Oposición
En la semana hemos analizado, en principio, la nueva época política que estamos viviendo los mexicanos. Nuevamente tenemos una fuerza mayoritaria, que puede tener la Constitución en sus manos en unas semanas, y que sustituirá al PRI en los gobiernos locales de forma paulatina, pero creo que constante. En un mundo de “democracias iliberales”, el retorno del régimen hegemónico no se verá tan mal desde fuera, y desde dentro será fácilmente aceptable para muchos, que siempre han añorado delegar la responsabilidad que la libertad exige.

Impedir que ese régimen sea tan abrumador como el que vivimos en el siglo XX depende de la oposición, política y ciudadana. En el primer grupo, la ola morenista dejó muy poco. Quisiera pensar que algunos priistas y algunos perredistas pudieran participar en la oposición a AMLO, pero no sé exactamente cuál sea la correlación al interior de esos membretes. Movimiento Ciudadano podría hacerlo, ya es del tamaño del PRD y además tiene la gubernatura de Jalisco (al PRD le queda sólo Michoacán, pero Aureoles ya no sé para quién trabaja).

Pero la oposición política tendría a su elemento más importante en el PAN. Este partido también sufrió la avalancha, y su participación en el Congreso es similar a la que tenía a fines de los ochenta. Pero tiene una decena de gobiernos locales, algunos de ellos muy sólidos, y la experiencia de haber pasado por la Presidencia, algo que hace 30 años no conocía. Imagino que en estos días habrá una guerra civil al interior del partido, para decidir si la culpa de lo ocurrido se debe a Ricardo Anaya o a Felipe Calderón. No importa mucho la verdad, sino la solución. Creo que los panistas deben decidir qué tipo de oposición serán, de qué manera actuarán, y con base en ello construir su historia refundacional.

En la oposición ciudadana tampoco estamos como en los años sesenta. Ahora existen abundantes organizaciones civiles, de muy distinta calidad y potencia. Creo que hay un puñado de Think-Tanks muy buenos, alejados de la participación política, que deben seguir presionando al poder como lo han hecho hasta ahora. No soy tan optimista en las organizaciones enfocadas en derechos, porque en muchas abunda el activismo, pero agradecería estar equivocado. Veremos también qué hacen las organizaciones empresariales, muchas de ellas corporativas de origen y que fácilmente regresarán al redil. Creo que Coparmex, en ese mundo, llevará buena parte del peso opositor.

Y luego estamos los culpables de que el paréntesis de democracia y modernización no hubiese sido más exitoso, según lo he comentado en muchas ocasiones: medios y academia. Ninguno de los dos fuimos capaces de construir una narrativa sólida, ni proponer alternativas, durante los escasos 25 años de transformación económica y 20 de institucionalidad democrática. Le ha sido difícil a los medios escapar del control gubernamental, mucho menor en ese tiempo, pero vigente a través de la publicidad, y la lentitud tradicional de la vida académica impidió la producción de ideas en cantidad suficiente. En esta nueva época, espero que tengamos más éxito en ambas cosas.

La realidad nunca es en blanco y negro. La época que terminó trajo consigo grandes avances, y algunos de ellos podrán continuar en esta nueva etapa. En la escala de grises, creo que pasaremos a un tono más oscuro, desde mi perspectiva, y será trabajo de la oposición aportar esa claridad que empiece a faltar. Va a ser más difícil que en los años recientes, pero indudablemente mucho menos de lo que conocimos hace un par de generaciones.

El resultado final no será responsabilidad única de la nueva e inmensa mayoría. También lo será de la oposición, política y ciudadana. A trabajar.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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