Concesiones a la realidad
La democracia, como toda construcción humana, tiene sus imperfecciones, pero de éstas, dos aspectos destacan: primero, la indebida relación que hay entre la política electoral y el dinero. Segundo, la cortesanía del candidato con el elector a manera de ganar el voto. Regularmente no hay autenticidad en la oferta. Hay en cambio, un propósito de ganar la contienda mediante propuestas atractivas y simples a los electores. En las circunstancias actuales, un candidato que se manejara dentro de los márgenes del realismo social, político y económico estaría condenado a la derrota. La democracia requiere de ciudadanos conscientes de sus deberes y derechos, pero en la disputa electoral no se invoca la responsabilidad y el compromiso, sino los bienes y privilegios a obtener.

Candidatos cortesanos pueden derivar en malos gobiernos, en especial si no actúan de manera consecuente con la realidad y las limitaciones que se les plantean después del triunfo electoral. Desdecirse de los compromisos de campaña es malo, pero considerablemente peor es mantenerse en ellos a sabiendas de sus efectos negativos, ya sea por la imposibilidad de llevarlos a cabo o de generar una regresión implícita cuando ya se tienen todos los elementos de juicio.

Los candidatos que ganan desde la oposición tienen el deber ético de corresponder con la esperanza de quienes les llevaron al poder, aunque también con los límites que la realidad impone. La izquierda en España ganó la elección con la exigencia de salir de la alianza, con el lema “OTAN, de entrada, no”. Ya en el poder, al considerar que la pertenencia formal y simbólica a Europa estaba asociada con ese acuerdo, tuvo que convocar a referendo con la consigna del gobierno de que, si se votaba contra la alianza, el gobierno socialista habría de renunciar. Como consecuencia de ello, tuvieron que torcer fuerte el brazo a sus bases de simpatizantes; el secretario de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, dimitió por desacuerdo con el presidente del gobierno. El voto del referendo fue favorable a la permanencia en la OTAN y España vivió uno de los momentos más plenos y constructivos de la democracia occidental bajo el liderazgo de Felipe González.

El equipo económico de López Obrador ha actuado de manera cuidadosa en función de muchos de los temas en la agenda. Antes, el candidato ganador, fue claro respecto a dos principios básicos para una buena política económica: la independencia del Banco Central y el equilibrio entre ingreso y gasto públicos. Las palabras y razones de los futuros funcionarios responsables de los temas económicos y del desarrollo de infraestructura en el encuentro anual de Banorte revelan que hay comprensión sobre temas fundamentales, en especial, sobre la participación del sector privado en el desarrollo de la infraestructura, así como conciencia o sentimiento de responsabilidad de los límites del presupuesto para cumplir con los compromisos de campaña.

De tanto repetirlo parece un lugar común, pero toca a los demócratas repetirlo siempre: el encuentro con la realidad es premisa básica de todo buen gobierno. Es explicable la frustración con su encuentro por parte de un opositor, sobre todo por la convicción de que los anima, en muchos casos genuinamente, de que su lugar en el gobierno habría de hacer la diferencia para que las cosas mejoren de manera sustantiva. Quizá el área que impone más sus tiempos, reglas e inercias está en la economía. Allí no hay mucho margen de maniobra, su buen manejo no da mucho espacio a la discrecionalidad o a la ambigüedad políticas.

Que la inversión privada es fundamental para el desarrollo del país, es el reencuentro con una premisa que a base de golpes y errores mucho ha costado a los mexicanos. Lograr la estabilidad macroeconómica ahora se da por hecho, pero fue un largo recorrido. Aunque muchos connacionales no vivieron o ya olvidaron el castigo de una inflación desbordada, por altísimas tasas de interés o por el deterioro dramático del ahorro; todo funcionario involucrado en los temas económicos reconoce la necesidad de no comprometer dicha estabilidad.

El gobierno que entra tiene como respaldo la fuerza de un resultado que le da legitimidad y acompañamiento por mayoría legislativa. Pero a mayor poder, mayor responsabilidad. Este apoyo popular e institucional presenta condiciones idóneas para emprender las transformaciones que le darán al país un renovado rostro: crecimiento, equidad social y, también, fortaleza institucional. Dar énfasis a uno de estos tres aspectos sin considerar los otros, genera distorsiones y afecta la legitimidad del proyecto de gobierno.

La economía es la base del bienestar. La mejor y más eficaz manera de atender el problema social es con una economía que crece y que da oportunidades a todos. Si hay un tema que debe privilegiar el nuevo gobierno, éste se encuentra en el ámbito de la economía. Hay buenas bases y una estructura profesional de primera en el gobierno que ojalá y no se le comprometa en su estabilidad laboral. Como lo ha reconocido el nuevo equipo económico, avalado ahora por la Cepal en voz de Alicia Bárcena, la participación del sector privado es indispensable. Tal participación ocurre por la rentabilidad de los proyectos y se puede estimar en corto, mediano y largo plazos.

Ante las señales, el sector privado ha respondido de manera entusiasta al llamado del futuro gobierno. En la medida en que haya sensibilidad de ambas partes y coincidencia en lo fundamental, el país tiene la oportunidad de romper las bajas tasas de crecimiento que han caracterizado al periodo de la estabilidad macroeconómica, particularmente en lo que va de este siglo. El eventual acuerdo de la renovación del TLC será importante para dar certidumbre a la inversión privada. El que los equipos del gobierno saliente y entrante hayan trabajado de manera coordinada, también es un signo alentador de que más allá de las diferencias en visiones, ópticas y programas, existe un compromiso compartido de actuar en función del bienestar del país.

Las concesiones a la realidad no deben entenderse de ninguna manera como una declinación de lo fundamental. En todo caso, es tener claridad estratégica y táctica para definir prioridades, tiempos y ritmos en la implementación del programa de gobierno. Un inicio exitoso genera siempre una inercia positiva respecto a lo que viene. Por eso es de esperarse que sigan fluyendo mensajes positivos y decisiones dirigidas a mantener la confianza en el país y a profundizar el ánimo de participación de toda la sociedad, especialmente, de la inversión privada.

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Esta columna es publicada con la autorización expresa de su autor.


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