La suciedad se dispersa de arriba para abajo, como en las escaleras
Las escaleras se barren de arriba para abajo, como dice López Obrador; la suciedad, sin embargo, se dispersa de la misma forma. Andrés Manuel lo sabe, lo permite y lo fomenta, mientras mantiene un doble discurso con el que complace a todos, pero no se compromete con nadie: el grotesco asunto de Layda Sansores, y la defensa incondicional que ha hecho de un personaje indefendible, lo retrata de cuerpo completo.

De cuerpo completo. López Obrador promete cambios, pero gente como Layda Sansores representa lo peor de un sistema político cuyos actores más acomodaticios han sabido cambiar de color y convicciones, y que han sido capaces de brincar de las entrañas más precámbricas del PRI —donde se formaron— a los pequeños partidos creados para seguirse aprovechando de las estructuras de poder funcionales en el pasado. La señora Sansores es el ejemplo perfecto: hija de un cacique y gobernador de su estado natal, militó en el PRI durante los treinta años más sórdidos del partido, desde 1966 hasta 1996, y posteriormente ha estado afiliada —y ocupado diferentes cargos— en el PRD, de 1996 al 2000; en Convergencia, de 2001 a 2011; en Movimiento Ciudadano, de 2011 a 2014; en el Partido del Trabajo, de 2014 a 2015 y, desde entonces, en la Morena de Andrés Manuel después de que el propio líder le pidiera —personalmente— que aceptara contender por la gubernatura de Campeche. “Acepto, Andrés Manuel, a ser la candidata, con todo mi corazón, porque como tú dices, México vive una pesadilla y nadie puede darse el lujo de quedarse pasmado en un escalón”, respondió.

Y no lo hizo: más allá de lo curioso de las referencias a escaleras y escalones, lo cierto es que Layda Sansores ha demostrado su indudable capacidad para seguir trepando. Como cuando en febrero pasado se acercó para besar la mano del caudillo —literalmente— e implorar que no se olvidara de ella. Ahora, cuando sale a la luz el vulgar uso que ha hecho de los recursos públicos inherentes a su cargo, Sansores ha logrado obtener la protección del manto de López Obrador ante la evidencia de que —incluso— los tintes de pelo con los que perpetra su arreglo personal han sido pagados por el erario.

Parte de la guerra sucia en nuestra contra, adujo Andrés Manuel sin entrar en profundidad. “Mi solidaridad y apoyo con nuestra senadora y próxima alcaldesa”, tuiteó por su parte quien supuestamente habría de estar a cargo de la Secretaría de la Función Pública y que, desde ahora, parece haber renunciado a cualquier investigación: “Una vez más reivindico con todo gusto y honor a mi paisana Nestora Salgado, nuestra próxima senadora por Morena, frente a los ataques de las representantes del PRI, del PAN y las descalificaciones de Meade. Su honestidad está más allá de toda duda”, afirmó —categórica— en otro mensaje. Todavía no han ganado, todavía no investigan, todavía no tienen atribución alguna pero —desde ahora— decretan, sin dudar, las honestidades consideradas como incuestionables. ¿Así piensan transformar a la República?

Algunos sí, algunos no; Andrés Manuel quién sabe. Los mensajes no podrían ser más ambiguos: mientras que López Obrador, y su posible secretaria de la Función Pública, expresan todo su apoyo a la cínica señora Sansores, su principal asesor en temas económicos, Gerardo Esquivel, no duda reconocer el despilfarro vulgar y denominarlo como la punta del iceberg. Sansores o Esquivel, compromisos o comprometidos: ¿con quién está Andrés Manuel?

Con ninguno, en realidad, pero todos confían en que habrá de cumplirles. Esquivel y sus pares se entretienen en la planeación del país que desean, sin darse cuenta de que al líder no le interesa en realidad; los progresistas luchan por sus causas, sin notar que lo prometido a los evangélicos se contradice con lo suyo. Los académicos tratan de explicar, sin percatarse de que el grupo de los ultras, que comulgan con Taibo II, es el que llevará la agenda.

Las escaleras se barren de arriba para abajo, pero la suciedad se dispersa de la misma forma. El fin de semana —por cierto— López Obrador sumó a su equipo, entre otros, a Flavio Sosa. Vengan las maromas.


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