No entiendo lo del mentado Frente. Mancera, para mayores señas, ¿seguirá en esa cofradía de partidos políticos aunque sus distinguidos miembros no organicen una elección interna para escoger democrática y transparentemente a su candidato presidencial? O, en el caso de que Anaya y Barrales se hayan repartido ya el pastel, como dicen las malas lenguas, ¿el actual alcalde de CDMX (así aparece ahora, en epígrafes rotulados universalmente —en taxis, buses, plazas, esquinas, jardines, jardineras y trajineras— la abreviatura de la capital de todos los mexicanos) escenificará una airada despedida, como la de doña Margarita Zavala de Calderón, desbaratando aún más a ese PRD ya muy mermado por la defección de don Obrador?
A los observadores de la realidad real nos queda muy claro que don Miguel Ángel tiene sus aspiraciones, vaya que sí, y que mientras el antedicho Frente exista como una suerte de acuerdo provisional entre socios aquejados de consustancial precariedad, el hombre habrá de reclamar derechos, potestades, competencias y atribuciones.
Apenas se entiende el críptico mensaje que pregonó hace un par de días y, en consecuencia, no sabemos, a estas alturas, si está dispuesto a apechugar cuando sea proclamada, urbi et orbi, la candidatura presidencial del señor presidente del Partido Acción Nacional, debidamente avalada por la muy pragmática presidenta del Partido de la Revolución Democrática (esto, con perdón, es un pacto entre presidentes, no es un arreglo acordado por simples pelagatos), o si, sabiéndose —o, creyéndose— merecedor de más elevadas encomiendas, se lanzará al ruedo con una pandilla de inconformes perredistas para dinamitar una alianza que, de todas maneras, es contra natura porque los principios de la derecha y de la izquierda no son intercambiables, más allá de que en Chile el maridaje haya sido necesario para ocupar los espacios dejados por Pinochet o de que, ahora mismo, aquí en México, necesitemos de que las diferentes fuerzas políticas se unan para afrontar la amenaza del populismo destructor.
El Frente, diría yo, es necesario. Si se deshace, los militantes de Morena se van a frotar las manos. A Mancera, ¿le importa esto?
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
A los observadores de la realidad real nos queda muy claro que don Miguel Ángel tiene sus aspiraciones, vaya que sí, y que mientras el antedicho Frente exista como una suerte de acuerdo provisional entre socios aquejados de consustancial precariedad, el hombre habrá de reclamar derechos, potestades, competencias y atribuciones.
Apenas se entiende el críptico mensaje que pregonó hace un par de días y, en consecuencia, no sabemos, a estas alturas, si está dispuesto a apechugar cuando sea proclamada, urbi et orbi, la candidatura presidencial del señor presidente del Partido Acción Nacional, debidamente avalada por la muy pragmática presidenta del Partido de la Revolución Democrática (esto, con perdón, es un pacto entre presidentes, no es un arreglo acordado por simples pelagatos), o si, sabiéndose —o, creyéndose— merecedor de más elevadas encomiendas, se lanzará al ruedo con una pandilla de inconformes perredistas para dinamitar una alianza que, de todas maneras, es contra natura porque los principios de la derecha y de la izquierda no son intercambiables, más allá de que en Chile el maridaje haya sido necesario para ocupar los espacios dejados por Pinochet o de que, ahora mismo, aquí en México, necesitemos de que las diferentes fuerzas políticas se unan para afrontar la amenaza del populismo destructor.
El Frente, diría yo, es necesario. Si se deshace, los militantes de Morena se van a frotar las manos. A Mancera, ¿le importa esto?
revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.