¿En qué podemos creer?
Por: Román Revueltas. No hablo de la fe religiosa, lectores, sino de ese sucedáneo suyo que son las ideologías y sus respectivas derivaciones, a saber, las certezas que cada quien, según su muy particular capilla, tiene sobre las cosas.

No hay ni por dónde empezar, oigan, para un liberal converso, como yo, que, justamente por haber adoptado resueltamente los principios de la sociedad abierta, se encuentra aquejado ahora de un irremediable síndrome de no fanatismo.

O sea, que casi no puede uno proferir afirmaciones lapidarias ni juicios terminantes porque siempre estará, detrás, el insidioso germen de la duda. Ejemplos: el capitalismo, generador de la riqueza que termina presuntamente por diseminarse entre todas las clases sociales, ¿no está siendo cada vez más expoliador, más injusto y menos humano? Te crees, con la mitigada convicción que tienes sobre las bondades del libre mercado, que el modelo funciona y, sobre todo, que no hay otra alternativa a la creación de verdadero bienestar. Pero te enteras, luego, de que el prodigioso aumento de la productividad que han experimentado las sociedades modernas no se ha reflejado, ni mucho menos, en los salarios de los trabajadores. Dicho de otra manera, las ganancias ya no se reparten sino que se concentran. De ahí que comprar un coche te supone, hoy día, casi el costo de una casa de la década del 60; y que, encima, los jóvenes de estos tiempos no podrán siquiera hacerse de un techo. ¡Uf!

Sigamos, en este breve recuento, con otra fuente de perturbadora incertidumbre, no hablando ya de lo que acontece en la aldea global sino de los avatares que afrontamos en estos pagos: en lo personal, prefiero estar mínimamente reconciliado con la realidad real en vez de militar en la secta de los rabiosos que todo lo cuestionan y que todo lo rechazan. Y así, me parece que hay bastantes cosas buenas que rescatar y muchos logros que reconocer. Pero, caramba, una amiga me cuenta de su experiencia directa, como maestra, de la reforma educativa, y ya no sé que pensar: ¿se volvió asunto meramente de llenar formularios y de que las plazas se sigan regalando? Si así fuere, podemos perder toda esperanza en el futuro de este país.

En fin, no hay sentencias ni afirmaciones contundentes en este artículo de opinión: hay puras dudas…

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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