La indefectibilidad de las reformas cubanas
Las reformas a la Constitución cubana de 1976 son indisolubles de los graduales cambios para “construir un socialismo próspero y sostenible” iniciados en 2008 y aprobados en el VI Congreso del PCC de 2011 —epítome de urgencias aunque “tímidos” y procrastinados. Su discusión ahora —siete años demorados— reside en factores internos: la necesidad para el simbolismo político que el impulsor fuera ajeno a 1959 y que la crítica situación económica actual acallara sus opositores, y externos: el madurismo en etapa terminal (agravante para Cuba), la rápida implosión del sistema bolivariano (ALBA, UNASUR, Nicaragua, El Salvador…) y el fin del obamismo tras Trump.

De todos los cambios propuestos, los principales son: el matrimonio homosexual —socialtrascendente pero no sistémico—; la eliminación del marxistaleninista “avance hacia la sociedad comunista" —pero el PCC mantiene el protagonismo—; el reconocimiento como motores de la economía al mercado, la propiedad privada y la inversión extranjera (y su promoción) —pero "sin renunciar a la capacidad regulatoria de dirección y control del Estado"—, y el resurgimiento de los cargos de Presidente—5 años con una única reelección— y Primer Ministro, desaparecidos en 1976.

De ellos, pueden ser hitos refundacionales para el Estado cubano: el resurgimiento de la economía mixta —fin del estéril estatismo impuesto en 1968—, la constatación de la inviabilidad del proyecto marxistaleninista, la obsolescencia de gerontocracias políticas (límite de 60 años para postular) y el inicio de avance hacia una institucionalización del Ejecutivo.
Todos ellos en contracorriente de sus (aún) socios.


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