Pero eso no es necesariamente una derrota para el de Macuspana; lo que podría ser es simplemente haberse tomado la molestia para meter en cintura a un rebelde.
Las cosas no se saben ni se sabrán, pero probablemente AMLO hizo con Monreal lo que en su momento hizo con Ebrard, quien con más posibilidades que él para competir para la presidencia de la república en 2012, dobló las manos o se las dobló el tabasqueño, vaya Usted a saber.
Esa es la impresión que me da en el caso Monreal, porque al ver la tardía reacción (no sé si por la edad de López ya le fallan los reflejos), tendría una reflexión muy sencilla: el reconocimiento por parte del dueño de Morena de haberse equivocado y, la confirmación de las altas posibilidades de ganar la CDMX como abanderado de otro partido o coalición. Eso era lo que AMLO estaba diciendo con el acercamiento, aunque no fueran sus intenciones las de reconciliarse, sino las de exigir un acto de disciplina y sumisión, mismo que parece haber aceptado Ricardo Monreal.
Entendiendo que el de Zacatecas es muy inteligente, entonces lo que pasó es que pudo haber habido un chantaje con algún argumento inconfesable que ahora convierte al delegado de la Cuauhtémoc en el dócil empleado de Morena que solía ser. Como con Ebrard, le digo.
Al diablo con promesas de puestos futuros, que ellos, como políticos expertos, saben que pueden no cumplirse. Al diablo con la coherencia o el compromiso con la ‘transformación del país’, al diablo con el liderazgo moral; ahí hay gato encerrado y pasa por doblarle las manos al rebelde.
Pero es que la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos y, por lo que se ve, Monreal está a punto de tragarse uno y hacer un ridículo épico.
¿De qué suertes se vale el viejo tabasqueño para haberle parado el tren de la disidencia a Monreal? Vaya Usted a saber.
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