Tercera llamada
Entramos ya a la tercera parte del proceso electoral. En la primera, la precampaña, lo más importante que ocurrió fue la ubicación de los candidatos en lugares específicos, que durante la intercampaña, segunda etapa, no se modificaron. De acuerdo con prácticamente todas las encuestas (salvo un par, una de ellas la publicada por El Financiero), AMLO se encuentra en primer lugar, con alrededor de 40% de intención de voto (efectivo); Ricardo Anaya en segundo, a diez puntos de distancia, o tal vez un poco más, y otros cinco o seis puntos detrás, José Antonio Meade.

En esta segunda fase, los ataques del PRI y la PGR a Anaya lograron detener su crecimiento, pero no quitarlo del segundo puesto. Importa, en caso de que el voto útil antiAMLO resulte de peso. Por el momento, aunque el líder tiene clara su posición, no hay que olvidar que sólo cuenta con poco más de un tercio de los votantes. Eso está muy lejos de lo que el discurso triunfalista de sus seguidores, o el catastrofista de sus oponentes, hacen imaginar. No todos los mexicanos quieren a este candidato, ni mucho menos. Pero hasta hoy, son más que los que quieren a cualquier otro.

Los próximos 90 días serán mucho más escandalosos que los que han transcurrido hasta ahora. Aunque muchos estén ya saturados de mensajes políticos, o cansados de cadenas y discusiones inútiles en redes sociales, lo mejor está por venir. Millones de spots, pero, sobre todo, la dedicación de la mayor parte del tiempo al tema político, muy aderezado del carácter religioso que ha caracterizado los últimos años. Para muchos, no se trata de elegir un presidente, el Congreso y miles de puestos locales, sino de una cruzada del bien contra el mal, en donde la aniquilación del contrincante es algo deseable.

Será difícil, pero habrá que hacer un esfuerzo por evitar ese tipo de actitud. En el fondo, la gran mayoría de los mexicanos no entra en este tipo de conflictos. Recuerde que entre 35 y 50% de los mexicanos no votará, y parte de los que sí lo hagan no tendrá mucho interés en el tema. Los que discutimos somos minoría. Los que pierden por completo la razón son aún menos, pero son muy escandalosos y llegan a ser agresivos. Especialmente en 2006 vivimos una ruptura que no ha cerrado, precisamente por el triunfalismo de los seguidores de AMLO y su posterior decepción. Hoy parecen tener más ventaja, no quiero imaginar lo que ocurrirá si una vez más fracasan.

Porque de verdad no hay todavía nada seguro. Insisto en que el 40% de apoyo a AMLO está muy lejos de reflejar el interés de todos los mexicanos, pero además puede ser una cifra engañosa. El enojo con el PRI, especialmente en el sur del país, movió a muchos hacia Morena, pero todavía no es claro que eso sea suficiente. Dos de los estados de la región en donde hay elecciones estatales, Puebla y Veracruz, parecen inclinarse ya por el Frente, mientras los otros dos, Chiapas y Tabasco, lo hacen por Morena. Aunque en estos dos el margen es mayor, en los dos primeros la población es más grande. En los cuatro, el PRI no compite. En el centro, la ventaja de AMLO es clara, pero no aplastante. En Occidente, va rezagado. En el norte, depende mucho de los que abandonan al PRI.

En suma, hay competencia y eso es muy bueno. Quien gane, representará a una fracción de los mexicanos, ni siquiera a la mitad. Debería ser claro que eso implica que no habrá mandato para decisiones rupturistas. Pero en otras ocasiones, en este continente, esto se ha ignorado.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero


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