El mundo es más grande que nuestra aldea. Y más peligroso, ciertamente. El mensaje de Año Nuevo de António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, es una advertencia —por demás— ominosa:
“Queridos amigos y amigas de todo el mundo. Feliz Año Nuevo. Cuando asumí el cargo, hace un año, hice un llamamiento para que 2017 fuera un año de paz. Lamentablemente, el mundo ha retrocedido en aspectos fundamentales. En este Día de Año Nuevo de 2018, no quisiera hacer ningún llamamiento, sino lanzar una señal de alerta: una alerta roja para nuestro mundo. Los conflictos se han agudizado y han surgido nuevos peligros. La ansiedad mundial en torno a las armas nucleares está al nivel más alto desde la Guerra Fría. El cambio climático está avanzando más rápido que nuestra respuesta. Las desigualdades crecen. Vemos horribles violaciones de los derechos humanos. El nacionalismo y la xenofobia van en aumento”.
México no es la excepción. Los conflictos que enfrentamos en la actualidad no son sino aquellos que no supimos —quisimos— resolver en su momento: los mismos que medraron entonces aprestan el discurso para poder hacerlo de nuevo. El cambio climático nos asuela con estiajes prolongados y huracanes de violencia insospechada; las desigualdades se incrementan, y el Estado de derecho parece esfumarse ante la inoperancia de las autoridades provenientes de todos los partidos. La ignorancia y los prejuicios, propios y ajenos, nos convierten en víctimas del nacionalismo y la xenofobia al norte, pero al mismo tiempo victimarios al sur. Prosigue Guterres:
“En este comienzo del año 2018, quisiera apelar a la unidad de la comunidad internacional. Tengo la firme convicción de que podemos hacer de nuestro mundo un lugar más seguro. Podemos resolver los conflictos, superar el odio y defender los valores compartidos. Pero sólo podemos lograrlo si lo hacemos juntos. Insto a los dirigentes de todo el mundo a cumplir con el siguiente propósito de Año Nuevo. Reduzcamos las diferencias. Superemos las divisiones. Restablezcamos la confianza uniendo a las personas en torno a objetivos comunes. La unidad es el camino. Nuestro futuro depende de ello. Les deseo un 2018 de paz y salud. Muchas gracias”.
Reduzcamos las diferencias, superemos las divisiones: el aviso de António Guterres no podría ser más oportuno para nuestro país, al inicio de un año electoral en el que los actores nacionales parecen estar apostando, precisamente, a provocar la división. Pirrurris y chairos, izquierda y derecha, continuidad o cambio, Palacio Nacional o La Chingada: una campaña de polarización y contrastes podría llevar a cualquier candidato a la Presidencia de la República, aunque a un costo tan elevado que podría comprometer la gobernabilidad —y la estabilidad de las instituciones— en el futuro. El futuro sobre el que —justamente— advierte el secretario general de la ONU con la alerta roja de su mensaje de año nuevo.
Restablezcamos la confianza uniendo a las personas en torno a objetivos comunes. Tiene razón: lo que está en juego en este 2018 que inicia va mucho más allá de la elección, del rencor hacia el partido en el poder o la fe ciega de una izquierda que, a final de cuentas, terminará votando por la ultraderecha que los desprecia y margina.
El futuro del país no puede basarse en la redención prometida por un líder con tintes mesiánicos y sus aliados religiosos, en el odio al Presidente actual o al anterior, o en una plataforma hecha a la medida por uno de los candidatos que logró tomar por asalto a dos partidos al mismo tiempo. La confianza sólo podrá restablecerse si tenemos objetivos comunes: la elección presidencial no puede basarse en la división, sino en la unión de todos los mexicanos en una causa común más virtuosa que simplemente entronizar al eterno perdedor.
La unidad es el camino. Nuestro futuro depende de ello. Les deseo un 2018 de paz y salud.
“Queridos amigos y amigas de todo el mundo. Feliz Año Nuevo. Cuando asumí el cargo, hace un año, hice un llamamiento para que 2017 fuera un año de paz. Lamentablemente, el mundo ha retrocedido en aspectos fundamentales. En este Día de Año Nuevo de 2018, no quisiera hacer ningún llamamiento, sino lanzar una señal de alerta: una alerta roja para nuestro mundo. Los conflictos se han agudizado y han surgido nuevos peligros. La ansiedad mundial en torno a las armas nucleares está al nivel más alto desde la Guerra Fría. El cambio climático está avanzando más rápido que nuestra respuesta. Las desigualdades crecen. Vemos horribles violaciones de los derechos humanos. El nacionalismo y la xenofobia van en aumento”.
México no es la excepción. Los conflictos que enfrentamos en la actualidad no son sino aquellos que no supimos —quisimos— resolver en su momento: los mismos que medraron entonces aprestan el discurso para poder hacerlo de nuevo. El cambio climático nos asuela con estiajes prolongados y huracanes de violencia insospechada; las desigualdades se incrementan, y el Estado de derecho parece esfumarse ante la inoperancia de las autoridades provenientes de todos los partidos. La ignorancia y los prejuicios, propios y ajenos, nos convierten en víctimas del nacionalismo y la xenofobia al norte, pero al mismo tiempo victimarios al sur. Prosigue Guterres:
“En este comienzo del año 2018, quisiera apelar a la unidad de la comunidad internacional. Tengo la firme convicción de que podemos hacer de nuestro mundo un lugar más seguro. Podemos resolver los conflictos, superar el odio y defender los valores compartidos. Pero sólo podemos lograrlo si lo hacemos juntos. Insto a los dirigentes de todo el mundo a cumplir con el siguiente propósito de Año Nuevo. Reduzcamos las diferencias. Superemos las divisiones. Restablezcamos la confianza uniendo a las personas en torno a objetivos comunes. La unidad es el camino. Nuestro futuro depende de ello. Les deseo un 2018 de paz y salud. Muchas gracias”.
Reduzcamos las diferencias, superemos las divisiones: el aviso de António Guterres no podría ser más oportuno para nuestro país, al inicio de un año electoral en el que los actores nacionales parecen estar apostando, precisamente, a provocar la división. Pirrurris y chairos, izquierda y derecha, continuidad o cambio, Palacio Nacional o La Chingada: una campaña de polarización y contrastes podría llevar a cualquier candidato a la Presidencia de la República, aunque a un costo tan elevado que podría comprometer la gobernabilidad —y la estabilidad de las instituciones— en el futuro. El futuro sobre el que —justamente— advierte el secretario general de la ONU con la alerta roja de su mensaje de año nuevo.
Restablezcamos la confianza uniendo a las personas en torno a objetivos comunes. Tiene razón: lo que está en juego en este 2018 que inicia va mucho más allá de la elección, del rencor hacia el partido en el poder o la fe ciega de una izquierda que, a final de cuentas, terminará votando por la ultraderecha que los desprecia y margina.
El futuro del país no puede basarse en la redención prometida por un líder con tintes mesiánicos y sus aliados religiosos, en el odio al Presidente actual o al anterior, o en una plataforma hecha a la medida por uno de los candidatos que logró tomar por asalto a dos partidos al mismo tiempo. La confianza sólo podrá restablecerse si tenemos objetivos comunes: la elección presidencial no puede basarse en la división, sino en la unión de todos los mexicanos en una causa común más virtuosa que simplemente entronizar al eterno perdedor.
La unidad es el camino. Nuestro futuro depende de ello. Les deseo un 2018 de paz y salud.