Cambiemos nuestros prejuicios hacia  los padecimientos psicológicos
Un prejuicio es un pensamiento, una actitud negativa social contra un individuo o grupo al que se le tacha de inferior, inadaptado e indeseable, ya sea por una enfermedad mental, incapacidad o deformidad física, su orientación sexual, e incluso por su color o religión, entre otros aspectos. En conclusión: Rechazo social contra una persona diferente.


En el caso de una enfermedad psicológica, hay diversas, tales como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la epilepsia, pero socialmente son vistas como inaceptables, despreciables y hasta peligrosas e inmorales, apartando y estereotipando dicha sociedad altamente prejuiciosa al individuo señalado por su mal mental, inhumanamente discriminándolo, insultándolo, burlándose de él, agrediéndolo físicamente, y en algunos casos, hasta privándolo de su vida. Psicológicamente comprobado, los muy prejuiciosos no sólo repudian por costumbre, ignorancia o insensibilidad, también lo hacen para tratar de mejorar su oculta y reprimida baja autoestima al compararse positivamente con los considerados menos afortunados mediante su total desprecio hacia ellos.

Por otra parte, es muy importante recordar que el odio, rencor, resentimiento, la venganza, gula, vanidad, envidia, codicia, y sin olvidar al mal del nuevo siglo: El estrés, también son serios y muy nocivos padecimientos mentales; sin embargo, como estos síntomas señalados los padecen todos o prácticamente todos, entonces no son vistos como anormalidades o locuras dignas del despecho e intolerancia masiva.

El fuerte prejuicio ante un mal psicológico a veces comienza desde el mismísimo seno del hogar, con el rechazo de un padre o una madre, o todos los integrantes del núcleo familiar hacia la persona desfavorecida mentalmente, y todo por la vergüenza ante el muy famoso “qué dirán”, entre otros motivos; pero usualmente donde empieza este irracional complejo es en el entorno más próximo del rechazado: La calle o colonia donde vive, lugar en el que diariamente, y con desdeño de muchos vecinos, es evitado a toda costa y en ocasiones también cada integrante de la casa que habita.

¿Pero porqué esta actitud tan negativa? Temor a este contagio o de un atentado contra la integridad de uno, idea errónea de que estos individuos no razonan ni piensan nada, etc., o simplemente por el ya referido “qué dirán”, que los allegados y conocidos empiecen a distanciarse o hasta aíslen al osado y atrevido que se acerca o trata con el sujeto fuera de lo común. Probablemente ya habrás presenciado una situación así, o quizás también en su momento tomaste una postura igual o similar, pero se vale aprender de los errores.

Las empresas, los medios de comunicación, el gobierno, la iglesia y hasta los especialistas en la salud también juegan su rol prejuicioso. Los empleadores por nada del mundo los contratan o siquiera entrevistan, ya que los consideran totalmente inaptos para ejercer eficazmente un puesto, y los que sí laboran ocultan su enfermedad, para evitar ser relevados a los puestos más bajos o incluso el despido y ser mal recomendados. Los medios masivos muchas veces anuncian, por ejemplo: “Mata loco al volante a una niña” o “desquiciado tirotea a una escuela”, por lo que inconscientemente refuerzan esos viejos y nocivos paradigmas. Casi todos los gobiernos del mundo, incluyendo México, no priorizan programas para estas personas, y en general en la salud, dando como resultado pocos o nulos avances en su debido tratamiento y rehabilitación, así como numerosas enfermedades de todo tipo. Respecto a la iglesia, en especial la católica, hasta la fecha hay muchos devotos y autoridades religiosas que mal asocian a una enfermedad psicológica con una posesión diabólica, enfatizando al descuido espiritual de la persona o paciente como la principal causa, una forma sutil de culpar a alguien de sus propios síntomas. Casi todos los especialistas de la salud también caen este vicio, esto al no tener el debido tacto y sensibilidad hacia este tipo de pacientes y no brindarles una solución real ante su padecimiento, enfocándose sólo en la patología y no en la persona que lo padece.

Todavía nos falta mucho como sociedad para concientizar con todos los individuos desfavorecidos a causa de una enfermedad mental, y que aún con sus males psicológicos no dejan de ser humanos, con sentimientos y pensamientos, defectos y virtudes e ilusiones de salir adelante ante los embates de la vida. Ellos necesitan mucha comprensión, paciencia y afecto. No debemos ser tan ajenos y distantes a su sufrimiento. Piensa por un momento… ¿cómo te sentirías si tu padecieras una enfermedad así y la gente te hiciera el feo, o si la tuviese un allegado tuyo?, desde luego que no te gustaría, sufrirías y hasta te deprimirías. Reflexiona un poco todo esto y descubrirás cuán sencillo y grato es mostrar un trato más cálido y cordial hacia estos seres tan necesitados de amor y esperanza.


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