A partir de este modesto ejercicio, iniciaré una serie de reflexiones que tienen como objetivo, aportar al lector elementos que le permitan entender el contexto en el que se desarrolla el proceso electoral de 2018, en el cual además de estar en juego varias gubernaturas y ayuntamientos, diputaciones locales, federales, y el senado, también estará en juego la joya de la corona, es decir, la titularidad de la Presidencia de la República.
Bueno, y por ser la Presidencia de la República, la joya de la corona, el cargo más ambicionado por la clase política, por su centralidad y manejo de recursos, nos centraremos en el estudio y análisis de los aspirantes a este cargo. Hay una gran variedad de actores que se perfilan para competir (a la fecha son aspirantes o precandidatos) por dicho puesto y a veces nos cuesta trabajo distinguir qué papel juega cada uno en el escenario político; pues bien, para acercar al lector a sobre el tema, se hacen las siguientes reflexiones.
Iniciemos con el contexto ¿De dónde venimos? Pues bien, como lo ha documentado la historia en general y la ciencia política en particular, venimos de un régimen de gobierno autoritario (ni democrático ni totalitario, digamos algo intermedio, emanado de los grupos triunfantes de la Revolución Mexicana) donde no había alternancia política desde la 1929, año en que se fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), posteriormente se transformó en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y finalmente en Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Antes como ahora, los diferentes gobiernos del PRI, en sus tres niveles de gobierno fueron señalados por todo tipo de abusos y barbaridades que van desde la desaparición o muerte de los opositores, robo de tierras, aguas, tala clandestina de bosques, explotación discrecional de minas, contrabando, y un largo ETC que se complementaba con el saqueo sistemático de las arcas públicas y los negocios a modo a la sombra del poder. Corrupción posible en buena medida, por un diseño institucional donde la figura del presidente (también las de los niveles inferiores) no tenían contrapesos y cada fin de sexenio, en la mayoría de los casos concluía con una crisis económica como la de ahora.
A lo largo de ese periodo que señalamos siempre hubo voces discordantes con el régimen: desde las candidaturas de oposición surgidas de la misma familia revolucionaria, la fundación del Partido Acción Nacional (PAN) y el movimiento ferrocarrilero, hasta el Movimiento Estudiantil de 1968, por mencionar solo algunos de los más importantes.
Esta serie de movimientos de movimientos de oposición al régimen, en buena medida, son los antecedentes que dieron origen en 1977 a la primera ley electoral que incorporó a los partidos de izquierda al sistema de partidos, es la ley que permitió la institucionalización de los partidos políticos de izquierda y dio la pauta para iniciar un prolongado proceso de transición a la democracia que culminó con la reforma electoral de 1996, misma que sentó las condiciones institucionales para la alternancia política, por una parte.
Por otra, abrió una nueva era de gobiernos: pasamos de gobiernos unificados (donde el partido gobernante tiene mayoría en ambas cámaras) a un ciclo de gobiernos divididos (donde el partido del presidente no tiene mayoría en una o en ambas cámaras, el poder se dividió). De 1997 a la fecha, la constante han sido los gobiernos divididos, y también presidentes que no cuentan con el apoyo de la mayoría para gobernar, lo cual hace cuestionable su legitimidad y debería también abrir el debate sobre la ética para gobernar y el cambio de régimen.
Para continuar, la próxima semana hablaremos un poco más de los gobiernos divididos: abordaremos el tema de la legitimidad y en este contexto, se explicará porque debe cambiar el régimen, exploraremos la oferta institucional que hay en el mundo y posteriormente empezaremos a analizar cuál es el papel de cada uno de los candidatos con relación al régimen. Nos buscamos pronto.
Bueno, y por ser la Presidencia de la República, la joya de la corona, el cargo más ambicionado por la clase política, por su centralidad y manejo de recursos, nos centraremos en el estudio y análisis de los aspirantes a este cargo. Hay una gran variedad de actores que se perfilan para competir (a la fecha son aspirantes o precandidatos) por dicho puesto y a veces nos cuesta trabajo distinguir qué papel juega cada uno en el escenario político; pues bien, para acercar al lector a sobre el tema, se hacen las siguientes reflexiones.
Iniciemos con el contexto ¿De dónde venimos? Pues bien, como lo ha documentado la historia en general y la ciencia política en particular, venimos de un régimen de gobierno autoritario (ni democrático ni totalitario, digamos algo intermedio, emanado de los grupos triunfantes de la Revolución Mexicana) donde no había alternancia política desde la 1929, año en que se fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), posteriormente se transformó en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y finalmente en Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Antes como ahora, los diferentes gobiernos del PRI, en sus tres niveles de gobierno fueron señalados por todo tipo de abusos y barbaridades que van desde la desaparición o muerte de los opositores, robo de tierras, aguas, tala clandestina de bosques, explotación discrecional de minas, contrabando, y un largo ETC que se complementaba con el saqueo sistemático de las arcas públicas y los negocios a modo a la sombra del poder. Corrupción posible en buena medida, por un diseño institucional donde la figura del presidente (también las de los niveles inferiores) no tenían contrapesos y cada fin de sexenio, en la mayoría de los casos concluía con una crisis económica como la de ahora.
A lo largo de ese periodo que señalamos siempre hubo voces discordantes con el régimen: desde las candidaturas de oposición surgidas de la misma familia revolucionaria, la fundación del Partido Acción Nacional (PAN) y el movimiento ferrocarrilero, hasta el Movimiento Estudiantil de 1968, por mencionar solo algunos de los más importantes.
Esta serie de movimientos de movimientos de oposición al régimen, en buena medida, son los antecedentes que dieron origen en 1977 a la primera ley electoral que incorporó a los partidos de izquierda al sistema de partidos, es la ley que permitió la institucionalización de los partidos políticos de izquierda y dio la pauta para iniciar un prolongado proceso de transición a la democracia que culminó con la reforma electoral de 1996, misma que sentó las condiciones institucionales para la alternancia política, por una parte.
Por otra, abrió una nueva era de gobiernos: pasamos de gobiernos unificados (donde el partido gobernante tiene mayoría en ambas cámaras) a un ciclo de gobiernos divididos (donde el partido del presidente no tiene mayoría en una o en ambas cámaras, el poder se dividió). De 1997 a la fecha, la constante han sido los gobiernos divididos, y también presidentes que no cuentan con el apoyo de la mayoría para gobernar, lo cual hace cuestionable su legitimidad y debería también abrir el debate sobre la ética para gobernar y el cambio de régimen.
Para continuar, la próxima semana hablaremos un poco más de los gobiernos divididos: abordaremos el tema de la legitimidad y en este contexto, se explicará porque debe cambiar el régimen, exploraremos la oferta institucional que hay en el mundo y posteriormente empezaremos a analizar cuál es el papel de cada uno de los candidatos con relación al régimen. Nos buscamos pronto.