‘La misma gata, pero revolcada’, diría el clásico. En la primera etapa vimos cómo los que ya sabemos que iban a ser candidatos por coaliciones y partidos, se hacían guajes y estaban de lleno en la campaña sólo que sin referirse a sí mismos como candidatos. Una estupidez, pues.
Ahora, con el lunes, comenzaron los tours de medios para nunca mencionar la frase ‘voten por mi’, pero para hacerlo de muchas otras formas. Expresar ideas, conceptos, fórmulas o cualquier ocurrencia que no sea pedir expresamente el voto de los mexicanos. Otra estupidez, pues.
Algunos dicen que esto es una ley electoral soviética; otros, prefieren decir que INE y partidos tratan a los mexicanos como menores de edad. La verdad, es que toda esta capirotada que es nuestra ley electoral es resultado de una infinidad de berrinches del dos veces perdedor y aspirante por tercera ocasión a la presidencia: López Obrador.
De llegar a ser presidente con todas las ventajas que desde el INE fueron construyendo por el miedo que le tienen o el fervor que le profesan, su presidencia no será una luna de miel. Lo he dicho en otras ocasiones: en su administración, el peje no sólo será depositario de las mismas mentiras que él construyó en torno de las administraciones panistas y priistas de los últimos dos sexenios, sino que también contará con la más grande oposición que jamás haya soñado. En el Congreso y en las calles.
Ante el desencanto en su primera mitad de sexenio, vendrá lo que muchos creen que está pasando ahora: la verdadera rebelión contra el sistema podrido que tenemos y, entonces sí, la clase política de la mano de ese mesías obsesionado por el poder sufrirá consecuencias irreversibles.
Si la imposición de AMLO desde el INE y grupos de poder interesados (incluidos los grupos criminales) se consuma, entonces comenzará una nueva revolución mexicana.
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