El Gran Elector (primera parte)
Así ha dicho Jehova: Maldito el varón que
Confía en el hombre, y pone carne por su
Brazo, y su corazón se aparta de Jehova. 
Jeremías 17:5, R. V.

Durante casi todo el siglo XX los procesos electorales eran actos ceremoniales para investir de cierta legitimidad a un gobernante o a un conjunto de legisladores que, desde el momento que eran designados candidatos del Partido Revolucionario Institucional, se sabía que ganarían debido a que la competencia era testimonial y el sistema electoral estaba diseñado para una competencia ficticia donde el riesgo de perder no existía para el sistema.

De ahí que entre los críticos, la clase política y los estudiosos de los fenómenos políticos de México, el Presidente de la República era conocido como el gran elector; una vez que el presidente palomeaba a un candidato a gobernador o a presidente municipal (de las ciudades más importantes) así como las listas de legisladores federales, con toda seguridad ya tenían la bendición presidencial y en consecuencia, la seguridad de asumir el cargo, una vez transcurrido el ritual electoral.

Con la reforma electoral de 1996 que generó condiciones reales de competencia esa lógica cambió y las posibilidades reales de que los candidatos del PRI ganaran todas las elecciones se redujeron significativamente. En consecuencia, en las cámaras federales se fue ampliando la pluralidad, creció la alternancia en diferentes estados de la República y se diversificaron los colores político-partidistas a lo largo y ancho de toda la geografía del país.

Con la reforma más significativa de la transición, que arrebató al Poder Ejecutivo el control de los procesos electorales a nivel federal, se pensó que el fortalecimiento de la democracia, impactaría de manera positiva en el desarrollo y crecimiento económico del país, y en el bienestar de la población en general, ya que la competencia empujaría a la clase política a impulsar las políticas públicas con posibilidades de dar los mejores resultados en beneficio de los gobernados.

A pesar de la competencia, los resultados que han dado los diferentes gobiernos, no son los mejores ¿Qué nos pasó? ¿Por qué a más de dos décadas de aquella gran reforma, pareciera que las cosas están peor que antes? ¿Por qué después de más de tres décadas de gobiernos neoliberales, la pobreza ha crecido y en términos generales seguimos siendo un país con muchas desigualdades y muchas carencias? ¿A caso ignoramos que el modelo de gobierno que pretende encabezar AMLO, tal vez con algunos matices, es el mismo que terminó en una profunda crisis que hizo inviable seguir por el mismo camino? ¿En qué estamos fallando y qué camino debemos seguir?

Aunado a los pobres resultados que han logrado los gobiernos neoliberales, se suman un importante caudal de males, que en buena medida han vuelto exitosa la campaña de López Obrador: corrupción; desempleo; narcotráfico; inseguridad pública; ausencia de Estado de derecho; captura institucional de gobiernos municipales por diversos poderes fácticos, incluida la delincuencia organizada; saqueo permanente del presupuesto de los gobiernos estatales; y una captura institucional de organismos constitucionales autónomos y de los demás poderes federales, por parte de la partidocracia y otros actores.

Por otra parte, pareciera que a la academia, en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades no tienen soluciones para estos males y reencauzar el camino de los mexicanos; tengo la idea de que a los especialistas, se les acabaron las respuestas y lo más común es decir que se trata de un problema de cultura. Quizás tengan razón, la problemática de la que derivan todos nuestros males, es la cultura ¿Dónde encontraremos las respuestas?

Recuerdo que en alguna ocasión un profesor me comentó, que las ciencias sociales son limitadas y no siempre son capaces de tener una respuesta para todos los fenómenos sociales y cuando esto sucede, hay que buscar las respuestas en el terreno de la metafísica. Pues bien, en este terreno, en el de la metafísica hurgaremos la próxima semana, en la búsqueda de una tercera vía, para encontrar esas repuestas que no hemos encontrado hasta hoy ¿O qué, acaso todo se limita a un modelo estatista intervencionista o al neoliberalismo, uno u otro, encabezados por hombres ensoberbecidos, cada cual convencido de llevarnos a la tierra prometida? Nos leemos la próxima semana.


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