Más alta del siglo
Para regocijo de los agoreros del desastre y profetas del infortunio, la inflación cerró 2017 en el nivel más alto del siglo. Dicen que en diecisiete años, pero desperdician la oportunidad de ponerlo en términos seculares y sonar todavía más catastrofistas. Por un pelo, quedamos debajo de 6.8 por ciento, que podemos redondear en 7.0 por ciento para que se note todavía más. O se puede buscar un grupo de productos con alzas mucho mayores, y con ello ser más convincentes.

Bueno, aprovechen, agoreros y profetas, porque nada más les quedan 12 días. El miércoles 24 de enero se publicará la inflación de la primera quincena de enero y, como ayer adelantaba, puedo apostar que estaremos un punto porcentual por debajo del cierre de 2017. Es decir, en 5.8 por ciento. Eso sigue siendo elevado, sin duda, pero está muy lejos de la catástrofe que vivimos (los que ahora somos viejos) por más de dos décadas. De 1973 a 2000, la inflación fue mayor que la de 2017. El mínimo en esos años fue de 7.1 por ciento (1994) y el máximo de 159.2 por ciento (1987). El promedio de esos 28 años fue de 37.3 por ciento.

El alza inflacionaria durante el año pasado parece tener dos causas principales. Una, conocida por todos, es el cambio en la manera en que se fijaban los precios de los combustibles. Por fin se liberó ese mercado y se estableció claramente un impuesto. Esa medida merece aplauso y será de gran utilidad de aquí en adelante. El costo político del ajuste era evidente, y por eso lo adelantaron un año, para evitar que les dañara mucho justo en la campaña electoral. El impacto directo del alza de combustibles, a través del costo del transporte, fue de un punto porcentual. En diciembre de 2016 la aportación de este rubro a la inflación total era de 0.6 por ciento. En el mes pasado fue de 1.6 por ciento. En este mes de enero desaparecerá prácticamente todo lo adicional, por simple comparación.

La otra causa parece ser la depreciación del peso, que inició con la campaña de Trump, en julio de 2015, y alcanzó su máximo cuando él tomó posesión de la presidencia, en enero pasado. Pasamos de 15 a 22 pesos por dólar en ese lapso. Y aunque durante buena parte de 2016 no hubo traslado a la inflación, en algún momento eso iba a terminar. Hay que recordar que desde julio de 2014, de forma simultánea al fortalecimiento del dólar, los precios de las materias primas se hundieron, de manera que el efecto combinado sobre los precios de importación no fue significativo. Conforme los precios de commodities tocaron fondo, e incluso rebotaron un poco, las cosas cambiaron. Más cuando parecía que el dólar se iba de forma definitiva.

Este segundo impacto no va a desaparecer. De hecho, se debe a él la pequeña alza en gasolinas durante estos días y, la más importante, en el gas doméstico. Incluso parecen estar usando esto como excusa para elevar el precio de las tortillas, y no dudo que en otros productos. De hecho, en los últimos meses, quitando el transporte, con inflación de dos dígitos, el rubro que más subió fue el de alimentos y bebidas. En el tercer trimestre la inflación en este renglón fue superior a 9.0 por ciento, pero ya en el último se redujo a 7.6 por ciento. El impacto directo del gas, a través de la inflación en vivienda, es mucho menor, pero ubica este rubro en 5.0 por ciento anual.

Por eso creo que la inflación se reducirá en un punto, pero no mucho más que eso. Lo demás habrá que frenarlo durante el año. Hay presión, pero nada del otro mundo, a pesar de agoreros y profetas.

Twitter: @macariomx
Publicado originalmente en El Financiero


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