¿Qué está en juego en las próximas elecciones? (II)
Para continuar con los antecedentes inmediatos del régimen político que tenemos, la semana pasada quedamos en que hablaríamos de los gobiernos divididos y su legitimidad, así como explorar la oferta institucional que hay en el mercado político para el cambio de régimen, pero antes de entrar a detalle, es preciso recordar, de dónde venimos, como eran los gobiernos antes de que se dividieran.


Pues bien, durante el periodo que va de 1929 al año 2000, México sólo tuvo gobiernos unificados, gobiernos donde el PRI, no sólo ganaba la Presidencia de la Republica sino también ambas cámaras del Congreso de la Unión eran ganadas por abrumadoras mayorías de candidatos priistas; algo semejante ocurría a nivel estatal y municipal donde casi todo era ganado por el PRI; no había pluralidad y la oposición era testimonial.

Como resultado del proceso de transición a la democracia del que hablamos en la entrega anterior, poco a poco, los diferentes partidos políticos fueron ganando distintas posiciones políticas en diversos ayuntamientos y congresos locales y por primera vez en la historia de la posrevolución, en 1989 el PAN ganó un gobierno subnacional: Baja California.

La elección de 1988 fue clave para la vida política de México, como efecto de sus resultados durante el primer trienio del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el Presidente por primera vez, no contó con la mayoría calificada de (dos tercios de la cámara) su partido para poder reformar la Constitución; no obstante, el PRI continuaba controlando la mayoría absoluta (más de la mitad de la representación de la cámara) para controlar su gestión ordinaria.

En buena medida, los resultados fueron producto de una ruptura al interior del PRI; la Corriente Crítica encabezada por Rodolfo González Guevara, Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, entre otros, formaron el Frente Democrático Nacional que aglutinó a los partidos satélite de aquel momento, postulando a Cuauhtémoc Cárdenas como su candidato presidencial. Posteriormente, esas corrientes políticas se agruparon en el PRD que vino a consolidarse como la principal fuerza de izquierda; con el PRD, PAN y PRI se instaura el tripartidismo que hasta 2015 dominó la lucha política.

Este mismo tripartidismo, dio origen en 1997 a los gobiernos divididos llegaron para quedarse y de entonces a la fecha, no hemos tenido un Presidente que cuente con la mayoría necesaria en las cámaras para sacar adelante su agenda de gobierno; pero no solo eso, esos mismo presidentes, no han tenido el respaldo electoral de la mayoría, han sido presidentes que han carecido de la legitimidad necesaria para gobernar. Han sido presidentes legales, pero no legítimos.

En un régimen democrático, debe gobernar la mayoría; la mitad más uno es la mayoría. En un proceso electoral, el pueblo otorga su consentimiento para gobernar, a través de la mayoría, y en la medida que un gobernante cuenta con el respaldo de la mayoría, es un gobierno legítimo. Dicho lo anterior, un gobierno que apenas cuenta con el respaldo de la mitad, carece del respaldo suficiente para ser legítimo; si su respaldo es menor a la mitad, en la medida que se aleje de la mitad más uno, su déficit de legitimidad se incrementará.

Veamos que ha pasado con la legitimidad de los presidentes mexicanos en los últimos años: en 1994, Ernesto Zedillo obtuvo el 48.69% de los votos; en el 2000, Vicente Fox, ganó con el 42.45%; en el 2006, Felipe Calderón recibió el apoyo del 35.89% de los sufragios; en el 2012, Enrique Peña Nieto fue electo presidente con el 38.12% de los electores. Como se puede observar, hay un déficit importante de legitimidad en la elección de los últimos presidentes ya que han carecido del consentimiento de la mayoría para gobernar.

Que un presidente no cuente con el respaldo de la mayoría para gobernar es grave y debería de ponernos en alerta, esto no puede ser; pero si observamos que el partido del presidente tampoco cuenta con mayoría en las cámaras, el problema de legitimidad de hace más grande ya que estaríamos hablando de un doble déficit. Con ello continuaremos la próxima semana.


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