La imparable corrupción de las palabras
Las palabras también se corrompen. Hemos abusado de ellas con una impunidad casi absoluta. Las más tremendas, aquellas que se referían a sucesos abominables, se usan con total descuido y han dejado así de ser términos que uno utilizaba reverencialmente para volverse ahora moneda corriente. La muerte es algo imponente, siempre, pero matar no es necesariamente asesinar. Tampoco toda ejecución es una masacre. En cuanto al “genocidio”, consultemos el diccionario: m. Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.

Los deudos de los estudiantes caídos en la plaza de las Tres Culturas sobrellevaron en su momento el dolor de una pérdida inmensa. No podemos decir, sin embargo, que el régimen de Gustavo Díaz Ordaz se haya propuesto emprender el exterminio sistemático de alumnos universitarios. No fue “genocidio”, pues, y subrayar esta diferencia no significa desconocer el sufrimiento de la gente ni avalar la brutalidad del Estado mexicano. Es, meramente, llamar a las cosas por su nombre.

La reforma educativa se implementó para mejorar la enseñanza en México, no para “reprimir” a los maestros (digo, ¿por qué querría el Gobierno de Enrique Peña arremeter contra todo un gremio?). A su vez, no hay que invocar el sambenito de la “represion” en aquellas ocasiones, cada vez más raras e infrecuentes, en que las autoridades toman la decisión de intervenir para controlar desórdenes públicos. Los regímenes autoritarios son los que actúan violenta y abusivamente para acallar las voces críticas de los ciudadanos o para amedrentar a los opositores. ¿En qué momento ha silenciado la “mafia del poder” a Obrador y cuándo ha perseguido a los militantes de Morena? ¿No ha ocurrido, más bien, que el hombre lleva años enteros en campaña, soltando lo que le da la gana en miles de spots radiofónicos, sin que un INE totalmente acobardado le imponga sanción alguna? ¿De qué Estado “represor” estaríamos hablando entonces en México?

El imperio de la posverdad necesitaba de un vocabulario distorsionado. Ya lo tiene.

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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