ciudadanas. No ocurrió así y ahora la realidad plantea para todos ellos la dificultad de lograr la candidatura. Como se advierten las cosas, y sería lamentable, solo Margarita Zavala y Jaime Rodríguez podrían alcanzar el volumen de adhesiones exigidas por la ley.
No nos equivoquemos, el problema no es el aplicativo para el teléfono móvil. Es que el método definido por el INE requiere una estructura que simplemente no se tiene. Hay quien señala que, si se carece de eso, tampoco se tendrá capacidad para competir con dignidad al momento del periodo de campaña para la elección. En la aritmética de la estructura territorial, 500 activistas y 50 supervisores recogiendo cada uno en promedio 30 firmas sumaría 450 mil en un mes, más de 50 por ciento de la meta. El costo directo de todo esto para una empresa familiarizada en trabajo de campo es de poco más de 4 millones y medio de pesos.
Esta fórmula de trabajo voluntario y profesional es lo que llevó al Partido Encuentro Social a obtener su registro, confianza que le permite ahora pensar no solo en un candidato presidencial propio, también en candidatos para todos los cargos de elección.
Pero el problema de los independientes no acaba con el registro. Hacia delante deben plantear una campaña imaginativa, de contraste, con una estrategia de comunicación que atraiga la atención con la generación de noticia y con sinergia entre comunicación tradicional, digital y personalizada. Hacer campaña será un reto mayor. Diferenciación de proyecto y la embestida contra el sistema de partidos son los dos supuestos básicos para un buen resultado, justo como en su momento lo manejó el joven y visionario político independiente de Jalisco y ahora candidato a senador Pedro Kumamoto.
Si bien los independientes llegan a refrescar nuestra vida democrática, la realidad es que los protagonistas centrales del proceso democrático son y seguirán siendo los partidos. Ha llegado el momento de que éstos entiendan su circunstancia para actuar en consecuencia en su propia transformación y supervivencia.
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Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.