A su manera
“El final, se acerca ya…” dice la famosa canción que Paul Anka escribió para Frank Sinatra, “A mi manera”, y que ahora parece muy útil como metáfora de Donald J. Trump. Como usted sabe, el martes Trump recibió dos muy malas noticias. Su primer jefe de campaña, Paul Manafort, fue encontrado culpable en 8 delitos, y quedaron en suspenso otros diez más, mientras que su abogado personal, Michael Cohen, se declaró culpable de otros ocho delitos, al tiempo que llegaba a un acuerdo con los fiscales para evitarse otras acusaciones.

Paul Manafort está siendo juzgado en este momento por delitos asociados a malos manejos financieros, pero lo será también por sus relaciones con Rusia y la elección presidencial estadounidense, el próximo mes. Por el momento, entiendo que ya tiene 80 años de prisión enfrente, y aunque todavía podría recibir un perdón presidencial (de los que Trump ha otorgado a todo tipo de truhanes), su situación es muy complicada. Ya el energúmeno naranja le ha mandado una señal el miércoles por la mañana, usando su canal preferido de comunicación, comparándolo favorablemente con el traidor Cohen. Como decíamos, el final se acerca “a su manera”: lo único que vale es la lealtad absoluta a él mismo.

Entre los delitos de los que Cohen se declaró culpable está el dinero utilizado para acallar a las modelos y actrices con las que Trump tuvo relaciones sexuales en años anteriores. Cohen afirma que sí les pagó, por instrucciones de Trump, que se usó dinero triangulado desde la campaña, y que el objetivo era engañar a los votantes. Ese delito es suficiente para poner a Trump en problemas, más allá del tema Rusia, que no tiene tanta relación con Cohen, salvo por la construcción de la Trump Tower en Moscú, que se sospecha se hizo para lavar dinero de los oligarcas de ese país, y por lo mismo sería la razón por la que Trump nunca quiso que revisaran sus finanzas. Es decir, Cohen es un problema serio para el presidente porque tiene información de sus arreglos en la campaña, de sus malos manejos previos, y posiblemente también de los intentos de obstrucción (así lo percibe Jeniffer Rubin, del Washington Post, por ejemplo).

Creo que el mejor indicador del tamaño del golpe fue el primer tuit de Trump ayer por la mañana: “Si alguien está buscando un buen abogado, ¡sugeriría encarecidamente que no contraten los servicios de Michael Cohen!” Una frase propia de alguien que no entiende ya qué está pasando, y por lo mismo no tiene una estrategia, más allá de repartir culpas y escurrir el bulto.

El consenso en Estados Unidos es que ahora sí, el desafuero es algo imaginable. O la renuncia. O, porque así es Trump, el ataque suicida y absurdo: perdones para todos, despidos, batallas mediáticas a muerte. Y las elecciones intermedias están a 11 semanas.

Es buen momento para recordar que Trump no es la causa de la polarización, enfrentamiento y cerrazón estadounidenses. Sin duda las ha potenciado, pero no es su origen, sino su reflejo. Por lo mismo, su defenestración no creo que reduzca el conflicto, sino tal vez al contrario. No está de más señalar que no hay en este momento un líder en Estados Unidos que pueda encauzar este proceso. Los más significativos entre los Demócratas son extremistas del lado opuesto (Warren, Sanders, o la joven Ocasio). Entre los Republicanos, parecen abundar hoy los cobardes, más bien.

Expulsar a Trump será bueno. Se extraña al menos un poco de decencia en el puesto más poderoso del planeta. Pero creo que el proceso en el que está el mundo entero supera a las personas. Ni modo.

Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.
Publicado originalmente en El Financiero.


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