Uno de mis libros favoritos es “Rebelión en la Granja” escrito por el británico George Orwell. Una historia de fácil lectura y un referente obligado para quienes nos encanta el análisis político. Como un pequeño resumen, la historia comienza cuando los animales de una granja, cansados de los abusos practicados por los seres humanos sobre ellos, deciden organizarse para correr del lugar a sus opresores. La idea de la rebelión surgió de la mente del “Viejo Mayor”, un cerdo que decide organizarlos, y junto con el apoyo del resto de los animales concretizan el golpe con éxito.
Al principio todo era armonía, se fijaron ciertas reglas en miras a alcanzar el “bien común”. Sin embargo, los cerdos cegados por sus propias ideas e intereses, y ambicionando de poder, comenzaron a oprimir al resto de los animales. Al final del cuento, los cerdos terminan caminando en dos patas, emulando a los seres humanos que al inicio los habían oprimido. Irónicamente los hechos volvieron a repetirse, pero con diferentes actores.
A pesar de que Orwell escribió este libro como una sátira al régimen estalinista en la época de la Segunda Guerra Mundial, la trama resulta interesante en esta época moderna, pues versa sobre el tema de la corrupción para adquirir el poder, a toda costa, y lo que calificaría otro famoso autor, Vilfredo Pareto, como la “teoría de circulación de una nueva élite”.
Y es que este sociólogo tiene mucha razón en decir que “la historia es un cementerio de aristocracias”. Para este filósofo, la lucha y la circulación de las élites es la esencia de la historia, por tanto, los levantamientos populares no siempre tienen consecuencias para el pueblo, sirven sólo para facilitar la caída de la vieja élite y el surgimiento de una nueva. Este autor nos ha enseñado también que las clases dirigentes tratan de mantenerse en el poder y utilizan la astucia cuando no disponen de la fuerza. Cuando están sometidos a la presión de las masas deben renovarse constantemente mediante la aportación proveniente de las clases inferiores. De esta forma, la movilidad social es el mejor antídoto contra las revoluciones.
Es irónico, pero la realidad es que una de las premisas de nuestro sistema es que la lucha real por el poder no se realiza entre las masas y sus líderes, sino entre líderes existentes y los líderes nuevos, desafiantes y en ascenso ¿Les suena? De acuerdo a este autor, aún cuando parezca que la nueva élite esté guiada por la buena voluntad y el deseo de las masas, desgraciadamente no ocurre así.
La élite logrará sus fines más eficazmente cuanto más ignorantes permanezcan las masas, ya que, al tener conocimiento de la manipulación, podrían impedirla. Aunque el autor admite que la estupidez de las masas no necesariamente es permanente, si no, pregúntele a las “benditas redes sociales”.
Gracias a la circulación de la élite, ésta se encuentra en un estado de continua y lenta transformación. De vez en cuando se realizan repentinas y violentas perturbaciones, pero después la élite vuelve a modificarse y adaptarse lentamente.
Cuando se agudizan las diferencias entre la clase gobernante y la clase sometida, estalla la revolución. Esta se produce por el entorpecimiento de la circulación de la élite o la acumulación de elementos decadentes en los estratos superiores, que nos son capaces de mantenerse en el poder y evitan el uso de la fuerza, mientras que son los estratos inferiores crecen los elementos utilizables por sus virtudes para ejercer el gobierno y dispuestos a utilizar la fuerza.
¿Les suena parecido lo descrito por George Orwell y por Vilfredo Pareto con lo que está sucediendo en México? Los resultados electorales sólo pueden explicarse bajo ambas lógicas y dos posibles escenarios: el primero, circular de forma pacífica la élite; el segundo, “soltar al tigre” y armar una revolución para instaurar esta élite, utilizando las armas o la violencia. Sabiamente, la clase política gobernante optó por el primer escenario.
De ahí la explicación al corolario de lo que ha sucedido y a diversos hechos que pudieran parecer como insólitos ante la opinión pública: primero, la celebración de los comicios de forma libre y ordenados, sin la intervención de la maquinaria y la chequera del Estado; segundo, el reconocimiento inmediato de los resultados electorales del candidato oficial, del opositor, e incluso de algunos miembros considerados de la “mafia del poder”; tercero, el cálido recibimiento en Palacio Nacional por parte del presidente de la República al presidente electo.
