¿La Cuarta Transformación o el reforzamiento de la Tercera?
La cuarta transformación de la República, al igual que las encabezadas en su momento por Hidalgo, Juárez y Madero, es la alternativa que pretende construir el otrora candidato presidencial de MORENA y hoy virtual Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador; una transformación para que juntos hagamos historia, para marcar un antes y un después, un cambio de época como también muchos le han llamado.

A pocos días de pasada la jornada electoral, para algunos la cuarta transformación ya inició con una serie anuncios para reformar algunos temas relacionados con la burocracia y la administración pública, una especie de reingeniería administrativa, que producirá nuevos desplazados y un mercado emergente de desempleados: la lucha por el botín que pretendieron cancelar los servicios de profesionales de carrera, pensada como un dique que contrarrestara la voracidad del grupo ganador en turno, se convertirá en letra muerta, no se pierde mucho, en la mayoría de los casos, era simulada.

Asimismo, como resultado de las transformaciones anunciadas en materia administrativa, empieza a esbozarse lo que para muchos ya parecía una etapa superada, la concentración excesiva de poder en lo figura de quien será el futuro presidente de México. Muchos de estos pretendidos cambios requieren de un nuevo marco que puede concretarse sin mayor problema con el nuevo “cayuco” completo que le dio la pasada elección a MORENA y su candidato presidencial.

No obstante, para el gusto del que escribe, los cambios anunciados hasta la fecha no son suficientes para poner a la cuarta transformación a la altura de los cambios realizados por Hidalgo, Juárez y Madero. La dimensión de las transformaciones anteriores era en buena medida fundacional, y no sólo cambios de fondo o cosméticos en la administración pública y su burocracia.

En contraste a una reforma administrativa y la implementación de nuevos mecanismos para el control y ejercicio del gasto público, los cambios anteriores fueron de tal calado que los ajustes hasta ahora esbozados no son equiparables como para pretender una cuarta transformación; la mutación tendría que visualizarse por lo menos, como una reforma que finiquite la tercera república y de paso a una cuarta.

En este sentido, resulta toral identificar cuál es el común denominador que ha permeado en cada una de nuestras mudanzas de una república a otra. En el caso de la primera, tras el movimiento independentista encabezada por Hidalgo y luego por Morelos en 1810, los frutos de su esfuerzo dieron resultado tiempo después con la promulgación de la Constitución de 1824 en la que se delineó el primer Estado federal y el primer modelo de gobierno presidencial para la naciente República Mexicana.

Con la Constitución de 1824, los integrantes del pacto federal más que entidades soberanas eran feudos y cacicazgos, en tanto que en el caso del presidente, la Constitución lo alumbró débil, dependiente del congreso para tomar decisiones eficaces en un contexto de guerra civil donde las dos facciones políticas más importantes (federalistas y centralistas) se disputaban la nación emergente.

Con la Constitución de 1857 y las leyes de reforma encabezadas por Juárez, se construyó el andamiaje de la Segunda República; con la nueva Constitución la institución presidencial continuaba siendo una figura débil frente al congreso y el escaso margen de independencia que daba a los presidentes para tomar decisiones, a la postre engendró la dictadura que hizo a un lado la propia constitución para poder gobernar bajo el lema de: orden y progreso. Por otro lado, para evitar disfuncionalidades con el marco federal, se creó la figura de los poderosos jefes políticos que fungían como contrapeso o de plano desplazaban de sus funciones a los gobiernos constitucionales.

La revolución maderista acabó con la dictadura porfirista y con la segunda república para dar paso a una tercera con un nuevo marco de referencia. La Constitución de 1917, a diferencia de las anteriores, fortaleció la institución presidencial como nunca y mantuvo la estructura del Estado federal. Venustiano Carranza diseñó una presidencia de la Republica poderosa para que los presientes no padecieran las penurias de las constituciones anteriores, o bien que no le dieran la vuelta.

Así pues, se puede observar como rasgos distintivos en la fundación de cada una de las tres primeras repúblicas, una constitución nueva, la construcción y rediseño del modelo de gobierno presidencial y la construcción y permanencia de un Estado federal, que dicho sea de paso, sólo ha parido malos resultados. Es larga la lista de estudios, ensayos y diversas publicaciones que dan cuenta del fracaso histórico del federalismo mexicano y también del presidencialismo mexicano; también hace ya algunos años que los estudiosos de los sistemas de gobierno han dejado claro que los gobiernos parlamentarios son superiores a los presidenciales.

Pues bien, si el virtual presidente electo pretende dejar atrás la tercera república y encabezar la cuarta transformación, por lo menos, en un futuro no muy lejano, tendremos la convocatoria a un congreso constituyente, en donde habrán de estar a debate una nueva constitución, la construcción o rediseño de un nuevo modelo de gobierno y la permanencia, continuidad o reforma del Estado federal. Aquí le dejamos, nos leemos el próximo sábado.


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