Así es Elba Esther
Apareció de nuevo la Maestra en la escena pública, está de regreso, con una vitalidad y jovialidad, mejor que antes. Con el cutis perfecto, el peinado cuidado, más enérgica y guerrera, como siempre ha sido.

Me la imagino perfecto preparándose para su reaparición ante los medios, despertando en punto de la seis de la mañana y citando en su casa a la peinadora, al maquillista, a la que le colocaría pestaña por pestaña, pues no le gusta usar las que son de corrido. La modista seguro escogiéndole el atuendo negro dentro de su largo vestidor, repleto de las nuevas colecciones de moda de las grandes marcas. Todas acomodadas por colores y en perfecto orden, como a ella le gustan.

Elba Esther Gordillo
Elba Esther Gordillo
Así es la Maestra Elba Esther Gordillo, quirúrgica en su toma de decisiones, pragmática. Así la recuerdo cuando trabajé con ella en 2005, por recomendación de uno de sus amigos más cercanos, el entonces Canciller Jorge Castañeda.

Seguramente, las manzanas para la mala vibra permanecen a la entrada de su departamento ubicado en la calle de Galileo en Polanco, al que llamábamos G-7.

Debe estar girando instrucciones a todo el séquito que labora con ella las 24 horas: la modista, la costurera, el mesero, el chef, el personal de servicio, su chofer, los asistentes, y la ama de llaves. Ya no está la Maestra Estelita, su madre que acudía a su casa a revisar que todo estuviera bien, con quien departía las viandas de vez en cuando y me preguntaba “¿Cómo la aguantas?”. Tampoco está el profesor Moisés, su fiel asistente que trabajó con ella por más de 25 años, sufriendo tres infartos, quizá por la presión laboral, sólo equiparable a los viejos tiempos del piso de remates en la Bolsa de Nueva York.

Ya no está Mónica Arriola, su amada hija, mi “comadre” que le decía de cariño. Perdió la batalla contra el cáncer cuando su madre estaba encerrada en el Penal de Santa Marta Acatitla. Cómo olvidar esa noche del 26 de febrero de 2013, cuando estábamos en la suite presidencial del Hotel Fiestamericana de Reforma, junto con el entonces presidente del partido Nueva Alianza, Luis Castro. Mónica estaba desesperada por conseguirle un abogado penalista que defendiera a su madre.

Realizamos varias llamadas, al Jefe Diego, a Carlos Requena, incluso hablé con Yadhira Carrillo, esposa de Juan Collado, albacea de los hijos del presidente Enrique Peña, para ver si tomaban el caso. Ningún abogado de renombre en ese momento aceptó hacerlo, era prácticamente imposible, por el trasfondo político, y porque el gobierno priista apenas empezaba. Sacar a la Maestra de la cárcel iba a ser un largo camino.

Mónica estaba pasmada con la traición de varios políticos, pero en especial de quien creía su amigo, el Secretario Miguel Ángel Osorio Chong, quien ya no le tomaba las llamadas. Era una escena digna de una película surrealista. Apenas unos meses antes, Arriola había celebrado su cumpleaños en su casa en el Club de Golf de Santa Fe. Habían acudido formal a la cita y a la celebración Osorio Chong, el entonces gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, su fiel amigo Rafael Moreno Valle, entre otros personajes políticos, que reían y departían al lado de la Maestra y de su hija. 

La noche de la detención de la Maestra dejaba atrás la época donde dictaba parte de la agenda política nacional. Donde los ex Presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón le tendían la alfombra roja. Donde llegó a ser, y por mucho, la mujer más poderosa de nuestro país.

Atrás quedaba la mujer a la que no le gusta que nadie sepa en dónde está, ni con quién, ni qué estaría haciendo, ni siquiera para sus familiares, so pena de ser despedido inmediatamente. Esa era la regla de oro para trabajar con ella.

A Elba Esther Gordillo tampoco le gustaba comer en los lugares donde la invitaban, y nunca tomaba agua que no fuera traída de su casa en botella cerrada. Si el miedo no andaba en burro.

Así se fue desvaneciendo el poder de la famosa Maestra Elba Esther Gordillo durante estos cinco años que permaneció en prisión. “Recuperé mi libertad y la reforma educativa se ha derrumbado, deseo que este momento marque el futuro de mi vida, el de mis anhelos y el de mis esperanzas, la larga etapa de encierro fue también un duro y profundo aprendizaje, sin duda cambié, cambiamos todos, cambió el país”, señaló en su primer discurso ante los medios de comunicación.

Pero ¿Realmente habrá cambiado la Maestra?, ¿Se habrá ablandecido su corazón?, ¿Habrá pensado durante su encierro en el maltrado hacia sus empleados?, ¿Habrá salido más sencilla, menos ambiciosa en materia de poder?.

Lo que sí me queda claro, y después de haber colaborado con ella, es que sí le preocupan y le interesan los maestros de nuestro país. Incluso en diversas ocasiones fui testigo cuando ella tomaba su celular personalmente para atender a los maestros que la buscaban desde los más recónditos lugares del país. Les solucionaba prácticamente todo y atendía sus demandas.

De ahí que su discurso en libertad haya girado en torno al gremio magisterial. Y es que nunca nadie en la agrupación había logrado tantas canonjías del gobierno hacia los maestros, tantos aumentos de sueldo y  prestaciones, como ella lo hizo. Hoy el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) está desdibujado.

Y seguramente la Maestra planea ya su regreso a la esfera nacional, a retomar el liderazgo dentro del sindicato de maestros. Ninguna Junta de Conciliación y Arbitraje podrá negárselo, y menos cuando uno de sus más cercanos amigos, Roberto Campa, funge como Secretario de Trabajo y Previsión Social de nuestro país.

La Maestra está libre y absuelta de todo cargo. Ojalá que los cinco años de profunda reflexión le hayan provocado un ímpetu de mejorar la educación de los alumnos de nuestro país. Finalmente, el origen de su poder se encuentra en las aulas, y a ellas deberá volver si quiere dejar una verdadera y exhaustiva huella en la historia de México, fuera de los reflectores de la corrupción y del abuso del poder. Su madre, la Maestra Estelita, y su hija Mónica, estarían orgullosas de ella. Ojalá lo haga. 


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