El rechazo
Responsable de nuestras mayores inseguridades y miedos.



Casi nunca se habla del daño que puede ejercer el rechazo en las personas, del impacto negativo que deja en quien es víctima de éste. Y digo víctima, pues la persona lo recibe en forma de acción u omisión por parte de otro, pues no surge de la voluntad propia.

Si bien, es importante sentirnos dignos de todo lo más bello, no podemos controlar lo que se recibe de otros, porque no se nos educa para aceptar también el rechazo, por ejemplo, esto tendría menos impacto en la formación de la autoestima de las personas.

A nadie le gusta ser rechazado, pero es una realidad a la que nos enfrentamos desde temprana edad, y claro, cuando ya tenemos cierta conciencia sobre este hecho. ¿Pero porqué nos puede tanto ser rechazados por los demás?

De entrada, por naturaleza somos seres sociables, interdependientes con otros con los que cohabitamos el planeta, está en nosotros el interactuar con otras personas por una serie de razones diversas como para procrear, laborar, conversar, crear, y la lista continua… es decir, es imprescindible el rodearnos de otros para darle más sentido y acompañamiento a nuestra existencia, y en este entendido prácticamente se nos educa para tratar de agradar a los demás, más que en primera instancia, enseñarnos a que antes que nada debemos de agradarnos a nosotros mismos, porque ganando la aprobación de muchos pareciera ser más sencillo “dicho acompañamiento” por la vida.

En la infancia, los niños de quienes buscan principalmente la aceptación es de los padres, muchas de las veces estos infantes reciben acciones u omisiones a manera de rechazo, por ejemplo, cuando los niños quieren usar cierto color de ropa y se les indica que es otro, cuando los niños prefieren practicar un deporte y se les inculca otro, cuando los niños son abandonados física o emocionalmente por los padres, cuando en general se desatienden sus necesidades básicas, de seguridad, de pertenencia, etc.
 Las formas del rechazo toman muchas caras, lo cierto es que para el individuo que lo recibe es una manera de decirle, sin decir tan directo, que algo de lo que es le gusta o desea no está bien, que no vale la pena, no es lo correcto, que algo anda mal en su manera de conducirse cuando a veces el rechazo es recibido sin tener ninguna responsabilidad la propia persona, y claro, a veces sí la tiene. La cuestión es que el rechazo nos deja entrever algo, como que no fuéramos suficiente, para cualquiera es difícil tolerar dicha situación.

Un constante rechazo prácticamente siembra algo en los individuos que se cosecha en la adultez, dando como resultado falta de amor propio, y con éste una gama diversa de miedos a interactuar con la sociedad o establecer relaciones cercanas e íntimas, pues la constante es evitar a toda costa el ser desestimados de nueva cuenta.

En resumen, si eres padre toma en cuenta que un NO siempre es válido para educar, pero debemos tener conciencia de que, en la niñez, los infantes buscan primeramente gran parte de su reafirmación como personitas en los mismos padres, así es que se debe tomar en cuenta la manera en que se les dice este “NO” siempre acompañado de un buen fundamento. Los niños ocupan siempre explicaciones para entender lo que está sucediendo y así no resultas ser meramente impositivo, apelas al mejor de los juicios en el niño, lo apoyas y estimulas también al pensamiento crítico desde pequeñito.

Si ya eres un adulto considero importante que reflexiones si es que has contribuido en alguna parte a tal rechazo, ¡quizás no!; además, existe otra posibilidad que debemos comprender de raíz como dice el dicho: “Nadie es monedita de oro para caerle bien a todos”, así que las personas tienen siempre el libre albedrío de decidir en un SÍ o un NO, partiendo de eso mejor aceptemos el rechazo como algo que forma parte de nuestras vidas y no tomarlo como algo tan personal. Eduquemos para vivir en esta posibilidad.


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