Sentimientos, expectativas, ilusiones
De acuerdo con la encuesta “Después de las elecciones”, de Consulta-Mitofsky, el 60% de los mexicanos, tres de cada cinco, tiene sentimientos positivos a partir del 1 de julio: alegría, felicidad, satisfacción, seguridad, tranquilidad y confianza. Todavía más, dos tercios, es decir, dos de cada tres mexicanos, esperan que en el corto plazo se resuelvan: política, economía y seguridad. Entre los que votaron por AMLO (que fue el 53% de quienes acudieron a las urnas), 95% está convencido de que estos tres asuntos se resolverán con el triunfo de su candidato.

En cuanto a la definición de lo que es el corto plazo, tres de cada cinco creen que es menos de un año. No queda claro si a partir del triunfo o del inicio del gobierno, pero digamos que todo estará resuelto entre julio y diciembre de 2019 para una proporción muy grande de la población. En el desglose por características demográficas, queda claro que un tercio de los mexicanos cree que los problemas se resolverán en un período que va de seis meses a un año, aunque quienes viven en zonas rurales, son jóvenes, tienen ingresos bajos o nivel educativo menor, esperan resultados antes de eso. Es curioso que un porcentaje elevado de personas con estudios superiores (1 de cada 4) cree que las cosas se resolverán antes de 3 meses. Y digo que es curioso porque es el único demográfico en el que la distribución no es regular.

No recuerdo alguna situación similar, aunque posiblemente en el 2000, cuando por primera vez el PRI salió de Los Pinos, en que los sentimientos y expectativas de la población hayan sido parecidos. Lo que es claro es que los mexicanos tienen lo que querían: no sólo votaron mayoritariamente por López Obrador, sino que prácticamente dos tercios tienen hoy sentimientos positivos, que incluso les han hecho cambiar de opinión acerca de los enemigos tradicionales, desde las encuestas o medios de comunicación hasta el INE.

Pero las expectativas que albergan dos de cada tres mexicanos, es decir, la resolución de los problemas económicos, políticos y de seguridad, en un plazo menor a un año, son absolutamente irracionales. En principio, ni siquiera sabemos a qué se refiere cada uno de los encuestados por “solución”, pero parece muy difícil de lograr algo perceptible en cualquiera de los temas en un plazo tan breve.

Por lo mismo, la estrategia que sigue López Obrador parece la adecuada, si bien terminará mal. Puesto que no se pueden cumplir las expectativas, hay que moverse en dos direcciones: por un lado, anunciar medidas que parezcan avanzar en ese proceso, y, por otro, aumentar aún más las expectativas, pero hacia un futuro más lejano. Es decir: mentir y polarizar.

Como hemos comentado en otras ocasiones, es un fenómeno global: los votantes están eligiendo personas que deben transformar por completo la realidad en plazos breves, en otras épocas conocidos como demagogos. Como éstos no lo pueden lograr, fingen avanzar en algunas cosas y polarizan cada día más la política. Puede usted observar exactamente eso en Reino Unido, Italia, España, Estados Unidos, todo el este de Europa, y ahora lo puede ver diariamente en México.

Así creo que debemos entender el anuncio de reducción de salarios y despidos de funcionarios (no sirve de nada, pero inventa un nuevo enemigo), la danza de opiniones acerca del aeropuerto, los increíbles anuncios y nombramientos en energía, y lo que se vaya acumulando.

Creo que López Obrador jamás imaginó ganar por tanto margen y convertirse en responsable de las ilusiones de dos de cada tres mexicanos. Peor, con un año de margen para cumplir.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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