Último del segundo
Una última colaboración dedicada al segundo debate. Muchos colegas han opinado que el debate fue malo, o muy malo, y concentran su crítica en dos elementos. Por un lado, consideran que la conducción no fue buena, en el sentido de haber sido excesivamente protagónicos los moderadores. No estoy seguro de eso. Tal vez hayan pecado un poco por exceso, pero parte del trabajo consiste en presionar a los candidatos para que respondan, mientan lo menos posible, se haga evidente su debilidad, porque creo que para eso queremos verlos. Durante dos décadas nos quejamos de la moderación que sólo daba la palabra, así que aunque ahora se hayan excedido un poco, me parece que la dirección es la correcta.

La segunda crítica es que prácticamente todo el debate se concentró en el tema de los migrantes, y aunque éste es relevante, no es lo único que existe cuando queremos hablar del exterior. De hecho, originalmente el debate debía tener tres segmentos: inversión y comercio; crimen y seguridad (internacional); y migrantes. No fue así, desde el primer segmento apareció el tema de migración, y ya no se fue.

Tengo la impresión de que esto fue resultado del formato. La excelente idea de empezar a involucrar público (que aunque no llegue a ser “Town Hall” en el primer intento, va por buen camino) se les ocurrió para el asunto en el que menos conocimiento y opinión hay: el internacional. En general, a los mexicanos no les interesa lo que ocurre en el mundo. En eso, nos parecemos a los estadounidenses. Con frecuencia nos burlamos de que no saben ubicar países en el mapa, pero creo que los mexicanos somos iguales. Tal vez peores, a juzgar por lo raquítico de las secciones internacionales en nuestros medios de comunicación.

Para la inmensa mayoría de los mexicanos, el resto del mundo se circunscribe a Estados Unidos. Muchos, porque allá vive algún pariente cercano; otros, porque de ahí viene buena parte de la información que reciben, sea vía televisión, streaming o cine. Unos pocos, porque allá van de vacaciones o de compras. Fuera de eso, hay quien tiene oportunidad de viajar a Europa, o incluso a Asia (muchos más de los que uno imagina), pero sólo conciben el exterior como espacio de turismo. Debe ser poco más de un puñado de compatriotas el que se interesa en los detalles económicos o políticos de otros países.

Por ello, utilizar el formato abierto al público (así haya sido restringido como en esta ocasión) para un tema poco atendido, iba a resultar monotemático: Estados Unidos. Por ser, además, en Tijuana, de todas las posibilidades en la relación bilateral, se privilegió la migración: es sin duda lo más relevante en esa región. Así, aunque asistieron 42 personas que produjeron dos preguntas cada una, las seis elegidas fueron prácticamente coincidentes: facetas de la migración.

Creo que por eso el debate se fue hundiendo. Los candidatos agotaron rápidamente sus ideas acerca del tema, y empezaron a divagar, atacarse en otros flancos, hacer malas bromas y ocurrencias, y los moderadores ahí me parece que sí fallaron, o bien no pudieron salir del brete en que los metió el formato.

Si le sumamos a todo lo anterior que la transmisión ocurrió a una hora complicada para la mayor parte del territorio nacional, y después de la final de futbol, se explica que la atención al mismo haya sido mucho menor. Entiendo que la audiencia fue la mitad de aquellos que atendieron el primer debate. Pero imagino que la mayoría se aburrió en treinta minutos, o menos. Tal vez por ello el efecto en preferencias, hasta el momento, parece ser prácticamente nulo. Aprendamos de la experiencia.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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