Podría ser tachada de “Maquiavelista”, al igual que los teóricos clásicos de las élites como los son Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels -este último centrado en la organización de los partidos políticos. Sin embargo, confieso que me resulta imposible no regresar a consultar lo descrito por ellos, y comparar con lo que alcanzo a ver de nuestra realidad.
Al principio todo era armonía, se fijaron ciertas reglas en miras a alcanzar el “bien común”. Sin embargo, los cerdos cegados por sus propias ideas e intereses, y ambicionando de poder, comenzaron a oprimir al resto de los animales. Al final del cuento, los cerdos terminan caminando en dos patas, emulando a los seres humanos que al inicio los habían oprimido. Irónicamente los hechos volvieron a repetirse, pero con diferentes actores.
A pesar de que Orwell escribió este libro como una sátira al régimen estalinista en la época de la Segunda Guerra Mundial, la trama resulta interesante en esta época moderna, pues versa sobre el tema de la corrupción para adquirir el poder, a toda costa, y lo que calificaría otro famoso autor, Vilfredo Pareto, como la “teoría de circulación de una nueva élite”.
Y es que este sociólogo tiene mucha razón en decir que “la historia es un cementerio de aristocracias”. Para este filósofo, la lucha y la circulación de las élites es la esencia de la historia, por tanto, los levantamientos populares no siempre tienen consecuencias para el pueblo, sirven sólo para facilitar la caída de la vieja élite y el surgimiento de una nueva. Este autor nos ha enseñado también que las clases dirigentes tratan de mantenerse en el poder y utilizan la astucia cuando no disponen de la fuerza. Cuando están sometidos a la presión de las masas deben renovarse constantemente mediante la aportación proveniente de las clases inferiores. De esta forma, la movilidad social es el mejor antídoto contra las revoluciones.
Es irónico, pero la realidad es que una de las premisas de nuestro sistema es que la lucha real por el poder no se realiza entre las masas y sus líderes, sino entre líderes existentes y los líderes nuevos, desafiantes y en ascenso ¿Les suena? De acuerdo a este autor, aún cuando parezca que la nueva élite esté guiada por la buena voluntad y el deseo de las masas, desgraciadamente no ocurre así.
La élite logrará sus fines más eficazmente cuanto más ignorantes permanezcan las masas, ya que, al tener conocimiento de la manipulación, podrían impedirla. Aunque el autor admite que la estupidez de las masas no necesariamente es permanente, si no, pregúntele a las “benditas redes sociales”.
Gracias a la circulación de la élite, ésta se encuentra en un estado de continua y lenta transformación. De vez en cuando se realizan repentinas y violentas perturbaciones, pero después la élite vuelve a modificarse y adaptarse lentamente.
Cuando se agudizan las diferencias entre la clase gobernante y la clase sometida, estalla la revolución. Esta se produce por el entorpecimiento de la circulación de la élite o la acumulación de elementos decadentes en los estratos superiores, que nos son capaces de mantenerse en el poder y evitan el uso de la fuerza, mientras que son los estratos inferiores crecen los elementos utilizables por sus virtudes para ejercer el gobierno y dispuestos a utilizar la fuerza.
¿Les suena parecido lo descrito por George Orwell y por Vilfredo Pareto con lo que está sucediendo en México? Los resultados electorales sólo pueden explicarse bajo ambas lógicas y dos posibles escenarios: el primero, circular de forma pacífica la élite; el segundo, “soltar al tigre” y armar una revolución para instaurar esta élite, utilizando las armas o la violencia. Sabiamente, la clase política gobernante optó por el primer escenario.
De ahí la explicación al corolario de lo que ha sucedido y a diversos hechos que pudieran parecer como insólitos ante la opinión pública: primero, la celebración de los comicios de forma libre y ordenados, sin la intervención de la maquinaria y la chequera del Estado; segundo, el reconocimiento inmediato de los resultados electorales del candidato oficial, del opositor, e incluso de algunos miembros considerados de la “mafia del poder”; tercero, el cálido recibimiento en Palacio Nacional por parte del presidente de la República al presidente electo.
Podría ser tachada de “Maquiavelista”, al igual que los teóricos clásicos de las élites como los son Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels -este último centrado en la organización de los partidos políticos. Sin embargo, confieso que me resulta imposible no regresar a consultar lo descrito por ellos, y comparar con lo que alcanzo a ver de nuestra realidad.