Detrás de cada asesinato, de cada secuestro y de cada atraco hay un hecho incontestable: la total disposición de un individuo particular a perpetrar un delito. Parece una perogrullada, pero si tantos mexicanos no llevaran dentro el impulso de matar o de despojar a los demás de sus pertenencias, entonces no viviríamos en un país tan violento y tan aterradoramente inseguro.
Los japoneses no roban, señoras y señores. Los suizos no matan. Los australianos no secuestran. O, por lo menos, los índices delictivos en sus naciones son incomparablemente más reducidos que los que padecemos en este "México lindo y querido" que, de pronto, ya no parece tan maravilloso ni tan entrañable.
El deterioro de nuestra vida pública ha sido catastrófico en los últimos años. Vivimos en un país abarrotado de rateros en el que ni siquiera se denuncian los robos porque la gente desconfía de unas autoridades que no ayudan, que no cumplen, que no operan y que no resuelven. ¿Para qué ir a la agencia del Ministerio Público a notificar un delito si, encima, corres el riesgo de ser señalado por policías en complicidad con los delincuentes y afrontar entonces consecuencias mucho peores?
Esas personas que son asesinadas todos los días, a lo largo y ancho del territorio nacional, ¿qué pudieron haber hecho para morir así? No hablo de los sicarios de las organizaciones criminales sino del parroquiano de un restaurante, del comerciante, del ama de casa. Un botón de muestra, lectores, luego de hojear las páginas de este periódico: pistoleros mataron a seis personas en un bar de Tepic, cuatro hombres y dos mujeres; el pasado sábado, una profesora y un médico fueron asesinados en la misma ciudad; el domingo, murió una mujer a la que le dispararon cuando vendía frutas y verduras en su coche; en Tizayuca, fueron encontrados cuatro cadáveres en una casa; y, dos mujeres y un hombre fueron ejecutados en Salamanca cuando iban a una clínica en su camioneta. En lo que toca a cargos públicos, el ombudsman de Baja California fue asesinado; también el comandante de la Guardia Civil de Nayarit; ah, y el alcalde electo de Hidalgotitlán, Veracruz. Por último, en Xalapa fueron encontradas bolsas con cinco cadáveres. Todo esto, en unos pocos días. El horror...
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Los japoneses no roban, señoras y señores. Los suizos no matan. Los australianos no secuestran. O, por lo menos, los índices delictivos en sus naciones son incomparablemente más reducidos que los que padecemos en este "México lindo y querido" que, de pronto, ya no parece tan maravilloso ni tan entrañable.
El deterioro de nuestra vida pública ha sido catastrófico en los últimos años. Vivimos en un país abarrotado de rateros en el que ni siquiera se denuncian los robos porque la gente desconfía de unas autoridades que no ayudan, que no cumplen, que no operan y que no resuelven. ¿Para qué ir a la agencia del Ministerio Público a notificar un delito si, encima, corres el riesgo de ser señalado por policías en complicidad con los delincuentes y afrontar entonces consecuencias mucho peores?
Esas personas que son asesinadas todos los días, a lo largo y ancho del territorio nacional, ¿qué pudieron haber hecho para morir así? No hablo de los sicarios de las organizaciones criminales sino del parroquiano de un restaurante, del comerciante, del ama de casa. Un botón de muestra, lectores, luego de hojear las páginas de este periódico: pistoleros mataron a seis personas en un bar de Tepic, cuatro hombres y dos mujeres; el pasado sábado, una profesora y un médico fueron asesinados en la misma ciudad; el domingo, murió una mujer a la que le dispararon cuando vendía frutas y verduras en su coche; en Tizayuca, fueron encontrados cuatro cadáveres en una casa; y, dos mujeres y un hombre fueron ejecutados en Salamanca cuando iban a una clínica en su camioneta. En lo que toca a cargos públicos, el ombudsman de Baja California fue asesinado; también el comandante de la Guardia Civil de Nayarit; ah, y el alcalde electo de Hidalgotitlán, Veracruz. Por último, en Xalapa fueron encontradas bolsas con cinco cadáveres. Todo esto, en unos pocos días. El horror...
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