Provocadores
En política, las cosas se están poniendo muy delicadas. Tanto algunos actores del establishment como los famosos outsiders o irruptores le están buscando chichis a las víboras. En todos lados.


Nuestros más cercanos ejemplos son Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. Se trata de personajes que sólo pueden despertar uno de dos sentimientos: idolatría u odio.

Lo que será muy interesante y quizá asquerosamente inquietante es saber a ciencia cierta qué los mueve. Me parece muy simplón pensar que es únicamente su narcisismo o sed de poder. Debe haber algo más, algo que quizá muchos sepan, pero no se atrevan a revelar.

En estos días, previos a la Navidad, ambos se lanzan en una espiral de lo que parecería ser el deseo de romper la frágil convivencia de la sociedad. Infringir el mayor daño posible para herir a los pueblos y después recoger dividendos.

En el caso del presidente estadounidense, el incendiario anuncio sobre el reconocimiento de Jerusalén como la capital judía, escupiendo en la cara de los palestinos y los musulmanes en general, promete consecuencias que se dejarán ver en el corto plazo y que instalarán el terror en muchos países; por supuesto, incluidos los Estados Unidos.

La provocación tiene, en una primera lectura, la intención de estimular el odio de los musulmanes para que cometan cualquier acto de barbarie y entonces tener la excusa perfecta para atacarlos militarmente y reprenderlos política y económicamente. Es un sucio juego en el que estoy seguro caerán muchos.

Por parte de López Obrador, da la impresión de que sí intuye la tercera derrota y en un intento desesperado por no perder el terreno que supuestamente tiene ganado pero que previsiblemente perderá toda vez que los candidatos de los otros partidos, coaliciones e independientes entren al escenario electoral, lanza una bomba en su declaración de ofrecer amnistía a los criminales con la clara intención de no dejar nada entre los dos polos.

Polarizar como nunca se ha polarizado a México. De funcionar su ‘estrategia’, ganaría oxigeno porque la sociedad se movería a unos de los dos lados, dejando a candidatos moderados fuera de la jugada, la contienda sería de dos en una especie de referéndum. El pueblo de México quedaría enemistado para siempre. Una reconciliación sería prácticamente imposible. Pero ganaría más de posicionar la idea del perdón en los territorios contralados por las bandas criminales, puesto que las mismas, con toda su capacidad de violencia, estarían obligando a los de por sí sometidos pobladores a votar por la fuerza en favor de AMLO.

¿Perverso? Perversísimo, pero así son estos enfermos.

Twitter: @adejorge


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