¿Y, el famoso fraude?
O sea, que sí tenemos un sistema electoral confiable, después de todo. Nadie ha dicho ya una palabra sobre el tema del fraude y el candidato ganador ha decidido no mencionar tampoco a ningún tigre, suelto o en cautiverio.

Durante meses enteros escuchamos advertencias y amenazas. Las redes sociales estuvieron plagadas de profecías que tan sólo esperaban ser cumplidas para entonces validar las jeremiadas de siempre y lanzar no sólo tremendas descalificaciones sino desatar violencias.

Pues, miren ustedes, no sólo no hubo el menor indicio de algún posible fraude perpetrado por la “mafia del poder” sino que los resultados de las votaciones fueron prácticamente los mismos que habían anunciado previamente las encuestas más serias.

¿Cómo fue posible esa trasmutación de un aparato bajo sospecha en un sistema ejemplar? Pues, antes de dar cualquier explicación, el hecho incuestionable es que tenemos ahí, a la vista, los resultados, las evidencias y las pruebas: no hubo fraude. Obrador obtuvo la victoria. Su triunfo, además, fue elegantemente reconocido por unos competidores directos que ratificaron de tal manera su incuestionable talante democrático. El propio presidente de la República felicitó al ganador y le deseó la mejor de las suertes, asegurándole su plena asistencia para atravesar tersamente el período de transición.

Pero ¿los agoreros no nos prevenían de maquinaciones y complots aderezados de extraños algoritmos, de boletas invalidadas, de crayones con colores que se borraban, de robos de urnas, de acarreos de ciudadanos sojuzgados, de inspectores coludidos, de compras de votos y otros alevosos ardides?

Debieran, entonces, hacer escuchar su voz ahora para decirnos que estaban equivocados (de que hubieren actuado con perfidia es preferible no hablar) y dar fe, abiertamente, de su conformidad con nuestra democracia y nuestras instituciones. Y así, podremos darle vuelta a la página y comenzar de veras, sin rencores ni enfrentamientos, un nuevo capítulo en la vida pública de este país. Pues eso.

revueltas@mac.com
Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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